El sanchismo en todo su esplendor. El discurso en el Liceo y los indultos a los golpistas han dejado al aire la médula espinal de la política sanchista: la mentira, la negligencia y la cesión a los que quieren romper el orden constitucional y España. No basta con que el país se haya hundido por la mala gestión de la pandemia que trató de ocultar para celebrar el 8-M del 2020. No es suficiente con que la hemeroteca de Sánchez sea su contradicción constante. Ahora toca humillar al poder judicial y al Estado de Derecho regalando un indulto como amnistía encubierta a golpistas no arrepentidos.
Ni siquiera ha tenido la decencia de presentar los indultos primero en el Congreso de los Diputados, donde reside la soberanía nacional, sino en el Liceo de Barcelona. La propaganda antes que el respeto a la democracia. El desprecio está en el sentido de la política autoritaria del sanchismo de restar la presencia y el poder de las instituciones que puedan fiscalizar al Gobierno.
Si el anuncio tuvo pitidos y gritos en el Liceo, imagínense lo que hubiera pasado en el Congreso, que tendrá que esperar al día 30. Y lo hará enmascarando los indultos en un debate sobre las reuniones de la comisión europea de mayo y junio, al objeto de hurtar a la Cámara baja un debate monográfico. Hizo lo mismo con el estado de alarma.
Sánchez se ha puesto de rodillas, e intenta convencernos de que es por el bien de España, cuando es al revés
La evidencia es que el PSOE ha dejado de ser un partido con sentido de Estado para convertirse en una banda de apoyo al jefe. Una prueba fue la intervención de Ábalos el domingo, diciendo que da igual que los indultados no hayan pedido el indulto, no se hayan arrepentido, y que insistan en que van a repetir el golpe. ¿Merece la pena todo esto para que Sánchez siga un par de años en la Moncloa? ¿Es necesario desarmar al Estado, insultar a la democracia, humillar al poder judicial, al Rey y al Congreso, solo para que Sánchez mantenga sus apoyos parlamentarios?
Sánchez se ha puesto de rodillas, e intenta convencernos de que es por el bien de España, cuando es al revés. El presidente ha convertido a los españoles en rehenes de su ambición, malvendiendo nuestra Constitución, libertad y democracia, la soberanía que instruye todo el sistema, solo para satisfacer a unos grupos políticos minoritarios, supremacistas y autoritarios que nada ofrecen al resto del país salvo dejar la violencia.
Indulto y sedición
Junqueras confesó que la cesión de Sánchez muestra la debilidad del Estado, y dijo poco. En realidad, la genuflexión sanchista es la demostración de la victoria golpista, y la derrota de España en Europa. La pretensión de Sánchez es asegurarse de que Estrasburgo va a tumbar la sentencia condenatoria del Tribunal Supremo español. La estrategia jurídica del sanchismo pasa por el indulto masivo, la rebaja de la pena de sedición en el Código Penal, y la creación de una mesa bilateral que dé legitimidad a los condenados. En estas circunstancias, Estrasburgo dirá que la sentencia está fuera de lugar. Lógico.
De esta manera se habrá culminado la humillación del poder judicial, y con él de todo el sistema democrático español. Será una burla a la soberanía nacional manifestada en las urnas porque Sánchez no se presentó a las elecciones de noviembre de 2019 diciendo que concedería un indulto a los golpistas y que retorcería la mano al poder judicial. Todo lo contrario. Dijo que traería a Puigdemont a España para que lo juzgara un tribunal, y que nunca pactaría con los independentistas. Es un fraude. Es la demostración de una enorme corrupción moral.
Sánchez ha hablado en el Liceo de crear un “nuevo proyecto de país”. Este adanismo irresponsable lo ha acompañado con una batería sentimental para convencer a los españoles
El Estado de Derecho español va a tener una derrota monumental para que Sánchez tenga una victoria pírrica que nadie va a compensar a los españoles. Ahora van a por el Tribunal Constitucional para que encaje en el texto de 1978 la voluntad sanchista. Por supuesto, esto está pactado con el independentismo porque desean desarmar a la institución que impidió en 2010 el Estatuto soberanista de 2006.
El conjunto es una reforma del sistema democrático por la puerta de atrás a través de la humillación de las instituciones, la legislación parcial para anular la separación de poderes, y la ampliación de las competencias de las autonomías con gobiernos independentistas. De hecho, Sánchez ha hablado en el Liceo de crear un “nuevo proyecto de país”. Este adanismo irresponsable lo ha acompañado con una batería sentimental para convencer a los españoles. “Son las emociones, idiota”, dijo el gurú, pero ya no cuela.
División en la sociedad
El sanchismo no ha calibrado el impacto que el golpe ha tenido en la población española, y menos aún esta cesión a los golpistas que rechazan los indultos y no se arrepienten. No ha medido tampoco la división que produce en la sociedad, ni el fiasco electoral que va a suponer para el PSOE.
La factoría de Moncloa piensa que nos olvidaremos en dos años gracias a fuegos de artificio como el anuncio del fin de la obligatoriedad de las mascarillas, y la lluvia de millones de euros europeos. Fracasarán, como quedaron en ridículo con su “España 2050”. No ha pensado que el procés continúa y que las exigencias aumentan cuando ven a un Estado débil en manos de un presidente sin principios.