Se explica el gesto serio que el miércoles noche lucía Mariano tras la aprobación de los PGE para 2018, la mirada huidiza, los hombros hundidos por algún insoportable peso, en un momento en que debería haber mostrado satisfacción por los cuatro costados, gozo por todos los poros, que no era para menos, le acababan de asegurar la legislatura, llegar hasta el final, eso que tanto le importa, durar, y sin embargo ahí estaba el careto del personaje, nunca muy favorecido por la madre naturaleza, cierto, el gesto contrito, el aire de hombre poco o nada contento, preocupado, más bien concernido por la inminencia de algún pedrisco cuyos efectos no iba a ser capaz de detener. Doce horas después, primera hora de la mañana de ayer jueves, 24 de mayo, tuvimos la respuesta. Seguramente él ya sabía el miércoles lo que se le venía encima, y hasta es muy posible que lo supiera todo, que fuera plenamente consciente del fango que la sentencia del “caso Gürtel” arrastraba para él, para su Gobierno y para el Partido Popular.
Sentencia durísima, que no deja de causar cierto estupor por cuanto grava con más años de cárcel el robo de fondos públicos que el asesinato de seres humanos. El PP es un cadáver que hiede a kilómetros de distancia. Lo sabemos desde hace mucho tiempo. Huele tanto que sirve incluso para blanquear otros cadáveres, el de Baltasar Garzón sin ir más lejos, desvergonzado Garzón que ayer sacaba pecho, querido Emilio, como factótum del caso, estrella por un día en La Cuatro y La Sexta, ave de rapiña agazapada en espera de su día de gloria, el momento bastardo de reivindicar con todo el morro que fue inhabilitado como juez por el Tribunal Supremo por haberse convertido en campeón de la lucha contra la corrupción, “Era mi obligación y sabia a lo que me arriesgaba”, dice sin pestañear, “sabía que podían venir consecuencias y las buscaron de una u otra manera”, es decir, venían a por mí, fueron a por él, querido Emilio, he ahí un mártir reivindicándose sobre la mierda del PP, un benefactor de la patria “como creo que he hecho toda mi vida”, por mucho que el TS, “de forma equivocada” (sic) dijera lo contrario. Garzón o Pablo Iglesias, ayer con el hacha, ayer con la guadaña echado al monte, también destilando lava ardiente desde la inmarcesible altura moral de su elegante chalete de La Navata.
El PP ha terminado por convertirse en una marca irrecuperable, tragada por el socavón de la corrupción
Aquí he escrito hace ya tiempo que el PP tendría necesidad ineludible de cambiar de sede y desde luego de siglas si pretendiera un remozado de imagen, cambio de mensaje incluido, pero hoy eso ya no es posible, ya no sería suficiente. Eso es agua pasada. El PP tiene que desaparecer como una antigualla de la historia. Partido clave en el desarrollo de la Transición, ha terminado por convertirse en una marca irrecuperable, tragada por el socavón de la corrupción. Porque no son las siglas, no, es la estructura humana de su dirigencia al completo, siempre dispuesta a tragar con todo sin rebelarse, la que tiene que disolverse. El PP es un cadáver y la sentencia de Gürtel que ayer conocimos ha venido a enterrarlo, a darle sepultura con el olor y el color de una bomba napalm. “Son cosas de hace muchos años” dijo ayer Mariano en una radio, antes de atreverse a reivindicar que “el PP es mucho más que 10 o 15 casos aislados”. Bien dicho: 10, 15 o 150 casos aislados. Al escarnio por la mediocridad.
Sentencia de punto y aparte
Lejos del cariz tópico que suele rodear este tipo de asertos, sí que parece que esta sentencia es un punto y aparte. Quizá incluso un punto final a toda una época. “Esto no es una trama del PP; es una trama contra el PP, que es otra cosa” dijo Mariano hace tiempo y tenía razón, pero una trama contra el PP tejida, o por lo menos consentida, por la indigencia, la culpa in vigilando, la incapacidad de un político siempre rebasado por las circunstancias para desempeñar con la altura de miras que el cargo reclama las funciones de presidente del Gobierno. Se va a enterar Mariano de lo que vale el peine de un Bárcenas indignado con la condena a 14 años de su mujer. “Sé fuerte, Luis”. Después de la desgracia Zapatero, los españoles eligieron la desgracia Rajoy. Elegimos. Y en esa esquina de la historia estamos, destemplados, ateridos, incapaces de adivinar las consecuencias, de avizorar lo que se nos viene encima, apostando con la fe de quien se juega la última carta a que la moneda de Ciudadanos salga cara y no cruz, porque en caso contrario no se adivina más solución que la de salir corriendo.
Desolador panorama de país. Esta misma semana, martes 22, detención de Eduardo Zaplana por la Guardia Civil como presunto reo de un delito de blanqueo de capitales; imputación paralela del secretario de Estado de Hacienda, número dos de Cristóbal Montoro, por posible prevaricación y malversación siendo alcalde de Jaén, y horas después, al caer la tarde, Íñigo Méndez de Nada, tribuna del Congreso, debate sobre los Presupuestos, anunciando, seña de identidad de país dispuesto a dejarse ir por el sumidero de la irrelevancia, que para lograr beca matricula en la Universidad los estudiantes solo tendrán que exhibir un 5 pelado en su currículum. Ayer mismo, y junto a lo de Gürtel, macrorredada de la UDEF en Barcelona en busca de documentación sobre el supuesto desvío hacia el prusés de fondos públicos destinados a la ayuda al desarrollo. Los jueces parecen los vigilantes de la playa empeñados en evitar el naufragio, dispuestos, con la ayuda de la Guardia Civil, a rescatarnos de la mexicanización definitiva, a impedir que este país se eche definitivamente a perder.
Una sentencia que lo cambia todo, vino a decir ayer Albert Rivera, aludiendo a la posibilidad de que Ciudadanos opte por retirar su apoyo al Gobierno precipitando la convocatoria electoral. “No habrá paz para los cobardes y los corruptos”. Sentencia, en fin, que contamina todas las cosas que haya podido aportar el PP en estos 40 años de Transición, que sin duda han sido muchas, y que hunde en la miseria a esa militancia de centro derecha que, de buena fe y sin esperar medro a cambio, durante décadas prestó su ayuda al partido y regaló su precioso tiempo en tareas destinadas al beneficio colectivo. ¿Todos corruptos? Indudablemente no. La ausencia de una respuesta adecuada, una explicación coherente, por parte de Moncloa a lo que significa esta sentencia es quizá el peor insulto que Mariano podía dedicar a esos miles de militantes honrados, además de ser un golpe muy duro para la autoridad moral de nuestras instituciones. “Esta sentencia trastoca la estabilidad de la legislatura”, dijo ayer Rivera. “España necesita un Gobierno limpio y fuerte para protegerse del separatismo en este momento tan crucial”. Habrá que estar atentos.