Sociedad

Las clases bajas se entregan a la derecha: "La izquierda, manejada por las élites, las ha abandonado"

Donald Trump gana el voto de los trabajadores en medio de la sorpresa de los demócratas

  • Donald Trump y Pedro Sánchez, en una imagen de archivo. -

En España, el 10% más rico de la población concentra el 53,8% de la riqueza, según Oxfan Intermón. Si afinamos un poco, el dato causa aún más pudor: el 1% posee una cuarta parte, que es casi lo mismo que el 70% más pobre —acapara el 32,13%—. Estas cifras son las que llevan años propiciando el descontento de los estratos humildes y obreros en España y el resto del mundo occidental. Sin embargo, los partidos políticos tradicionales de izquierda parece que dejan en un segundo plano esta lucha de clases y se centran en una agenda "woke" y “progresista” en social, mientras que comienzan a resurgir con fuerza los partidos a la derecha de la derecha donde, precisamente, llevan a cabo este programa del revés.

Esta nueva aparición de movimientos en los extremos del espectro político ha provocado que poco tenga que ver el panorama actual de partidos con la clásica división de derechas e izquierdas que tanto parecía importar a ricos y a pobres. A cambio, ha sido sustituida por una nueva dicotomía: Agenda 2030 o defensa de los intereses individuales de los ciudadanos.

“Todos los datos electorales de occidente indican que el voto universitario, urbano y de clase media alta se va hacia los partidos de izquierda”, señala Sergio Fernández Riquelme, profesor de Sociología de la Universidad de Murcia. “Y es que todos los temas que tratan los movimientos progresistas inciden fundamentalmente en el fenómeno woke”, es decir, asuntos que apelan a los valores morales, la lucha contra la contaminación, las políticas de género o los derechos LGTBI.

La izquierda, como explica este doctor en Sociología, no redunda en las cuestiones que más importan a la gente, como los asuntos identitarios, los derechos laborales o incluso el nacionalismo:  “Obviamente son las clases medias-altas a las que más les gusta el cosmopolitarismo, un mundo sin fronteras. Eso es algo que veo en la universidad prácticamente a diario”, apunta Fernández. “Nadie quiere ser proletario, obrero ni campesino, todos quieren aspirar a ser clase media-alta. Y, sin embargo, todas las campañas electorales del llamado al liberalismo progresista no se centran en esto, sino en temas que a la gente del campo y de los barrios más humildes no les interesan”.

Ideología de género, aborto, fronteras abiertas… asuntos que, “de repente", causan asombro entre los demócratas: "Se sorprenden de que la gente humilde no vote a lo que es una nueva izquierda, como si fuese una heredera directa de una vieja izquierda", subraya el experto a Vozpópuli. ¿Qué ocurre en realidad?: Que su voto se acaba yendo mayoritariamente a gente como Donald Trump”, ya que la preocupación principal en el país es el “ascensor social”, como lo denomina el profesor de la UM, la capacidad de ascender a cotas superiores de la sociedad estadounidense, “un asunto que en Europa la gente no se ha planteado o ha comenzado a plantearse ahora”.

El ascensor social

El mito del ascensor social, también llamado “sueño americano”, es el que tiene cualquier ciudadano de poder acceder a una vida mejor a través de sus propios méritos, sin importar su origen o su raza: “Cuando la gente se ha visto abandonada por la élite, que se refugia en las grandes ciudades y las universidades privadas elitistas, ha desarrollado un odio a la nueva izquierda, donde viven como marqueses mientras ellos se están quedando atrás”, asegura Fernández. “En España y en Europa se ha sido siempre más tradicional en este sentido y no ha existido esta lucha por el ascensor social. Aquí. con tener un trabajo de por vida, un piso en propiedad y hasta una casa en la playa, era suficiente”, explica Sergio Fernández.

Es lo que ha ocurrido también con el llamado voto "latino", al cual se ha querido siempre asociar con la izquierda, defensora de la inmigracion: “En EEUU ahora hay mucho ciudadano de origen inmigrante de segunda o tercera generación que ha decidido votar por Trump porque considera que si el candidato republicano ha accedido a ese ascensor social, él también tiene esa posibilidad. Quieren las mismas oportunidades que el resto de ciudadanos del país, ya no son mexicanos o cubanos, sino estadounidenses con todos los derechos a los que no les importa el muro de Trump, asegura.

