Opinión

Sánchez contra Ayuso, a la desesperada

En su desesperación por impedir que Madrid sea la antesala de un derrumbe histórico, Sánchez ha convertido a Isabel Díaz Ayuso en algo más que una resistente

  • El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez

El Laboratorio de Ocurrencias de la Moncloa lo ha vuelto a hacer. No tuvo idea mejor para frenar la carrera aparentemente imparable de Isabel Díaz Ayuso hacia la mayoría absoluta que encargar al ministro de la Presidencia el sabotaje del principal acto institucional del 2 de mayo. Lo consiguió en parte, porque tanto la solemnidad del acto como la imagen de una comunidad que se salva de la general decadencia a la que el Gobierno de Pedro Sánchez está empujando al conjunto de la nación quedaron desfiguradas por la insolente provocación protagonizada por un personaje incapaz de estar a la altura de la dignidad que exige su cargo.

Félix Bolaños, como en otras ocasiones, no ejerció el día de la fiesta grande de la Comunidad de Madrid como ministro, sino como vasallo del sanchismo y ejecutor de una ridícula, inútil y autodestructiva operación de distracción. Una operación además temeraria, porque presentarte donde no has sido invitado, con la tarjeta de visita de ministro de la Presidencia, Relaciones con las Cortes y Memoria Democrática, incorpora un riesgo -el de ser expulsado del festejo por una jefa de Protocolo- que no te puedes permitir.

Pero por encima de todo, el intento de sabotaje ordenado por Sánchez es, como apuntábamos, doblemente autodestructivo. En primer lugar porque somete a una insostenible prueba de contraste a quien lo protagonizó: recuérdese, por ejemplo, el humillante episodio en el que la consejera de Presidencia catalana obligó a Bolaños a entrar sin móvil a una reunión en la Generalitat. A partir de ahí, todas las preguntas son consecuentes: ¿se atreverá algún día Bolaños a montar el mismo numerito en un territorio en el que sí se echa en falta la presencia del Estado?; ¿se personará Bolaños en el acto central de la Diada sin haber sido invitado por Pere Aragonès? Y, en segundo término (y segundo interrogante): si lo que se pretendía era alterar en beneficio propio la dinámica electoral, ¿en qué lugar deja la perfomance a los candidatos del PSOE a la Comunidad y Ayuntamiento de Madrid?

¿Se atreverá algún día Sánchez a montar el numerito del 2 de mayo en un territorio, Cataluña, en el que sí se echa en falta la presencia del Estado?

Si no estaban ya suficientemente opacados por las circunstancias (sic), el 2 de mayo Bolaños les dio a Juan Lobato y a Reyes Maroto el golpe de gracia. Quizá los genios del Laboratorio de Ocurrencias de Moncloa todavía no se han dado cuenta, pero cada vez que Sánchez confronta con Ayuso, directamente o por persona interpuesta, la presidenta madrileña ve cómo aumenta su expectativa de voto. En su desesperación por impedir que Madrid sea la antesala de un derrumbe histórico, Sánchez ha convertido a Isabel Díaz Ayuso en algo más que una resistente, en la heroína que defiende el único castillo que sigue aguantando las acometidas del frente antiespañol y plurinacional.

Pedro Sánchez no hizo la menor referencia al incidente del 2 de mayo en el mitin que protagonizó en Málaga esa misma tarde. Quizá porque quería lavarse las manos. O quizá porque un minuto después ya era consciente del error cometido. Justo cuando vio por televisión que un miembro de su Gobierno, la ministra de Defensa, decidió no secundar a su colega de Presidencia. Quizá fue Margarita Robles la que, con su conducta nítidamente institucional, puso en evidencia la insensatez de la intentona; la que hizo ver a Sánchez lo inconveniente de jugar con la reputación y la dignidad del conjunto del Gobierno de la nación.

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