Karl Jacobi, empresario alemán afincado en Cataluña, ha hecho más por la germanofilia en un día que el Instituto Goethe en décadas. Hablamos del empresario que le cantó las cuarenta al President del Parlament en un coloquio. Spitze! O, lo que es lo mismo, genial.
“Yo voto para que vayan todos ustedes a la cárcel”
El cobarde solo amenaza cuando está a salvo. Lo escribió Goethe, con una exacta visión del alma humana. Lo mismo puede decirse de todos los líderes independentistas que suelen mostrarse muy belicoso desde refugios dorados en otros países o cuando se encuentran en la calle. La doble moral, el doble rasero, en suma, el viejo refrán que nos advierte con el caustico “De las tuyas a las mías, ¿cuántas te comerías?”.
Jacobi, instalado en Cataluña donde tiene su propia empresa, ha querido precisar algunos aspectos con respecto a esa falsa valentía, ese Falscher Mut, el falso coraje que exhiben en público los políticos de la estelada. Lo que pocos empresarios les han dicho a la cara a los capitostes separatistas, el bueno de Herr Jacobi se lo soltó en la cara a Roger Torrent con esa franqueza teutona en la que no cabe ni el subterfugio ni la doble lectura. Fue en un coloquio celebrado este pasado martes por el Círculo de Directivos de Habla Alemana, en el Círculo Ecuestre barcelonés. Para aquellos que lo desconozcan, dicho círculo reúne a los empresarios más influyentes en Cataluña.
Torrent, con la incapacidad de percatarse de que no es lo mismo hablar en TV3 que ante empresarios, y además empresarios de otro país, ajenos a la víscera catalanista o al adoctrinamiento procesista, se presentó ante aquel areópago luciendo, de entrada, el lacito amarillo en la solapa. Mal principio para quien dice querer representar a todos los diputados – a todos los partidos y, por tanto, a todos los ciudadanos voten lo que voten – pero se muestra tan partidista en el desempeño de sus funciones institucionales. Menos mal que era moderado.
El empresario alemán no dudó ni un segundo en ponerle el paño al púlpito al President. Con acento indiscutiblemente germano, le dijo que los nacionalistas llevaban treinta años mintiendo a la población, que, gracias a esas mentiras, habían conseguido dos millones de votos, pero que eso acarreaba una gran desgracia. Mientras Torrent rebullía, inquieto, detrás del atril, Herr Jacobi proseguía desgranando una serie de ideas que hemos escuchado innumerables veces a muchos empresarios catalanes a los que el miedo impedía expresarlas en público. Le acusó de haber hecho retroceder a Cataluña mucho tiempo atrás, de que para recuperarnos tendrán que pasar décadas, de, en fin, utilizar la falacia como arma política, conminando a todos aquellos políticos que se saltan las leyes a cumplirlas, como se exige a cualquier ciudadano. Finalizó su espectacular intervención apelando a la ley, diciendo que quien no la cumple debe ir a la cárcel, porque el votaría para que todos ellos – los separatistas - fuesen a parar a ella. El President no sabía dónde meterse, y mientras el moderador del acto se apresuró a decir que las palabras de Jacobi, que fueron aplaudidas por bastantes asistentes al acto, no representaban ni la opinión del Ecuestre ni de la asociación, el empresario alemán insistió, ya sin micro, que quien no cumple la ley debe pagarlo en España, en Alemania o en cualquier país democrático, porque lo contrario sería el caos.
Que tal obviedad haya constituido un revuelo demuestra hasta que punto se ha podrido la democracia en nuestra tierra y como se han pervertido los conceptos de libertad y legalidad. Bueno, Besser spät als nie, más vale tarde que nunca.
