El jueves 8 de marzo, Florentino Pérez celebró su 71 cumpleaños en un estado cercano a la felicidad. El Real Madrid, el club de fútbol de su propiedad –como si lo fuera- que le sirve para hacer negocios en cualquier lugar del mundo, acababa de reducir a cenizas a los nuevos ricos parisinos que con capital árabe amenazaban con provocar un vuelco en el orden jerárquico del balompié mundial, y ese mismo día estallaba en los medios la noticia de que la concesionaria de autopistas italiana Atlantia y la constructora española ACS se hallaban en conversaciones avanzadas para dejar de pelearse por Abertis y repartirse a pachas la concesionaria catalana, ahorrándose en el camino una buena pasta. De modo que el gran Floro no tenía tiempo para contestar las felicitaciones que se agolpaban en su móvil.
-Te dije que esto lo ganaba seguro.
La frase se había convertido en un comodín que el tycoon colocaba en cualquier conversación en cuanto alguien le preguntaba al respecto. “Yo siempre he estado muy tranquilo, porque sabía que este envite no lo podía perder”.
-¿Y los italianos están de acuerdo?
-A la fuerza ahorcan. Llevamos con esto tres semanas y está hecho.
Y tanto que está hecho o lo parece, y así lo entendió el mercado el mismo día 8, jornada de movilización femenina, con llamativas subidas en bolsa tanto de Atlantia como de ACS y severo castigo para la cotización de Abertis. El mercado dictaba sentencia y apuntaba ganadores y perdedores en esta batalla que reúne los requisitos capaces de poner en solfa la libre competencia y configurar los perfiles de una economía imperfecta, cuasi intervenida, donde los ricos del lugar siguen haciendo negocios a la sombra del poder político. “Capitalismo de amiguetes” lo llaman, capitalismo castizo que se ha vuelto a poner de tiros largos para dar vida a una operación que sonrojaría a cualquier Gobierno liberal, una de esas componendas que se dieron con fruición a lo largo y ancho de la Transición y que a estas alturas muchos creían ya superadas.
Con idea de crear la mayor concesionaria europea de autopistas, con cerca de 13.600 kilómetros de vías gestionadas, Atlantia anunció el pasado 14 de mayo el lanzamiento de una OPA por Abertis a 16,5 euros por acción, lo que implicaba valorar la catalana en 16.341 millones. Como los milagros no existen, tal vez convendría mencionar aquí que hasta hace poco la concesionaria catalana era una multinacional de las infraestructuras que gestionaba aeropuertos, zonas logísticas, telecomunicaciones y autopistas. A partir de 2012, Francisco Reynés, vicepresidente, CEO y hombre fuerte, comenzó una política de venta de activos que pocos entendieron, destinada a mejorar la rentabilidad a corto, tener contentos a los accionistas y cobrar él mismo un jugoso bonus anual. Todo se vendió menos las autopistas, sin que el avispado ejecutivo se preocupara de negociar con Fomento y la Generalidad la renovación de la concesión de las autopistas españolas, que expira entre 2019 y 2021. De modo que en abril del año pasado, cuando vio que el negocio empezaba a tocar hueso porque ya se había comido el jamoncito, viajó apresuradamente a Roma dispuesto a abrirse de piernas y ofrecer la pieza a Giovanni Castellucci (CEO de Atlantia) antes de que fuera demasiado tarde.
La aparición en escena de Atlantia sentó a cuerno quemado en el Gobierno Rajoy. Llueve sobre mojado. Las heridas de la operación Endesa, la compra por Enel de la que entonces era primera eléctrica española, están lejos de haber cicatrizado"
Esta es la verdad. Isidro Fainé, gran capitán del grupo Caixa, primer accionista de Abertis (21,55%), acaba de premiar a Reynés con un bonus de 10 millones por aceptar la presidencia de Gas Natural, cifra a añadir a los más de 8 cobrados por adelantado en la nómina de enero por el éxito de su gestión en Abertis. Capitalismo español. La aparición en escena de Atlantia sentó a cuerno quemado en el Gobierno Rajoy. Llueve sobre mojado. Las heridas de la operación Endesa, la compra por Enel de la que entonces era primera eléctrica española, están lejos de haber cicatrizado. El ente público italiano pagó una millonada, cierto, pero para resarcirse se ha dedicado a vaciar la sociedad hasta convertirla, despojada de todo aditamento multinacional, en una pequeña eléctrica, de la que repatría el 100% de los beneficios como dividendo, sin que la industria auxiliar española se coma un colín en forma de pedidos. Un éxito del gran Borja Prado, presidente de paja colocado por Enel para mantener abiertos los canales de comunicación con Moncloa.
