En quizás, los dos mejores trabajos sobre el período de entreguerras publicados en las últimas dos décadas, The Ligths that Failed y The Triumph of the Dark, la historiadora británico-estadounidense Zara Steiner describe con una precisión quirúrgica la incapacidad de reconstruir el orden liberal tras el final de la I Guerra Mundial y sus consecuencias. Por desgracia, los años treinta del siglo pasado asistieron a su acelerado enterramiento con la destrucción de las dos instituciones básicas de la sociedad abierta: la democracia liberal y el capitalismo de libre empresa. A izquierda y a derecha, los movimientos autoritarios y totalitarios se convirtieron en la respuesta al desplome de aquellas y el final de ese proceso de pánico-irracionalidad desembocó en el estallido y en los horrores de la II Guerra Mundial.
El mundo, sobre todo el europeo, no fue capaz de retornar a lo que Stefan Zweig denominó la Era Dorada de la Seguridad, definida por el predominio de los valores del liberalismo político y económico que se habían ido implantando de manera progresiva, desigual pero cada vez más amplia en el Viejo Continente desde mediados del siglo XIX hasta 1914. Ese período de paz, libertad y prosperidad, que se creía irreversible, colapsó a raíz de la Gran Guerra y dio paso a un período durante el cual los valores centrales de la civilización desaparecieron de la escena europea y se abrió el paso a la barbarie.
Nadie o, muy pocos y, en ningún caso, el ciudadano medio de esa época creyó eso posible hasta que se materializó
Las expectativas no cumplidas de la postguerra crearon frustración y resentimiento en amplias capas de la población de las potencias vencedoras de la IGM junto a humillación y deseo de revancha en los perdedores. El derrumbamiento de los imperios, el resurgir del etnonacionalismo y los demoledores efectos sociales y económicos de la Gran Depresión generaron un clima propicio y un enorme atractivo popular a los movimientos iliberales y colectivistas bajo las banderas unos de la clase y otros del nacionalismo en sus distintas versiones. El brillante mundo del ayer estaba acabado y las diversas religiones seculares ofrecían a las masas la salvación y el paraíso.
Ahora, en Occidente se asiste a un escenario similar, eso sí, en versión 2.0. Los autócratas no visten camisas rojas ni negras, no plantean de manera abierta destruir la democracia, su represión es selectiva y no necesariamente sanguinaria etc. etc. etc, pero están unidos por el mismo rechazo a la democracia liberal y al capitalismo de libre empresa. En el caso de la izquierda, esa impugnación se viste con los ropajes del globalismo, de la tiranía de la corrección política, del ideario woke; esto es, de las religiones seculares post modernas; en la nueva derecha, en concreto, en la europea articulada alrededor de Patriots se ofrece una alternativa a la gauche basada en el nacionalismo y en lo que podría denominarse wokismo derechista. En la Europa de 2025, Sánchez y Orbán son la expresión más clara de ambas posiciones, la cara y la cruz de una misma moneda.
Los paladines del ordine nuevo de Patriots y Cía consideran ese diagnóstico una intoxicación del Maligno. Sin embargo, la realidad es terca. El histórico discurso de Orbán el 26 de julio de 2014 y su mensaje “la era de la democracia liberal ha terminado” simbolizan con claridad el espíritu de la nueva derecha en Europa. Para ella, las restricciones al ejercicio del poder de la mayoría son, como para la izquierda identitaria, molestas invenciones de las élites para mantener sus privilegios e imponer su voluntad al oprimido pueblo soberano. Esto permite a las formaciones políticas y a los gobiernos ubicados en ese espacio político comportarse como villanos (destruir los fundamentos de la democracia liberal) y a la vez presentarse como víctimas. Y esta es la táctica empleada de manera constante por los populismos nacionalistas de esta hora.
