Quizás las entregas de premios deberían dedicar un mayor espacio a la autocrítica que a los oropeles y las salvajadas de alfombra roja. En otras palabras: quizás las orejas de liebre verde que coronaron el traje de una de las asistentes a los Premios Goya 2022 impidan apreciar que el año pasado hubo 360 obras cinematográficas que ni siquiera llegaron a los 1.000 espectadores. No tengo muy claro que sea efectiva la estrategia de tapar las miserias con fuegos artificiales, pan de oro, alfombras rojas y capuchas de inspiración animal. Así volvió a suceder.
Parece esta “industria” demasiado orgullosa con lo que es, cuando la realidad dicta que hace mucho tiempo que no surge nada parecido a ‘Plácido’, ‘El Verdugo’, ‘Viridiana’ o ‘Los santos inocentes’ por estos lares. Y habría que ver si los grandes grupos de televisión (Movistar, RTVE, Mediaset y Atresmedia) invertirían muchos euros en este sector si no estuvieran obligados por ley. No contiene este argumento inquina. Simplemente, constata que en el cine español no hay mucho que celebrar últimamente. El negocio -al igual que el de muchos medios- depende más de las aportaciones externas que de la capacidad para generar caja con los productos que facturan sus creadores. Todo, en la edad dorada internacional del negocio audiovisual, con las plataformas en ebullición.
Se quejaba Eduardo Casanova el año pasado de la escasez de subvenciones a los directores españoles y hay quien defiende la necesidad de que se les preste más apoyo institucional, dado que el arte con mayúsculas a veces no es capaz de atraer a las masas, pero es muy necesario, pues tiene un gran valor. Nada que decir ante esa afirmación. Apoyaría sin pensarlo dos veces a quien fuera capaz de facturar ‘Stalker’, ‘Fresas salvajes’, ‘El cazador’ u ‘Ordet (La palabra)’. Quien haya intentado ver ‘Pieles’, del citado autor, sabrá el porqué no merece mucho más de lo que obtuvo.
Su autor acostumbra a dar el cante y no rehúye la polémica, pero ni siquiera es capaz de hacer una obra rompedora; ni de aportar nada memorable. ‘Pieles’ es una chorrada barroca con una moraleja muy simple. ¿Buscaba la controversia? Controvertido fue el desnudo de Cybill Shepherd en ‘The Last Picture Show’, del recientemente fallecido Peter Bogdanovic, quien aprovechó el filme para lanzar un mensaje a la Norteamérica de la época: hay una parte del país que muere de forma lenta y cruel, en una zona de sombra de la que nadie habla. E irreverente fue ‘Saló’, de Pasolini. Hasta para retratar perversiones, maldad y bajeza hace falta tener talento. Pasolini era un genio. A Casanova le hace falta aparecer con lazos rosas en la alfombra roja para que le citen por algo.
El ambiente de celebración de este sábado es falso o debería serlo. Todo es artificial, incluido “el buen patrón”, Jaume Roures, el empresario que cerró el diario ‘Público’ con dinero a deber a sus trabajadores -así lo denunció Pere Rusiñol- y durante el concurso de acreedores lo recompró junto a unos socios y lo volvió a abrir. Roures…, el buen patrón, hay tanto que contar que resulta muy difícil condensar. Hace unos meses, salió a flote porque su “singular” socio chino (cuántos socios exóticos) volvió a invertir en su empresa y la banca acreedora le echó otra mano. El buen patrón. El que fichó de directivo a Miguel Cardenal, el antiguo máximo responsable gubernamental del deporte español. Roures, que gana dinero con el fútbol.
El año pasado produjo ‘El buen patrón’. Suena a broma pesada. A arrebato de orgullo del ciudadano Kane. O a un intento de transmitir lo que siempre quiso ser. A saber…
Su película se llevó seis estatuillas y lo cierto es que Javier Bardem y Fernando León de Aranoa las merecían. La cinta es buena, Bardem es un buen actor y su director es un gran contador de historias, desde ‘Barrio’ hasta ‘Familia’, ‘Los lunes al sol’ o ‘Princesas’. Lo de su productor no debería influir en el juicio de la obra, pero, desde luego, el título es chocante.
La gala fue soporífera e interminable, pero ocurre algo similar en los Oscar. Hubo ideología, como siempre (un sonidista dijo que las mujeres debían empoderarse y que por eso le dedicaba el premio a su microfonista). Y bueno…, no comparto la ira habitual de quienes rechazan el agitprop del gremio, aunque salta a la vista que cuando gobierna el PSOE es mucho menos intenso. Pero lo que llama la atención es la falta de autocrítica. Todo son peticiones al Gobierno, pero pocas referencias a la nula capacidad del modelo actual para hacer sostenible la industria sin dinero público ni aportaciones privadas obligatorias. Y, por supuesto, a la situación creativa de la industria.
Porque dijo Pedro Almodóvar a El País hace unos meses que percibía cierto desapego de los espectadores hacia sus películas. No hay que apelar a la teoría de la conspiración. Son peores. Son mucho peores que ‘Todo sobre mi madre’ o ‘Volver’. Ni que decir que la de los tiempos de los grandes genios del cine español. Que los hubo.