Ahora que las caceroladas se convierten en los nuevos aplausos y el facherío se queja por no poder levantar la ventana de sus negocios, todo parece tocado por un aura radioactiva. Tráeme el palo de lo golf, qué digo, la fregona… que me voy a electrocutar. A este punto acabaremos componiendo una versión de L'Estaca para la meseta.
Son las tres de la tarde de un domingo de primavera, el día 63 de estado de alarma. No hay toros en Las Ventas, ni ópera en el Real tampoco Meninas en Los Jerónimos. Medio confinada o a medio liberar, Madrid se enrabieta. Núñez de Balboa aquí, Chamartín allá o Ferraz acullá. Nos tosemos aporreando una olla. Drenamos juntos porque a este bote no hay quien lo reme.
A las tres y cuarto de la tarde, cuando ya los jugos gástricos aprietan, Matías Prats entrevista al cardenal Richelieu, perdón, quise decir al vicepresidente Pablo Iglesias. Al morado sólo le falta la mitra o el gato de Angora en el regazo para sobarlo a conciencia mientras enlentece sus respuestas, como lo haría un mafioso antes de la ejecución de su víctima.
Prats pregunta e Iglesias contesta en modo indulgente. Arrastra las palabras, con voz impostada y parsimonia de estadista... o secuestrador. El presentador de los informativos de Antena 3 apela a la fórmula clásica de la buena entrevista: un asunto por pregunta y directo diana.
Prats pregunta e Iglesias contesta. Arrastra las palabras, con voz impostada y parsimonia de estadista... o secuestrador
“Ya estamos saliendo de la emergencia sanitaria, del duro confinamiento, y lo vamos a hacer con la mayor tasa de víctimas mortales por habitante de prácticamente todos los países del mundo, ¿qué ha hecho mal el gobierno del que usted es vicepresidente para arrojar esos datos?”, preguntó Prats, ortodoxo, con el usted por delante.
Iglesias contestó pidiendo “lo primero, prudencia”. “Seguimos en situación de emergencia sanitaria”. Al vicepresidente social se le destiñó, de a poco, el tono ecuménico. “Ojo Matías, estamos muy lejos de superar una situación de emergencia sanitaria que es mundial, que los datos que llegan de otros países son alarmantes, mucho peores de los que estamos viendo aquí”, contestó Iglesias.
La estocada, con puntilla incluída, la puso Prats como la guinda en el pastel al preguntar por las residencias de ancianos, que pasaron a formar parte de las competencias de Iglesias. Como a la mayonesa, se le cortó el tono parroquial al vicepresidente, que volvió a las fórmulas de antaño, repartiendo propaganda como las ostias que reparte un cura enrabietado y oscuro, en la penumbra de un confesionario.