Desde el final de la II Guerra Mundial, con vaivenes diversos y matices en ocasiones importantes, la corriente dominante en la derecha occidental, sobre todo en la anglosajona, pero, también en la mayoría de las formaciones europeas situadas en ese espacio político, fue la llamada por Frank Meyer fusionista o síntesis liberal-conservadora. Sus pilares básicos eran un Estado limitado a la defensa de la vida, de la libertad y de la propiedad, a establecer una red básica de seguridad para todos aquellos incapaces de adquirirla por sus propios medios y a defender y promover los valores tradicionales mediante la persuasión y la batalla cultural, pero sin recurrir a la coerción estatal para imponerlos.
En los últimos ochenta años, como desde el final del Antiguo Régimen a raíz de las revoluciones liberales del siglo XIX, ese enfoque siempre ha estado flanqueado por un sector de la derecha que nunca se comprometió del todo con el orden democrático liberal y que atribuyó a la derecha fusionista el ser cómplice del “enemigo” en la creación de un mundo decadente, inmoral y destructor del orden tradicional. La nueva derecha europea es la combinación de ambas tendencias y, de manera sorprendente, lo es también la trumpista cuando EE.UU. ha sido la única nación, el único Estado nacido ex nihilo de la modernidad liberal.
Ver en la autocracia corrupta de un país atrasado una fuente de inspiración o una especie de reserva espiritual conservadora resulta tragicómico
En este contexto no ha de sorprender a nadie la cercanía cuando no la admiración de muchos gobiernos-partidos de ese segmento de la opinión hacia Putin. El problema es que la Rusia del cleptócrata moscovita es la heredera de una tradición antitética de todo lo que representa y ha representado siempre el Occidente que las “derechitas valientes” dicen reivindicar. Ver en la autocracia corrupta de un país atrasado una fuente de inspiración o una especie de reserva espiritual conservadora resulta tragicómico. Pero nadie ha de llamarse a engaño. Lo que atrae del Putinato a grupos como los integrados en Patriots es el poder sin límites ejercido por su titular, el deseo de hacer lo mismo en sus propios países para alcanzar sus metas y, en consecuencia, su antiliberalismo autoritario. Como dijo el Dr. Johnson “el patriotismo es el último refugio de los granujas”.
Occidente y, en especial, muchos ciudadanos de las democracias europeas padecen una extraordinaria miopía. Se lamentan en muchas ocasiones con razón del deterioro institucional, político, social y económico experimentado en estos momentos por algunas o, si se quiere, muchas de aquellas, pero olvidan que ese modelo les ha proporcionado niveles de libertad y prosperidad inéditos. Y, peor, desconocen los pésimos resultados producidos por las políticas abanderadas por la nueva derecha tan malos y lesivos como los apadrinados por sus hermanos-enemigos de la izquierda radical.
En1958
19/03/2025 07:48
¿Cleptopatra Putin?. Me lo dice o me lo cuenta. Afirmar eso desde una Europa sometida desde hace decadas a la dictadura liberal-progresista de la corrupta Von der Leyen y sus secuaces. Alianza antidemocratica que ha ignorado el voto de los ciudadanos para seguir sometiéndonos a los dictados del pensamiento único que nos ha llevado a la ruina política, social y económica, me parece una broma de mal gusto. Si además añadimos que habla usted desde un país en el que los delicuentes condenados por malversaciones mil millonarias son indultados por ser del partido gobernante, donde los golpistas son indultados por ser socios del gobierno, donde los defensores del terrorismo dictan las leyes que liberan a los asesinos, donde el Fiscal del estado está investigado por revelación de datos y no pasa nada, donde el hermano del presidente ha sido beneficiado por actos indecentes de nepotismo y no pasa nada, donde la mujer del presidente se ha beneficiado del cargo de su marido para medrar y no pasa nada, entonces, nis damos cuenta de que su artículo es básicamente, un sin sentido. El país retrasado del cleptócrata Putin que usted dice tiene un parlamento como aqui, tiene elecciones, como aquí, y tiene leyes, como aquí. Pero a diferencia de la decadente Europa y la España en demolición, tiene un pais unido, fuerte y soberano que no está dispuesto a rendirse, como ha hecho la Europa occidental, al proyecto sin futuro que nos quiere mantener en un inexistente mundo unipolar controlado por el pensamiento unico y la represión cultural de la decadente hegemonia anglosajona. En fin, ya me gustaría haber tenido al Sr. Putin como presidente y no a los traidores, corruptos, e ineptos que nos gobiernan.