Al caso Endesa hay que añadir la pésima experiencia acumulada en intentos previos de bancos y empresas españoles por crecer en Italia. Misión imposible. El Gobierno de Roma siempre se ha cerrado en banda, desacreditando la teoría de esa UE con vocación de mercado único. Ironías del destino, la OPA de Atlantia sobre Abertis se producía algo más de una década después de que en marzo de 2006 la concesionaria catalana planteara una operación de fusión por absorción sobre Autostrade (actual Atlantia) que fue vetada por el Gobierno italiano, reacio a ceder el control de activos estratégicos a una empresa extranjera. De modo que el Gobierno Rajoy decidió plantarse y pasar a cobro la letra de tantas ofensas. La coyunda de Abertis se iba a celebrar con Marta Sánchez, no con Mónica Bellucci. El argumento lo sirvió en bandeja Hispasat, el satélite de comunicaciones español que gestiona Abertis, considerado un activo estratégico.
Un caballero blanco para españolizar Abertis
¿Qué hizo el Gobierno –a través del titular de Industria, Álvaro Nadal- para vestir el muñeco de esa negativa? Buscarse un caballero blanco capaz de lanzar una OPA competitiva de la italiana y asegurar la españolidad de una de las pocas multinacionales con que cuenta este país. El problema es que, habas contadas, en el universo empresarial español solo había un candidato posible con envergadura bastante como para aceptar semejante envite: el inmarcesible Florentino Pérez, alias Floro, vieja gloria del capitalismo de amiguetes hispano, un hombre acostumbrado a hacer negocios con el Gobierno de turno desde sus tiempos de concejal de Urbanismo del Ayuntamiento de Madrid, y ha llovido. Florentino y su ACS, la constructora que, a mayor abundamiento, fue accionista destacada de Abertis hasta abril de 2012, cuando vendió el 10% que le quedaba en la concesionaria.
Y Florentino, un amigo con el que hemos hecho múltiples negocios, algunos tan indefendibles como el del almacén de gas Castor, se lanzó a la aventura no sin antes amarrar con el ministro las condiciones de un aterrizaje de emergencia en caso de que no se abriera el paracaídas o no hubiera agua en la piscina, que ya no estamos para reincidir en episodios tan vergonzantes, y sobre todo tan caros, como el de Iberdrola. Y, en efecto, el 18 de octubre ACS hizo pública la presentación de una contraopa por el 100% del capital de Abertis a través de su filial alemana Hochtief (71,7%), ofreciendo 18.600 millones, a razón de 18,76 euros por acción, mejorando así la oferta de Atlantia en casi un 14%. Echando mano de Hochtief, Florentino superaba el escollo que para una firma como ACS, que arrastra una pesada deuda, suponía hacer frente a un desembolso tan importante. Con todo, ACS y su filial han ido siempre muy forzados, muy justos, en esta operación, incluso en el actual escenario de tipos de interés.