A cambio, "la izquierda no está siendo capaz de atraer a las personas más afectadas por la crisis y por la globalización neoliberal", afirma en declaraciones a Vozpópuli. "Ese es un lugar que ahora están ocupando los partidos de derechas cuyos proyectos, además, tienen en muchos casos un espíritu reaccionario", asegura.

"Pero lo mismo pasa con el mundo de los judíos", añade Fernández, al señalar que no son un grupo hegemónico con unas ideologías políticas únicas: "Todo el mundo piensa que son un elemonto étnico-religioso uniforme, pero hay que distinguir entre los judíos secularizados, que dejan sus creencias  religiosas en un segundo plano, y los que tienen unos rasgos fuertemente marcados", asegura el sociólogo, gran conocedor de la ideosincrasia estadounidense.

"En las grandes ciudades, hay muchos judíos que votan al Partido Demócrata, pero hay un sector minoritario más ultraortodoxo —que vive más aparte de la sociedad— que apoya a Trump desde siempre", apunta. Los judíos en EEUU tienen un gran poder: están detrás del Partido Demócrata, dirigen los principales medios de comunicación, son grandes directores de cine, de arte, de televisión y música, "son todos personas de origen judío, pero de ese judaísmo secularizado del que hablaba antes", explica el experto.

Una nueva Europa divide la izquierda: profesiones "socioliberales" y "obreras"

Marx y Engels escribieron sobre la clase obrera en el siglo XIX. En aquella época fueron testigos de cómo los beneficios del crecimiento económico recaían siempre en los mismos, los poderosos propietarios, lo que llevaría a la proletarización de la mayor parte de la población. Sin embargo, esta tendencia pareció disolverse durante los siguientes 100 años con la aparición de una clase media que, nuevamente, en el siglo XIX parece que está en peligro de extinción. Al menos en occidente.

En Europa, lo que se da en la actualidad es una "competición electoral tripolar", como apunta el politólogo Javier Martín Merchán: "Eso lleva operando casi una década, aunque todavía no tanto en España, pero vamos hacia ahí", asegura. El profesor de la Universidad Pontificia Comillas explica así este modelo que echa por tierra la lógica bipolar tradicional izquierda-derecha, "que era una lógica basada fundamentalmente en el eje económico".

En la antigua dicotomía del mundo occidental existían las posturas menos intervencionistas (derecha) y más intervencionistas (izquierdas), con empresarios y trabajadores votando a cada una de estas corrientes políticas. Ahora, en cambio, hemos pasado a una situación, en la que aparecen partidos en ambos extremos, "y por tanto un nuevo eje político en el que entran los temas culturales, la inmigración, los derechos de las minorías o la corrección política", enumera el experto. "Ahora se compite políticamente tanto en lo económico como en lo cultural", concluye Martín Merchán.

"Lo que está ocurriendo es que las lealtades partidistas tradicionales se han erosionado y se están reorganizando", plantea el profesor de Relaciones Internacionales de Universidad Pontificia Comillas. "Ahora hay tres polos: un centro-derecha reformista moderadamente conservador y liberal —que sería el Partido Popular en España—, todos los partidos socialdemócratas y de nuevas izquierdas —PSOE, Sumar y Podemos— y una vía nueva en la derecha —Vox en España y, por ejemplo, Alternativa por Alemania o Agrupación Nacional en Francia—.

"Los partidos de centroderecha están muy consolidados entre los empresarios y las derechas radicales están apelando al voto de los obreros y una pequeña parte de pequeños emprendedores", asegura el politólogo. "Por otro lado, los partidos de izquierda están consolidándose entre las profesiones socioliberales, todo lo que tiene que ver con el estado de bienestar y el sector servicios —médicos, enfermeros, educación— y, cada vez menos, con la clase obrera".

"Los partidos de izquierda tienen que apelar a las clases trabajadoras por la cuestión económica, la intervención del mercado, ya que en última instancia sería beneficiosa para ellos", apunta el profesor. "El lado cultural de la izquierda es precisamente por el que les está apelando la derecha radical", afirma. "Tanto en España como en el resto de Europa, los partidos de izquierda están haciendo banderas de todas estas cuestiones 'postmaterialistas', no económicas, que han dejado de interpelar a la clase obrera. En cambio, los partidos de derecha están incidiendo en su discurso precisamente en todo este tipo de cuestiones que tratan de confrontar de alguna manera con el momentum de la globalización para granjearse el apoyo de estas clases sociales por la vía de la cultura".

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