firga000
19/03/2025 08:16
Lorenzo: Son sus argumentos los que se están quedando viejísimos...Quizá la "miopía" (no querer ver la realidad) es lo que le está afectando ud. El globalismo, la euroburocracia bien pagada, el desprecio por el ciudadano soberano, que se niega a ser un ladrillo intercabiable en el mundo oligaráquico, intentan imponer una visión frente a la que muchos, sobre todo jóvenes, se resisten
CUESTACOBOS
19/03/2025 08:47
Habla de liberalismo y demás zarandajas y esta es una Europa hiperrreglamentada, saqueadora, burocratizada, inoperante, corrupta, fomentadora de la invasión extraeuropea y antidemocrática ( vease Rumania). En fin, el articulista está riéndose de nosotros o, está mas apolillado que Ramses II
gnomo
19/03/2025 09:39
La UE y Gran Bretaña con su sumisión indisimulada al MALIGNO (AGENDA 2030-WOKISMO-SOROS-BILL GATES) está arrastrando a la ruina social, moral y económica a los ciudadanos europeos y a Europa a la irrelevancia. LA UE TAMBIÉN ESTÁ RECORTANDO LOS DERECHOS Y LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN A LOS CIUDADANOS EUROPEOS. Entre China y los EEUU se están repartieron el pastel, y así será mientras la UE no sea una unión REAL como los EEUU, y para eso, falta que Rusia sea un país más, europeo de pleno derecho. Ni a China ni a EEUU les conviene que Rusia forme parte de la UE en un futuro no muy lejano. Y por favor, que nadie me diga que soy pro Putin, nada más lejos de la realidad. Putin es un punto y aparte en la historia de Rusia, otros vendrán que a Rusia renacerán. Europa sin Rusia no es Europa. Rusia siempre ha sido un país europeo desde tiempos ancestrales excepto, el periodo de la URRS y ahora, el de Putin. Europa debe dejarse querer y hacerse querer por Rusia. El camino a recorrer no es fácil, pero es posible si Europa rompe las cadenas que desde el fin de la II Guerra Mundial la unen a EEUU. ¿Cuál será el siguiente enemigo que se sacará de la manga la UE para tener lobotomizados y aterrorizados a los ciudadanos europeos?
p_macana
19/03/2025 11:32
Muy buenas a todos: Certero análisis como de costumbre. Como votante liberal y español, ¿a quién voto? ¿Al PP, que no es más que socialdemocracia de marca blanca? ¿O a los aliados de Putin en España? Porque la bajada de pantalones de VOX por sus servidumbres europeas (el Sr. Orban y demás quintacolumnistas rusos en Europa) va a ser el "tiro al pié" mas dañino que ningún partido se haya autofligido en toda la historia reciente de España. Y hemos visto unos cuantos... Ahora "saltaran" todos los seguidores y robots de VOX cargando contra la situación europea. Y con toda la razón... pero no quiero pasar de la hipertrofia comunitaria a un servilismo putinesco que es lamentable. Lo único bueno de Trump es que ha dado un bofetón de realidad a esa "élite" europea de burócratas, señalándoles que el camino es olvidarse de un estado del bienestar despilfarrador y demasiado paternalista, para volver a los principios que inspiraron a las tres primeras organizaciones comunitarias. En todo caso, cuando vaya a haber elecciones (y cada vez más tengo mis dudas por el perfil del usurpador de la Moncloa), ¿qué votamos? Que triste es ser votante español... Un saludo a todos