Tenemos chico nuevo en la oficina. Miquel Iceta i Llorens, primer secretario del PSC, es el próximo presidente del Senado. Preveo tardes de gloria.
Don Josep Pla describía el Senado alfonsino de principios del siglo XX como una casa repleta de aristócratas circunspectos y envarados, obispos golosos de ampulosa retórica, prohombres con grandes capitales hechos a partir del tráfico de esclavos en las extintas colonias y demás clase dirigente. Con la habitual mordacidad del escritor de Palafrugell, la denominaba cámara augusta, para añadir, a renglón seguido, el adjetivo de crepuscular, Entre aquellas paredes, nos dice Pla, tras asistir a un debate tan agotador como inútil acerca de unos documentos vagos y aproximativos, los próceres se iban a tomar una deliciosa y reconfortante taza de caldo. Sí, porque entonces en el Senado se servía un suculento y vigoroso caldo de esos que lucen descaradamente lunas en la superficie. En eso, como en todo, el Congreso era mucho más modesto, contentándose con sus célebres caramelos, que los diputados consumían a mansalva. Y es que no es lo mismo ser un vulgar diputado cunero por Sagasta que un conde o un arzobispo. Dónde va a parar.
El bueno de Miquel podrá presidir algo por primera vez en su vida, y nos referimos a algo institucional, a algo con enjundia, a algo de cierto peso, de esas cosas que, cuando acabas, te pintan un cuadro
El senado que presidirá Iceta ya no cuenta con purpurados ni con, quizás, tantos títulos nobiliarios. Tampoco dan caldo. Disponen sus señorías, eso sí, de una colosal piscina climatizada y de gimnasio totalmente equipado lo que a servidor le parece una vulgaridad absoluta. España va perdiendo de manera lenta, pero inmisericorde, todo lo que de original tenía. Eso sí, el bueno de Miquel podrá presidir algo por primera vez en su vida, y nos referimos a algo institucional, a algo con enjundia, a algo de cierto peso, de esas cosas que, cuando acabas, te pintan un cuadro y lo cuelgan en los pasillos para que las generaciones futuras pasen delante de tu efigie con indiferencia digna de un mandarín oriental ante las obras completas de Pérez Galdós.
Dicen que Sánchez, persona agradecida, pensaba hacerlo ministro, pero Iceta, más listo que el hambre, declinó el regalito envenenado esperando mejores oportunidades, Y hete aquí que se lo han puesto como a Fernando VII. El senado es el arco de vuelta de esta legislatura, porque, aún no sirviendo para mucho más que un chubesqui, ahí se pueden escenificar las tesis federalistas de un PSOE que quiere traernos una España plurinacional, federal, asimétrica y con aires de poliedro. Iceta, que es un gran orador y todo un magnífico histrión – recuerden sus gritos en favor de Pedro en un mitin -, tendrá ocasión de lucirse a mayor gloria de su señorito, escenificando ese nuevo tiempo de diálogo con la periferia. Tampoco debemos olvidar que es en el senado donde debería aprobarse en caso de ser preciso un nuevo 155. Sánchez tiene así atado y bien atado que no se le desmadre su operación de componenda y toma y daca con el separatismo catalán.
Que no es una operación baladí lo demuestra que, para que Iceta ocupe la silla del hasta ahora presidente de la alta cámara, el popular Pío Escudero, van a tener que hacerlo senador autonómico, a saber, designado por el Parlament catalán, y deberá renunciar el expresidente de la Generalitat José Montilla. Sánchez sabe que tener a Iceta desaprovechado en peleas por quien ha de pagar el interfono de la Generalitat en un Parlament de chichi nabo es desaprovechar a un político formado a la sombra de Narcís Serra y con capacidad para vender neveras a los esquimales.
¿Significa eso que Sánchez tiene definido un plan para transformar territorialmente España? Sí. ¿Significa que el ideólogo de ese plan es Iceta y que se basa en esa idea del federalismo asimétrico? También
¿Significa eso que Sánchez tiene definido un plan para transformar territorialmente España? Sí. ¿Significa que el ideólogo de ese plan es Iceta y que se basa en esa idea del federalismo asimétrico? También. Más aún, ¿significa que todo eso no es más que otro clavo en el ataúd del constitucionalismo en Cataluña? No lo duden. Iceta va a Madrid a algo más que a marcarse unos pasos de baile en el senado. Va a ir para aplicar punto por punto su programa, el de Sánchez, el de ambos. Nunca se ha ocultado, por otra parte. Iceta es lenguaraz y por su boca hemos escuchado que es partidario del indulto a los golpistas, que si hay un referéndum y un sesenta por ciento de los catalanes desean la independencia hay que aceptarlo, o que un pacto con Esquerra sería lo mejor para garantizar la estabilidad en Cataluña, en Barcelona, en España.
Este político de cincuenta y ocho años, al que personalmente conozco desde el ya lejanísimo 1985 y de quien siempre he opinado que es muy inteligente y muy peligroso, no va a Madrid a otra cosa más que a darle la vuelta al calcetín territorial. Que nadie se equivoque. ¿No querían caldo los votantes socialistas? Pues ahí tienen dos tazas.