Opinión

Feijóo asoma la patita

-En un año ha reformado el partido. En dos meses llegará a la Moncloa y pretendéis que en cien días refunde España. No le metáis tanta presión.

El equipo de Feijóo pide calma. El ritmo del nuevo PP es tranquilo y minucioso, co

  • El presidente del Partido Popular Alberto Núñez Feijóo

-En un año ha reformado el partido. En dos meses llegará a la Moncloa y pretendéis que en cien días refunde España. No le metáis tanta presión.

El equipo de Feijóo pide calma. El ritmo del nuevo PP es tranquilo y minucioso, como un miniaturista medieval. Del tancredismo de Rajoy y los espasmos de Casado se ha pasado a un caminar sereno, ajeno a los agobios de las agendas y a los retos del calendario. ¡A qué las prisas! Primero hay que ganar y luego, gobernar, se escucha en el núcleo duro de Génova, esto es Tellado, Mar y Marta, las tres patas del poder gallego que controlan la serena ofensiva de la derecha.

La masiva estampida de altos cargos del Gobierno socialista rumbo a las listas electorales anuncian el inevitable hundimiento. Pedro Sánchez ya no disimula. Ha metido en puestos de salida a sus fieles y amiguetes, los ha colocado a buen recaudo para evitar la catástrofe. El caso paradigmático de lo que sucede en Ferraz es el de la directora general de la Guardia Civil, Mercedes Fernández, que apenas llevaba dos meses en el cargo y ha dado el salto a la candidatura de Madrid. Una espantada en toda regla. Una deserción vergonzante. Una afrenta a la Benemérita, se oye a los miembros del Cuerpo, deshonrado sin tregua por el ministro del ramo. Una fruslería, podría decirse, en comparación con la ignominia de colocar a la pareja del exjuez Garzón al frente de la Fiscalía de Memoria Democrática, creada recientemente a la medida de Dolores Delgado, su ahora titular, en contra del criterio de los fiscales y a cuarenta días de unas generales.

Con tanta faena pendiente resulta difícil encontrar algo de tiempo para reconstruir el Estado, refaccionar el estropicio que deja el quinquenio del progreso, tan devastador como la voladura de la presa Kajovka

Hay mucho estropicio que arreglar una vez 'derogado' el sanchismo. Es justo ahí cuando emergen los interrogantes. ¿Cuáles son los planes de Feijóo? ¿Qué aspecto tiene su proyecto para España? Apenas hay respuestas en un equipo en el que la discreción es la norma donde el que abre la boca no sale en la foto. De momento, Cuca Gamarra se afana en cerrar un programa electoral para el 23-J. Una colección de fruslerías que jamás se leen ni, por lo tanto, se cumplen. Elías Bendodo apaña las candidaturas y Borja Semper enmienda desaguisados. Con tanta faena pendiente resulta difícil encontrar algo de tiempo para reconstruir el Estado maltrecho, para refaccionar el estropicio que dejan tras de sí los vándalos del progreso, tan brutal como la voladura de la presa de Ucrania.

Las dudas surgen cuando Feijóo, preguntado en lo de Alsina sobre quién será su ministro de Economía, responde aquello de "le puedo asegurar que alguien que sepa de economía. No tenga usted ninguna duda".

¿Será todo así? ¿Andará todo en pañales? Quizás en Génova no se animen a adelantar nada por mera cortesía hacia Vox, con los que, indubitablemente, deberán compartir Gobierno. O pacto de investidura. O programa. O vaya usted a saber.

