Hace cosa de una semana, David Beckham, estrella entre las estrellas, era fotografiado haciendo algunos recados por la ciudad acompañado de su hija. El ex futbolista se mostró muy atento con el hijo de unos amigos con los que se encontró por la calle, y ante las quejas de su propia hija, se la llevó a comprar un helado. Rápidamente, las revistas se encargaron de aplaudir este gesto y calificarle como ‘padrazo’. Lo mismo ocurrió cuando llevó a sus propios hijos al desfile que su madre en Nueva York o cuando acude con los mayores a practicar algún tipo de deporte. Cualquier gesto del ex deportista hacia sus retoños es digno de mención y alabanza. Pero, exactamente, ¿qué hay de extraordinario en la actitud de Beckham? ¿Acaso no son las obligaciones que vienen ligadas a la paternidad?
El caso del futbolista no es único. Cada vez que Chris Hemsworth sale de paseo con sus hijos, los reportajes se apresuran a destacar la faceta de padre del actor, aprovechando, si viene bien, para hablar del descanso de Elsa Pataky y de la ayuda que le presta su marido. Y así con cualquier famosos que lleva a sus hijos a la playa, a la montaña o a un parque de atracciones. Sin darnos cuenta, hablamos de ‘padrazo’ por el simple hecho de pasar tiempo con vástagos, como si eso fuese un hecho insólito, como si no nos diéramos cuenta de que así perpetuamos el estigma de que el padre dispone de tan poco tiempo por estar siempre trabajando que, cuando encuentra un hueco para sus hijos, debemos darle una palmadita en la espalda. ¿Y las madres? ¿Cuándo vamos a hablar de ‘madrazas’?
Derribar estereotipos
Lo de celebramos en los padres pasa totalmente desapercibido en las madres. ¿Por qué cuando Beckham lleva a su hija en brazos es un padrazo y cuando lo hace Victoria nadie comenta nada? ¿Por qué Jamie Dornan es un padrazo cuando carga con su hija de camino al coche y cuando lo hace su madre ni si quiera nos preocupamos en mencionarla? Nótese, además, que el fenómeno de los ‘padrazos’ siempre va ligado a hombres guapos, fuertes y atractivos -todavía no hemos visto que nadie se atreva a decir que Kiko Rivera es un ‘padrazo’ cuando recoge a su hijo de casa de su madre-. ¿Acaso ser sexy impide ejercer la paternidad con todas sus consecuencias? ¿Acaso son demasiado guapos para cambiar pañales y llevar a los niños al parque? Está a punto de explotarnos la cabeza.
Los micromachismos, pequeños detalles de la vida diaria que no hacen más que favorecer la posición del hombre heterosexual, acechan en cada esquina. Y, evidentemente, la crónica social tampoco está a salvo. Nadie parece poner el grito en el cielo cuando Lourdes Montes, mujer de Fran Rivera, declara que su marido no pisa la cocina y que ella no carga con las maletas, que no lo planearon, que simplemente ha sucedido -nosotros sí lo hicimos en el repaso a las revistas de cada semana-. Nadie pregunta a los famosos cómo consiguen conciliar su vida profesional con la familiar ni cómo se las ingenian para estar tan estupendos teniendo a varios niños a los que criar. Parece que únicamente son padres cuando llevan a sus hijos a la playa y, encima, en ese caso, no son padres, son ‘padrazos’.
¿Por qué pensamos que Olvido Hormigos es mala madre por salir por la noche y no juzgamos con el mismo rasero a cualquier otro hombre popular? ¿Por qué nos sorprendemos cuando una famosa acude a un evento sin sus hijos y ni lo tenemos en cuenta cuando lo hace un famoso? El machismo llama a nuestra puerta en todo tipo de ocasiones, incluso en las que consideramos más frívolas, y debemos actuar en consecuencia. Ya va siendo hora de derribar estereotipos, ¿no?