La noche del 2 de diciembre de 2018, Pedro Sánchez ganó dos veces. Susana Díaz solo era la lista más votada y en el PP celebraban como una victoria el peor resultado desde los tiempos de Gabino Puche. La enemiga quedaba fuera de combate. La otra victoria de Sánchez fue la irrupción de Vox por la derecha del Partido Popular. Al PP le salía un extremo, como al PSOE le surgió Podemos, dispuesto a sustituirle. Las negociaciones para la formación de gobierno andaluz, ahora puestas en cuestión por Vox con su enmienda a los presupuestos, hicieron junto a la foto de Colón el resto del trabajo. La caída en desgracia de Díaz y la aparición de Vox le sirvieron a Sánchez un plan en bandeja de plata para los siguientes meses. El resultado no puede ser mejor para el presidente del Gobierno. La campaña electoral sin Vox y con Susana Díaz en San Telmo hubiera sido diferente. Tal vez ni siquiera se hubieran celebrado todavía las elecciones generales.
Antiguos altos cargos de Rajoy y barones distantes de Casado creen que Sánchez ha ganado porque ha sabido situarse en la centralidad. Muy pronto se les ha olvidado a los sorayistas, con quienes se alió Sánchez para desalojarles del poder. Según Sánchez, el Gobierno de Rajoy era la derecha más extrema y corrupta de Europa, la que gobernaba para los ricos. Los que ahora ensalzan a Sánchez, algunos buscando un hueco, prefieren olvidarse de quienes les derrotaron en la moción de censura para mirar con rencor a Pablo Casado.
El presidente del PP tiene en su debe haber obviado por completo al equipo de Rajoy y a los veteranos. Demasiada ansiedad y exceso de prisa por recuperar el terreno tras la herencia recibida. No vio Casado que no tenía remedio a corto plazo. Sánchez está en la centralidad geométrica, que no política, gracias a Vox. Desembarcó en el poder con la colaboración de Podemos por su extrema izquierda, la derecha nacionalista vasca, el partido legatario de ETA y los independentistas catalanes. Si alguien ha suprimido la legalidad constitucional, y por lo tanto la autonomía catalana, son aquellos con los que el PSOE por lo menos habló para desalojar a Rajoy del poder.
No vale levantar más la voz y echar el pecho hacia delante para hacer saltar los botones de la camisa. Hay que hacer política
Vox es la excusa perfecta. Sánchez se aprovechó de su aparición para justificar el mismo miedo que el Gobierno de Rajoy agitó en junio de 2016 para advertir a los votantes de la llegada de Podemos. Los caídos de Rajoy y Saénz de Santamaría dan lecciones de liberalismo después de haber practicado políticas socialdemócratas contrarias al programa del PP y obviado que el partido de Abascal entra en el juego por la gestión que hace el Gobierno Rajoy en la crisis en Cataluña. Si los escándalos de corrupción del PP permiten a Ciudadanos presentarse como alternativa, la respuesta de último minuto al golpe de Estado del independentismo catalán, como afirma la Fiscalía, infla el globo de Vox.
El partido de Abascal emergió en diciembre en Andalucía generando mucho ruido ambiental. Los 24 escaños en el Congreso son un notable éxito, mediocre comparado con la expectativa creada por Sánchez Dragó, que dejó a Vox en estado de frustración. La pérdida del 40 por ciento de su voto un mes después, en la municipales y europeas, es la primera confirmación de la vuelta a porcentajes testimoniales e irrelevantes. En Vox ya saben que el voto útil al PP les ha quitado gas. El pinchazo del globo no ha hecho más que empezar el pasado 26 de mayo.
Quedan cuatro años por delante y los réditos de Vox, un partido con la cúpula más a la derecha extrema que buena parte de sus votantes, deben ser utilizados para algo salvo que los dirigentes de este partido den por buenos cuatro años de estancia en las instituciones. Los concejales y diputados autonómicos tienen un valor para el pacto de PP y Ciudadanos, allá donde se firme. Ya sabe Vox que tiene dos opciones: o admitir cuál es su papel apretando al PP en los programas de Gobierno o después como está haciendo en Andalucía, o tendrá muy difícil explicarle a los votantes que le quedan la presencia de la izquierda en las instituciones. Vox ha entrado en juego pero debe saber hasta dónde puede llegar con su órdago.
Sánchez ganó contra Vox. Y si la izquierda mantiene el poder en Madrid, le caerá la responsabilidad a Vox. No vale levantar más la voz y echar el pecho hacia delante para hacer saltar los botones de la camisa. Hay que hacer política. Podemos empezó pidiendo el CNI y RTVE y ahora se conforma con una Dirección General. El proceso de envejecimiento prematuro del partido de Iglesias debería ser observado con curiosidad por Vox. El bipartidismo volverá mucho antes de lo previsto. Lo que tarden los afectados en refundar el centroderecha.