Los sonrientes empiezan el boicot contra Herr Jacobi
El dardo lanzado ha escocido tremendamente en el cuerpo del nacionalismo. No en vano Jordi Pujol se jactaba de hablar un alemán ciertamente correcto, dado que estudió de pequeño en el Colegio Alemán de Barcelona. Eran los tiempos en los que sus aulas estaban presididas por el retrato del Fhürer y los profesores militaban en gran parte en el partido nazi, pero esa es otra historia. Muchos recordarán los viajes de país que hacía el por entonces Molt Honorable a diferentes estados alemanes, Waden Wurtemberg y Bavaria, especialmente. Por este último Pujol sentía una especial querencia. Pujol, que pasó a lo largo de su vida por lugares tan dispares como el federalismo de Tito o la socialdemocracia – lean el prólogo que escribió a un libro que publicaba la correspondencia entre Willy Brandt, Bruno Kreisky y Olof Palme -, sin dejar nunca la idea separatista que subyace a lo largo de sus años en política, llegó a coquetear con la idea de lograr para Cataluña un estatus similar al del Estado Libre Asociado de Baviera. Empeño fútil, porque, como reconocen los mismos dirigentes de la CSU bávara, aliada tradicional de la CDU de Adenauer y Merkel, la autonomía catalana tiene muchas más competencias que Baviera.
Pues bien, que sea precisamente un alemán, y además empresario, quien afee públicamente al nacionalismo catalán sus tremendos yerros, no les gusta a los herederos del pujolismo. Ellos, que siempre han querido mostrarse como un país nórdico, la Dinamarca del sur, decían, con virtudes casi protestantes, señalándose como trabajadores e innovadores frente a una España casi arabizante, apática, infecunda y autoritaria, han aceptado muy mal la crítica de este honesto empresario.
Las redes sociales, esos refugios de hooligans a sueldo de los partidos extremistas, han empezado a tirarse a la yugular de Herr Jacobi. El rubicundo Joan Tardà lo tildaba en un tuit de nazi, tuit que, prudentemente borró después, porque incluso él se dio cuenta de la barbaridad que estaba diciendo. Muchos insistían en la tradicional amistad entre el franquismo y el Tercer Reich, otros, con mucha más inteligencia y maldad, señalaban como objeto de boicot a la empresa del atacado, Com Vort Group Worlwide. Jacobi la fundó en 1982 y sus clientes eran y son, mayoritariamente, empresas alemanas, grandes multinacionales con sede central en Barcelona, que se han ido trasladando a otras capitales españolas ante el proceso separatista y la inseguridad jurídica y económica que este supone.
Se han pasado dos días vomitando su inquina, pero nada de esto ha hecho mella en el temple de este alemán que nos ha dado una ejemplar lección de coraje cívico. Jacobi, que defiende que esto no es un tema político, sino moral, dice no temer por su seguridad por el momento, aunque no lo descarta en un futuro, ese futuro que cada día parece ser más oscuro y siniestro para los que no comulgamos con la ideología totalitaria que se ha apoderado de la vida política catalana ante la impasibilidad del gobierno del estado.
Están pasando cosas gravísimas en mi tierra, y el paño caliente de un 155 de gelatina no las va a solucionar. El presidente Rajoy debería tomar buena nota de todo ello, porque los separatistas no tan solo no han cedido ni un ápice en sus pretensiones, sino que los boicots a la disidencia son manifiestamente públicos, jactándose de ello sus instigadores. El conseller Santi Vila, por vía de ejemplo, acaba de publicar un libro en el que relata su experiencia con respecto al proceso y a los motivos que le llevaron a presentar su dimisión. En TV3 un periodista le ha dicho despectivamente que “ya solo le quedaban el PP y Ciudadanos”, mientras que los ex Consellers Rull y Turull incitaban a las masas desatadas del independentismo al ataque contra su antiguo compañero de Govern. El resultado: lo mínimo que le han dicho es que es una rata.
Han abierto la veda contra todo aquel que discrepe en voz alta, aunque sea un independentista como Vila, que lo único que hizo fue apearse de la moto justo antes de que esta se estrellase contra la pared constitucional. Les da igual quien sea el que opina en su contra, todo es fascismo, actos criminales, odio contra Cataluña, mentalidad dictatorial. Por desgracia, Cataluña ha perdido la confianza del mundo. Lo dice Herr Jacobi. Y no será contemporizando con los causantes como podrá recuperarse. La forma en la que uno toma las riendas de su destino es más importante que el destino en sí mismo. Lo dijo otro alemán, Von Humboldt, prusiano hasta la médula. Ahí lo dejo.