Jean Paul Gaultier se despedía del prêt-à-porter en la semana de la moda de París con la aparición estelar de una de sus musas, Rossy de Palma, que aprovechaba para quitarse el vestido en un abrir y cerrar de ojos, y quedarse con un corsé, levantando el aplauso del público. Del presente, claro, ya que en las redes sociales empezaron a cuestionarse la necesidad del espectáculo. ¿Por la calidad del mismo? Pues claro que no. Rossy de Palma es una mujer rotunda, alta, grande, curvilínea y que nunca ha dejado indiferente a nadie. ¿Nos hubiésemos encontrado con el mismo revuelo si, en lugar de Rossy, se hubiese desnudado Gisele Bündchen? Evidentemente, no. El peso de las famosas se ha convertido en una cuestión de estado. No importa si es por exceso o por defecto, la cuestión es hacerse eco y, de paso, posicionarse, como si fuésemos tertulianos hablando de Podemos.
El caso más sangrante -y absurdo- ha sido el de Tania Llasera. La presentadora, cuyo mayor éxito mediático fue el salto a Telecinco cuando todavía no nos habíamos acostumbrados a verla en La Sexta, ha engordado. No mucho, pero sí lo suficiente para que se note. ¿Y qué?, pensarán. Ajena a la polémica que estaba a punto de formarse, Llasera acudió a la semana de la moda de Madrid y se dejó fotografiar -¡pecado!- con su nueva figura. Rápidamente, ríos de tinta virtual empezaron a especular acerca del cambio de peso de la presentadora, obligándola a intervenir, vía Twitter, para tratar de calmar los ánimos. Pero como eso nunca es suficiente, aprovechó una intervención en Sálvame -donde había acudido para hacer una promoción- para aclarar que había dejado de fumar y que por eso había cogido unos quilos. ¿Era necesaria la excusa? ¿Y si, simplemente, había decidido que se encontraba mejor estando un poco más rellenita? ¿Tanto nos importa?
La tiranía de la estética es difícilmente evitable
Pues no se quedó ahí la cosa. A los pocos días, la presentadora volvió a Sálvame para romper, en directo, una báscula a martillazos y declarar que se había sentido muy a gusto haciéndolo. “Este es un programa con target juvenil. Estamos en horario juvenil. Quiero que esto sirva para algo para la gente joven”, declaró la presentadora. Y no podemos más que darle la razón.
Cuando pensábamos que el peso de las famosas ya sería una cuestión de menor importancia, nos damos cuenta que todavía continuamos con las mismas. Aunque, claro, si pensamos que el mayor reproche que se le ha hecho a la hoy reina Letizia es su delgadez -mucho más allá de analizar su trabajo como representante de la jefatura del estado-, ¿cómo no iban a levantar ampollas las tallas de más de Tania Llasera? Eso sí, mientras tanto, alabamos el moda de las curvas pronunciadísimas que se nos transmite desde Estados Unidos, con el culo de Kim Kardashian como principal exponente.
La delgadez, en televisión, en los medios en general, es sinónimo de éxito. El propio Jorge Javier Vázquez, mientras mostraba su apoyo a Tania Llasera y la animaba a sentirse cómoda en su cuerpo, vive obsesionado con los quilos de más, tiene pesadillas con que su público le vea más gordo y admite pesarse constantemente. Y es que la tiranía de la estética es difícilmente evitable. No nos extrañaría que dentro de muy poco, Llasera renegara de sus quilos y volviera a tener la figura que tantas portadas y piropos le ha generado.
Ganar peso, si es por salud, está bien, pero estar delgado es mejor. Eso es lo que nos dice la televisión. Y nosotros, aún sin quererlo, le hacemos caso. ¿O es que nadie ha reparado en el cambio de peso de Terelu Campos? Pero no se preocupen, es que la cámara engorda diez quilos y, claro, más vale no llegar que pasarse. Por favor, pasemos página, dejemos que cada uno sea como quiera y hablemos de otra cosa, aunque sea del tiempo.