De momento, Juan Luis Cebrián resiste. No son pocos ni pequeños los embates de algunos accionistas de Prisa para que el fundador de El País, académico y presidente del Grupo, deje el cargo. Quienes desean su marcha le culpan de haber cometido errores garrafales que han llevado al viejo imperio de los Polanco al borde de la ruina.
El pasado junio, durante la junta de accionistas de Prisa, quedó estipulado que Cebrián seguirá en su puesto hasta 2015. Sin embargo, aquel apoyo del consejo de administración no es óbice para que algunos accionistas sigan pidiendo que Cebrián deje el cargo y le sustituya su número dos, el consejero delegado, Fernando Abril Martorell. Fuentes del sector aseguran que a esas voces de accionistas de relumbrón se suman también, en modo de exigencia, algunos de los muchos fondos de inversión que acaban de inyectar más dinero en la compañía. Como pagan, ponen condiciones, aunque parezcan irrealizables.
¿Y los Polanco?
En medio de estas batallas internas, hace unos días Prisa publicó, a requerimiento de la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV), un hecho relevante difícilmente interpretable. Por un lado, quedaba cristalino que Cebrián había sumado sus 2,5 millones de acciones en la compañía a un grupo, el llamado Contrato de Accionistas de Prisa, que históricamente ha estado en manos de la familia Polanco. Y, en segundo lugar, se dejaba muy claro que la familia mantiene el control del 30% del derecho de voto de la empresa. Los tiras y aflojas entre Cebrián y algunos miembros de la familia han sido varios. Mucho se ha especulado con que varios de los hermanos Polanco sienten predilección por Abril Martorell, aunque el citado movimiento de hace unos días apunta en la dirección opuesta.
Muchos son los rumores, pero pocos los hechos. El caso es que Cebrián sigue al frente del trasatlántico, gracias al apoyo mayoritario de consejo de administración. Quienes conocen a ambos y trabajan cerca de ellos opinan que Cebrián y Abril Martorell se llevan bien y se complementan. Dos perfiles distintos para sacar adelante la compleja operación de alcanzar acuerdos suficientes para refinanciar el grupo y, posteriormente, vender Digital Plus/Sogecable. Cuestión distinta es que algunos accionistas quieran, como se ha dicho, sustituir al uno por el otro.
Demostración de poder
Cuando en una empresa la deuda supera los tres mil millones de euros, los culpables deben pagar por ello. Hasta ahora, solo han pagado los empleados despedidos. Ese es el pensamiento de determinados accionistas. Incluso, algunos que no tienen nada que perder lo han hecho público. Pero hasta ahora el fundador de El País cuenta con el apoyo necesario. Además, aún dispone de agenda suficiente como para demostrar su poder. Eso es lo que hizo, ni más ni menos, hace menos de un mes. Junto a su amigo Felipe González, expresidente del Gobierno, participó en un acto público donde no dudó en sacudir la badana, metafóricamente, a Aznar y Zapatero. No criticó, en cambio, al Gobierno de Rajoy. Lógico, si se tiene en cuenta que el Ejecutivo ha dado todas las facilidades imaginables para que Prisa no se derrumbe.