Mucho bienintencionado ciudadano anda preguntándose en estos días cómo es posible que Alberto Núñez Feijóo no se haya atrevido todavía a presentar una moción de censura a Pedro Sánchez después de todo lo que vamos conociendo sobre la corrupción del Caso Koldo, que ha acabado convirtiéndose en el Caso Ábalos… y vayan ustedes a saber cómo acaba sí se confirman las informaciones de hablan de trasiego de dinero en bolsas de papel entrando en la sede socialista de la calle Ferraz.
Verán, no es cuestión de atreverse o no. Nada tiene que ver en esta historia el arrojo personal de Feijóo, a quien el valor político se le presupone como al soldado en la guerra; se trata de sopesar si no resultaría peor el remedio que la enfermedad y, creánme, hoy por hoy, no solo no arreglaría nada sino que contribuiría a engrandecer la imagen de impotencia que tenemos de una oposición que ha perdido el Gobierno después de ganar las elecciones y sensu contrario a engrandecer el mito del resistente que acompaña al líder del PSOE desde sus inicios, hace ya más de diez años.
En nuestro sistema constitucional, conviene recordarlo una y otra vez, una censura no examina nunca al presidente saliente sino al aspirante, sus apoyos (Vox y paren de contar), sus políticas. ¿De verdad alguien cree que los mismos Junts per Catalunya y PNV que dijeron no a la investidura del presidente del PP en septiembre de 2023 porque llevaba en la mochila a un Santiago Abascal tóxico para sus votantes van a decir sí ahora? ¿Por qué? ¿Qué les lleva a esa conclusión? ¿El miedo a Vox que está en el origen de la victoria amarga de Feijóo aquel 23 de julio del año pasado no sigue siendo el mismo ahora?
A veces, políticos y periodistas vivimos en una burbuja muy alejada de la realidad cotidiana; pensamos que los españoles andan subidos a nuestra montaña rusa emocional de indignaciones, filias y fobias más o menos interesadas en que hemos convertido la política de este país, y no es así. Pregunten en su entorno y verán cómo preocupa más la falta de vivienda en alquiler o el bajo poder adquisitivo de los salarios, que las andanzas de José Luis Ábalos y Jessica
Muchas veces, políticos y periodistas vivimos en una burbuja tan alejada de la realidad cotidiana que la "urgencia democrática" no nos deja ver el estado del herido (España). De hecho, suele ser moneda común en la oposición y algunos de sus entornos, que tienden a pensar que los españoles andan subidos a su montaña rusa emocional de indignaciones, filias y fobias más o menos impostadas; y no es así. Pregunten en su entorno y verán cómo preocupa muchos más la falta de vivienda en alquiler o el bajo poder adquisitivo de los salarios, que las andanzas de José Luis Ábalos y Jessica, esa "acompañante” (sic) estudiante de odontología a quien Víctor de Aldama, el empresario amigo del ex ministro y ex secretario de Organización del PSOE hoy en prisión provisional, pagó presuntamente 82.000 euros por tres años y medio de alquiler de un pisazo en la muy cotizada Torre de Madrid.
Lo que parecen haber decidido Feijoo y su equipo es lo que en el argot taurino se llama parar, templar y mandar; denunciar, primero, que aquel Ábalos que arrojó a la cara de Mariano Rajoy la palabra "decencia" en la moción de censura que llevó a Sánchez a La Moncloa -porque previamente le daban los números, ojo- es el mismo a quien hoy su partido repudia porque va a ser imputado por el Tribunal Supremo por corrupción y cohecho. Y, a continuación, dejar en evidencia que el presidente en ejercicio tiene la legislatura en un impasse porque, como en el chiste, ni se muere padre (adelanto electoral) ni cenamos (continúa la legislatura).
Trata el líder popular, en definitiva, no que los socios de Sánchez hasta ahora cambien de bando en una mociòn de censura, harto improbable, sino que se retraten con él de nuevo como hicieron hace un año revalidándole en La Moncloa para que Feijóo no nos presidiera y, sobre todo, para que Abascal no nos vicepresidiera; que digan si siguen pensando lo mismo a la luz de las investigaciones de la Guardia Civil sobre el socialismo gobernante. Para eso es el Pleno monográfico que pidió este martes el PP en la Junta de Portavoces del Congreso, porque alguna señal de fatiga de materiales parlamentario empiezan a verse, particularmente en un Podemos que huele sangre.