Decía Alberto Garzón el domingo en el programa de Ana Pastor que la célula gubernamental anti-bulos es necesaria para frenar la expansión de informaciones como la que asegura que la covid-19 se cura a base de 'lingotazos' de lejía.
Unos días después, Juan Luis Cebrián aparecía en Hoy por hoy, en la Cadena SER, y tras aclarar que fue presidente de las más altas instituciones internacionales del periodismo -y Narciso cayó al agua-, afirmó: “Es una burla que ahora (los gobiernos) intenten decir lo que es verdad y lo que es mentira”. Entre otras cosas, porque son los que más mienten en los momentos de crisis. Y esas falacias son mucho más nocivas que el tuit de cualquier imbécil que aconseje la ingesta de desinfectante.
Ocurre que los políticos de izquierdas tienen una especial querencia por alterar la concepción de lo que debería ser un Estado, que básicamente es la de una comunidad de vecinos en la que todos aportan lo suficiente para mantener los espacios comunes, pero en la que nadie se mete con lo que hace cada cual dentro su casa. Ellos tratan de derribar la puerta e imponer su visión ideológica del mundo, que es cara e ineficiente; y que no suelen aplicarse para su propia vida.
Que nadie espere que los verificadores de noticias hayan notificado al Gobierno la gran mentira sobre el IVA de las mascarillas.
Pablo Echenique es quizá el mejor ejemplo de ese doble rasero que pasar por exigir pureza para los demás, pero apartar la vista de los errores de los suyos, aunque eso implique recurrir a las más patéticas mentiras. Es difícil encontrar a un político con una mayor capacidad para difundir medias verdades e intoxicar el debate público. Hace unas horas, el portavoz aseguraba lo siguiente: “Después de recibir la confirmación de la Unión Europea de que no abrirá expediente sancionador a España, el Gobierno de coalición bajará el IVA de las mascarillas del 21% al híper-reducido del 4% y también bajará su precio máximo de venta. Muy bien”.
Sobra decir que Bruselas permite desde el pasado mayo que los Estados apliquen el tipo de IVA que consideren oportuno en la venta de productos sanitarios para la lucha contra la covid-19; cosa que el Gobierno más social de la historia de España no ha hecho hasta ahora porque no le ha dado la gana. O, en otras palabras, porque consideraba prioritario recaudar a preocuparse por los 0,96 euros que debían pagar los ciudadanos -ingresaran lo que ingresaran- cada vez que quisieran salir a la calle.
Echenique tampoco ha hecho referencia a los intentos del PSOE y de Unidas Podemos por frenar esta medida porque, claro, eso no convenía. Que nadie espere que el apodado 'Ministerio de la Verdad' haya recibido una notificación sobre el bulo o vaya a tomar cartas en el asunto.
Las mentiras del Gobierno
Los mismos dirigentes que nos intentaron convencer de que España salió más fuerte de la primera ola de la covid-19 ahora tratan de adjudicarse el mérito de haber obtenido el visto bueno de Europa para bajar el precio de las mascarillas. En realidad, ellos mismos no querían, pues constituyen un bien de primera necesidad que obliga a todos los españoles a pasar por caja. El mismo Alberto Garzón expuso este jueves una teoría sobre la culpa que tienen los empresarios a la hora de fijar el precio de las mascarillas, cuando la lógica invita a pensar que una reducción del IVA vendrá acompañada de una caída del precio. Y, en caso de que no sea así, el mercado debería encargarse de que descienda.
Pero bueno. Estos dirigentes son los mismos que hace unos meses desaconsejaban el uso de los cubre-bocas con el beneplácito de unos periodistas especializados en siensia que durante esta pandemia han hecho el más absoluto de los ridículos. Son los políticos que convencían a su prensa afín que realizar PCRs en el Aeropuerto de Barajas era una estupidez; o los que respaldaron con informes ficticios la teoría de que las manifestaciones del 8-M no provocaron contagios de covid.
Es el Gobierno cuyo portavoz sanitario negaba a finales de febrero que hubiera 'contagios locales'; o el que afirmaba que la segunda ola del virus estaba controlada con la tasa de positividad de las PCR por encima del 5% en toda España, salvo en Canarias. Son los que vendieron que el sistema sanitario estaba preparado para hacer frente a la pandemia mientras se negaba la asistencia a los ancianos; y los que, a través de los cauces oficiales del Ministerio de Sanidad, sugerían en febrero que no pasaba nada porque un viajero procedente de zonas de riesgo hiciera vida normal en España.
Quienes han sangrado a la población hasta que no les ha quedado más remedio con el IVA al 21% en las mascarillas pregonan a los cuatro vientos que son un Gobierno social. Pertenecen al mismo Ejecutivo, por cierto, que ha sido incapaz de garantizar que una parte de los afectados por los ERTEs cobre su prestación, tras varios meses a la espera; y el mismo que anunció un Ingreso Mínimo Vital a los cuatro vientos y ha sido incapaz de aplicar de forma correcta o ágil la medida. Lo cual no ayudará a quienes no ingresan ni un euro y tienen la fea costumbre de querer pagar los recibos y alimentarse todos los días.
Pero bueno, si todo avanza en la dirección actual y nadie lo detiene -la complacencia de la sociedad de los débiles es terrible-, seguramente muy pronto se considerará como un desinformador a quien se queje de que lo ha perdido todo, cosa que le ocurrirá a muchos durante esta crisis. A ése le dirán que no mienta, que le queda el Estado que, aunque sea paquidérmico e ineficiente, ejerce de padre de todos nosotros; y de guía de la moral colectiva.