Opinión

Salió de casa y ya no volvió

"Un hijo nuestro puede salir a pasear y no volver jamás vivo a casa"

  • La policía cerca el lugar del ataque mientras la ciudad intenta recuperar la normalidad. -

Un chico de catorce años salió de su casa en la ciudad de Villach, Austria, el sábado. Igual había quedado con los amigos, o con una novieta, o iba a comprar cómics. Quizá, simplemente, había decidido dar un paseo. Pero no volvió a su hogar porque un hijo de mala madre islamista lo asesinó a cuchilladas al grito de Alá es Grande. Cinco personas más resultaron heridas por ese monstruo. El chico asesinado seguro que iba pensando en sus cosas, cosas de adolescente. ¡Hay tantas dudas, tantas esperanzas, tantos miedos a esa edad! Su asesino de veintitrés años, cuando salió de su domicilio, tenía una sola cosa en la mente: matar en nombre de una ideología que jamás se sacia de sangre.

"En el año pasado se han registrado en Austria 24.941 peticiones de asilo".

El homicida es oriundo de Siria. En el año pasado se han registrado en Austria 24.941 peticiones de asilo. El siguiente país en solicitantes proviene de Afganistán. Ese mismo sábado supimos que en la vecina Alemania una niña de dos años y su madre murieron a causa de otro atentado islamista en una manifestación en Múnich. Un coche se empotró contra la gente. Mientras tanto, en España, un yihadista se sentaba en el Congreso para esparcir porquería encima de España y sus servicios de inteligencia a propósito del terrible atentado de Las Ramblas del 2017. Ha sido a petición de Junts, que no renuncia a escarbar en todas las ciénagas con tal de obtener rédito. Nadie ha de explicarme lo que pasó. A mi esposa y servidor no nos pilló de milagro. Nos refugiamos en un hotel cercano del que la policía no nos dejó salir hasta que consideró la zona asegurada. Asegurada. Qué burla más terrible. En palabras de Cayetana Álvarez de Toledo, “lo sucedido es la viva imagen del colapso moral e institucional que Pedro Sánchez está provocando en España con el único objetivo de perpetuarse en el poder”. Es verdad, pero no es toda la verdad.

"La gente que llama nazi a Abascal, a Trump, a quienes exigimos una reacción policial, política y social enérgica ante esta barbarie a la que hemos abierto las puertas de nuestras casas para que nos roben y asesinen

Europa decidió suicidarse desde que los políticos que conforman el sistema optaron por el buenismo, por el papeles para todos, por estigmatizar a quienes denunciábamos esa invasión que entones ya demostraba lo que ha acabado siendo; una colonización, lenta pero implacable, por parte de gentes que vienen aquí no a integrarse sino a imponernos su cultura, su modo de vivir, de rezar. Gentes que nos desprecian, que no nos ven más que como a infieles a los que no tiene importancia asesinar. Y si bien es cierto que no todos los musulmanes son terroristas no es menos cierto que los terroristas son todos musulmanes. Esta es una guerra en la que existe un bando que ya se ha apoderado de barrios enteros, que siembra la muerte en nuestras ciudades, que se ha organizado en bandas de delincuentes poderosas y que tiene enfrente a una sociedad pusilánime, idiotizada por la propaganda woke que se horroriza ante políticos enérgicos con el crimen como el presidente Bukele, que tacha de fascistas a Meloni, Orban, Le Pen o a Alice Weidel. La gente que llama nazi a Abascal, a Trump, a quienes exigimos una reacción policial, política y social enérgica ante esta barbarie a la que hemos abierto las puertas de nuestras casas para que nos roben y asesinen. Así no podemos continuar. Se lo debemos a nuestras generaciones futuras. Se lo debemos a nuestros padres y abuelos, que asisten con el corazón encogido a esta siniestra fiesta del crimen auspiciada por la izquierda y también por la derecha blanda. No olvidemos que una de las primeras en favorecer la inmigración sin control fue la cancillera Merkel. Ahí están los resultados. Hay que cerrar las fronteras. Hay que perseguir a esas hordas de criminales y expulsarlos. Hay que llevar al banquillo a todo aquel político y organización que los defienda. Lo contrario será la muerte de esta Europa que agoniza en manos de una burocracia más ocupada en reglamentar los tapones de plástico que en los problemas reales. De lo contrario, ya sabemos el resultado: un hijo nuestro puede salir a pasear y no volver jamás vivo a casa. No es racismo. Es justicia. Los únicos racistas aquí son ellos, no nosotros.

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