No ocurrirá como con Rajoy, que llegó a la Moncloa sin un plan, sin un proyecto, tan sólo armado con la subida de impuestos de Montoro, que dinamitó la legislatura

Seguro es que ahora no ocurrirá como con Rajoy, que, cuando aterrizó en la Moncloa, llegó con el portafolios vacío. Ni un plan de acción, ni un paquete de medidas urgentes, ni un catálogo de inaplazables iniciativas. Tan sólo, la subida de impuestos de Cristóbal Montoro, esa delicia socialdemócrata que destrozó la legislatura conservadora. El equipo de Feijóo parece más diligente. Al menos eso trasciende de quienes visitan estos días algunos despachos de Génova. Por allí pululan los Pablo Vázquez, Román Escolano, Fátima Bañez y algún otro nombre brillante que conforman la sección económica liderada por Juan Bravo. Se supone que también menudea por la zona gente afanada en otras especialidades, aunque apenas trascienden esos esfuerzos y, menos aún, esos nombres. Cuando se pregunta por el futuro ministro de Justicia se escuchan carcajadas que resuenan hasta el banderón de Colón

De ahí el entusiasmo informativo que despiertan algunas concesiones que regala estos días el líder gallego, todo prodigalidad. En respuesta a las urgencias de Sánchez por llevar de nuevo a los españoles ante las urnas, el candidato del PP ha desvelado en la mentada intervención radiofónica resquicios sobre sus siguientes pasos. Bajo el lema rumboso de "derogar la mentira, el engaño, la soberbia, el sectarismo, es decir, el sanchismo", se alinean una serie de decisiones de enorme calado, la encarnadura del cambio. Por un lado, la fulminante demolición de algunas leyes pestíferas, como la de Memoria Democrática, la ley Trans, la restauración del delito de sedición y malversación, la implantación de multas a quienes contravengan la sentencia del Supremo sobre la enseñanza del español en Cataluña y algún que otro remiendo fundamental. Restaurar la primigenia reforma laboral y darle una vuelta a la ley de eutanasia con la asistencia de profesionales en la bioética. Ah, y un par de anuncios previsibles pero que invocan al rataplán: La voladura de los Ministerios de Igualdad y Consumo, creados tan sólo para acoger las posaderas de dos ilustrísimos/as berzas, y el reagrupamiento de los ministerios de Cultura, Educación y Univeridades, disgregados ahora en respectivas e innecesarias carteras. Asoman quejiditos por la derecha sobre lo inconveniente de reconvertir Cultura en una secretaría de Estado. Ni que fuéramos Macron. Sabido es que ni Hitchcock ni Fitzgerald precisaron de ministerio o subvención alguna para crear sus piezas maestras.

Desconocen, en segundo término, que más que los Trump o Bolsonaro se llevan ahora los mandatarios melifluos, como el alemán Scholz o el británico Sunak. La 'ola reaccionaria' es una fake boba de Bolaños y López

Que no afloje Feijóo, ruegan los escépticos, tentados de votar a Vox para que imprima firmeza a la que, piensan, flojera del aspirante popular. Quienes así piensan, ignoran, en primer lugar, cómo actuará el líder de la derecha una vez se aposente en la Moncloa. No es lo mismo gobernar con la absoluta en Santiago que hacerlo con una mayoría ajustadita en Madrid. En segundo término, parecen desconocer que, más que los Trump o Bolsonaro, se llevan ahora los mandatarios blanditos, como el alemán Scholz o el británico Sunak. Esa 'ola reaccionaria' es una fake de Bolaños y López (Óscar). Y en tercer término, que tal es la dimensión del cataclismo al que deberá enfrentarse que no habrá opción para la endeblez o la duda.

"Estaba preparado, os sorprenderé con mi firmeza", confesó Baltasar Gérard antes de dar muerte a Guillermo de Orange de certero disparo. Feijóo, de momento, ya ha enseñado la patita y resulta más fiera de lo que algunos sospechan. No hay opción para el chasco o le ocurrirá como al toro enmaromado de Benavente, que arrancó el recorrido con fiereza y se durmió a la mitad. Lo empaquetaron en el cajón y derechito al matadero, entre el pasmo y la ira de los presentes, que acababan de estrenar alcalde. Eso sí es meter presión.

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