El intrépido Nadal se ha asustado y ha optado por patrocinar un pacto entre opantes: se trata de salvar la cara negociando con los italianos una solución de compromiso consistente en repartirse los activos de Abertis"
Como es de imaginar, la familia Benetton, que es quien parte el bacalao en Atlantia, se agarró un enfado mayúsculo ante lo que no pasaba de ser más que un intento de torpedear una operación entre empresas privadas de la que deberían abstenerse los Gobiernos. Su cabreo les ha llevado incluso a sugerir la adopción de medidas legales ante instancias europeas, un asunto que ha preocupado a Nadal, ese antiguo liberal convertido ahora en un intervencionista ramplón, apenas interesado en la defensa del españolismo de las empresas. Con su crédito mermado dentro del propio Ejecutivo a cuenta del galimatías eléctrico, abandonado en este lance por el titular de Fomento, que discretamente ha hecho mutis por el foro, y enfrentado a un Luis de Guindos interesado en no enajenarse el apoyo italiano en su asalto al BCE, Alvarito se ha ido quedando solo en una batalla que, al margen del coste reputacional que para España supondría verse en los tribunales de justicia europeos, podría terminar teniendo un alto coste personal para él mismo. ¿Resultado? El intrépido Nadal se ha asustado y ha optado por patrocinar un pacto entre opantes: se trata de salvar la cara negociando con los italianos una solución de compromiso consistente en repartirse los activos de Abertis.
Una solución a la italiana que abarata la operación para ambas partes, en la que el citado Borja Prado (ex presidente de Mediobanca para España, el banco de los ricos accionistas de Atlantia) ha oficiado de Celestina, yendo y viniendo entre Roma y el ministerio de Industria (reuniones varias en el despacho del ministro como albacea de Pérez, pegado a Pérez –en el palco de Floro, en el avión de Floro, en la mesa de Floro- como una lapa en las últimos semanas), trabajando incluso este mismo domingo con Pérez con la intención de anunciar el martes a más tardar las tripas del acuerdo. Un Prado que muy bien podría terminar presidiendo la Abertis resultante de esta componenda. Ambas empresas se ahorran una pasta. En la teoría de los juegos, una “solución cooperativa”. Buena para unos italianos que, dispuestos a quedarse con la parte del león de Abertis (los activos franceses –responsables del 60% del Ebitda de la catalana- más los radicados en Latinoamérica), han terminado por entender que el Gobierno español jamás autorizaría una operación que no contara con un socio local, y que de esta forma se evitan tener que mejorar la OPA de ACS.
Una operación de tinte mafioso
Y para el propio Florentino, que llevaba tiempo susurrando al oído de Castellucci (“entre bomberos no nos pisemos la manguera”) y del Gobierno (“tenéis que echarme una mano, que se me hunde la cotización y fuisteis vosotros los que vinisteis a mi puerta”), y que ahora no va a necesitar apalancarse con el dinero que no tiene. Ni ACS ni Hochtief estaban para embarcarse en una guerra de OPAS. Pérez se quedará con la participación en Hispasat –y ya veremos a quién se lo colocamos después- y con las autopistas españolas, un asunto que indica a las claras la existencia de un compromiso previo del Gobierno para renovar la concesión en favor del millonario, porque en otro caso jamás el buen Floro se hubiera metido en tamaño embolado. Será divertido, en todo caso, escuchar al Gobierno argumentar el esquinazo a la subasta preceptiva para poner esas autopistas en manos, naturalmente, de Florentino. Ventajas también para un Isidro Fainé que, liberado de este enfrentamiento, va a tener ahora la oportunidad de iniciar la reparación de los puentes seriamente dañados con Moncloa.
Una fechoría más de una operación típicamente florentina, que no consigue mantener indemne Abertis (otra de las pocas multinacionales que se van por la alcantarilla), y que escarba en el oprobio de unas prácticas que nada tienen que ver con la libre competencia y sí con los amaños entre poderosos al margen del mercado. Pierden los accionistas de Abertis, entre ellos algunos de esos grandes fondos buitres que han quedado enganchados y que esperaban con fruición la mejora de la OPA italiana, y lo hacen por goleada por culpa de un ministrín tan sobrado de soberbia como falto de tacto y talento, que ha pretendido salvar su culo de un desastre que él mismo había propiciado. Un marrón de grandes proporciones para el consejo de la catalana, obligado a explicar lo inexplicable a sus accionistas, y no digamos ya para una CNMV una vez más burlada por el capitalismo de amiguetes. Un enjuague de tinte mafioso con cargo a los accionistas –también los hay pequeños- de Abertis. Viva el libre mercado.