Óscar López ha vuelto, y se nota. El que fuera jefe socialista en Castilla y León y número dos de Rubalcaba, con los peores resultados electorales en ambos puestos, ha sustituido a Iván Redondo como fontanero mayor de La Moncloa. Si su antecesor se estrelló en las elecciones madrileñas del 4M, él se somete ahora a la prueba del 13F en las castellanoleonesas. Su arma secreta consiste en que las candidaturas de la que llaman España vaciada logren unos buenos resultados para poder sumar.
El sanchismo ha liquidado ya cualquier resto de proyecto político autónomo del PSOE. Cuando Luis Tudanca, el candidato socialista, colocado ahí por López precisamente, declaraba en Madrid hace unos días que estas plataformas provinciales son útiles, y pueden ser sus aliadas, explicitaba que el viejo partido, sin agenda propia, está dispuesto a adoptar cualquier otra. Ninguna sorpresa.
Mientras el PP se marca como objetivo lograr la mayoría absoluta, los sanchistas de Castilla y León aspiran a que se repita la sorpresa de Teruel Existe que logró un diputado decisivo para hacer presidente a Sánchez. Esperan que, con suerte, las candidaturas rurales de Soria, Salamanca, Burgos, Valladolid y Palencia, con otras que repiten en León y Ávila, logren representación y puedan hacer presidente a Tudanca.
Todas estas iniciativas excavan en la misma veta. Intentan reproducir una práctica de chantaje al Estado, esa en la que nadie supera a los nacionalistas vascos. Buscan la opción de poder arrancar “cupos” provinciales a cambio de su voto en las negociaciones presupuestarias. Pretenden convertirse en los PNV de la España vacía. Esa es al menos la motivación que confiesan.
Despropósitos similares a los del ministro Alberto Garzón que, desde una exhibición de ignorancia, desprestigia productos de un país que es el octavo exportador mundial de alimentos
El problema es que la estratagema del cupo supone una paradoja para los intereses de la España menos poblada. Se postulan como misioneros del medio rural, pero, en el mismo bloque que los independentistas, contribuyen a debilitar la cohesión nacional sin la que es imposible construir el equilibrio territorial que demandan. Su éxito se mide, no por proyectos de desarrollo cuantificables sobre despoblación o reactivación rural, sino por su capacidad de decisión en los parlamentos.
Se nutren del libro de Sergio del Molino -La España vacía, 2016-, donde la tesis central es que la despoblación habría sido provocada por Franco, que “propició el éxodo rural que causó el Gran Trauma que hizo insalvables e irreversibles los desequilibrios entre el campo y la ciudad”. ¿Migraciones franquistas? Despropósitos similares a los del ministro Alberto Garzón que, desde una exhibición de ignorancia, desprestigia productos de un país que es el octavo exportador mundial de alimentos. O a los de otro ministro, Luis Planas, que engaña a los agricultores con un supuesto control de precios por decreto.
No tiene mejor nivel el documento presentado en el Congreso de los Diputados el pasado mayo por el movimiento de la España cacía como “Modelo de desarrollo para afrontar el reequilibrio territorial urgentemente”. Un texto elaborado por académicos trasnochados con lenguaje de los tiempos de Maricastaña, 341 páginas de nada con retórica hueca propia de reaccionarios que se pelean con la realidad.
El modelo plantea propuestas inanes, frases huecas. Para lograr objetivos tan nobles hay que “hacer todo lo que haya que hacer”. Y así, página a página
Como ocurre con los activistas anti-mercado, se concentran en disparar contra los efectos inevitables de las economías de aglomeración, y no en gestionar resultados geográficos no deseados con políticas territoriales solventes. Con ideas del siglo XIX ante una geografía propia del XXI, el documento fue presentado por el diputado Tomás Guitarte, tratado por sus colegas aspirantes a reproducir el éxito de Teruel Existe como un pariente al que le hubiera tocado la lotería.
El “modelo” reproduce un discurso inane con frases tan huecas como “un giro de 180º a la tendencia de la despoblación y a la crisis funcional del medio rural” o deseos tan etéreos como que las industrias “deben ubicarse en las zonas despobladas”. Para lograr objetivos tan nobles hay que “hacer todo lo que haya que hacer”. Y así, página a página.
Las 101 medidas presentadas son una mirada al pasado, desde la apuesta “por un tren convencional sostenible y vertebrador” a una organización inviable de los servicios públicos como si los núcleos rurales fueran ciudades en pequeño. Nada que no se pueda encontrar, con las mismas pautas de modelo mental zombi, en las “130 Medidas ante el Reto Demográfico” del gobierno de Sánchez, redactado en paralelo al de estos aspirantes a PNV de la España vacía.
No sé qué resultados tendrán estas candidaturas el 13F, pero sí se puede anticipar que no aportan solución real alguna
Verborrea destinada a pescar votos rurales con los que negociar para hacer presidente ahora a Tudanca, como antes a Sánchez, y mañana al que toque. Como si no existieran evidencias sobre los procesos de concentración de población en todo el mundo -más intensos aún en París o Londres que en Madrid- que redefinen las funciones de los espacios geográficos, analizados por expertos como Andrés Rodríguez-Pose, el geógrafo español más reconocido internacionalmente. Se trata de Geografía, algo más complejo que vacío-lleno, o que considerar el éxodo rural como si fuera exclusivo de nuestro país. El respeto por los habitantes del mundo rural, permanentes y vinculados, exige una mirada más seria.
No sé qué resultados tendrán estas candidaturas el 13F, pero sí se puede anticipar que no aportan solución real alguna. Además, las luchas territoriales de todos contra todos generalizadas en el país nos remiten a la pre-política, a la irracionalidad de las tribus, a lo que Steve Pinker denomina el “sesgo que nos divide”. De “Soria ¡Ya!” a “León solo”, todos estos movimientos nada aportan frente a nuestros problemas de cohesión territorial.
Estados de opinión fabricados, en los que la culpa de nuestros problemas siempre está fuera, sea en Valladolid o en Madrid
Se sabe que atizar conflictos entre identidades, asesinas como las califica el escritor libanés Amin Maalouf, provoca, además de polarización, pobreza. Muchos estudios, como uno publicado recientemente por el Banco de España, lo demuestran. Estados de opinión fabricados, en los que la culpa de nuestros problemas siempre está fuera, sea en Valladolid o en Madrid, tiene mucho que ver con las malas noticias que recibimos de Eurostat sobre países europeos que nos van superando en renta, uno tras otro.
Desgraciadamente, el sanchismo pone al gobierno, especialmente en la gestión de los fondos europeos, al servicio de un juego de repartijas. Cómo explicar, si no, que Antonio Hernando, otro de la pandilla, pase de ser director general de Acento, la consultoría creada por el exministro José Blanco para la “interlocución en las principales instituciones del Estado”, al lugar de Moncloa donde se decide la distribución del dinero de Europa. Y con transparencia cero.
En fin, en manos de Pedro Sánchez, que ha decidido no gobernar para seguir en el Gobierno, a España se le va poniendo cara de Argentina peronista, hoy ya al borde del colapso. En esas estamos.