Grandes corporaciones multinacionales contra pequeñas asociaciones de vecinos. Este tópico enfrentamiento que tantos guiones de cine y televisión ha dado vuelve a producirse en la vida real. El escenario de la batalla es ahora la mina de Corcoesto, en el municipio coruñés de Cabana de Bergantiños. Allí, la minera canadiense Edgewater planea una explotación de oro a cielo abierto que, según las estimaciones, contiene casi un millón de onzas de oro (la onza es algo más de 28 gramos), con lo que a los precios actuales de mercado, valdría unos 1.400 millones de dólares. La empresa calculó en 2011 que ganaría unos 60 millones de billetes verdes limpios de polvo y paja cada año gracias al oro extraído de esta zona de la Costa da Morte a 50 kilómetros al oeste de La Coruña.
Pero este oro no se encuentra, como en las películas, en grandes pepitas escondidas en un río y prestas a que los vaqueros guarden en su zurrón. Por el contrario, el metal precioso está difuminado entre las rocas del yacimiento. Para su extracción, es preciso cavar un agujero de más de un kilómetro y extraer la tierra con rocas para posteriormente rociarla con cianuro, un ácido muy tóxico y potencialmente letal del que se necesitarían toneladas y que, según la propia empresa ha dicho a Vozpópuli, es la única técnica que permite obtener el mineral. La otra opción sería rociar con mercurio, un material tan tóxico que "está prohibido en los países desarrollados desde hace muchísimos años".
El cianurado de las rocas se haría en una planta cubierta próxima al yacimiento, pero los residuos obtenidos irían a parar a dos balsas anejas a la explotación. Una contiene los lodos que no están cianurados (un 90%) y otra los que han sufrido el proceso de cianuración. Estos lodos se pasan por un tratamiento de destoxificación y se elimina el cianuro que queda ocluido en ellos. La posible rotura y fuga de estas balsas es uno de los principales argumentos de los que se posicionan contra la mina, basándose en otras tragedias medioambientales como la que acaeció en Aznalcóllar (que contaminó el río Tinto de Huelva) o la más reciente desastre de Aurul (Rumanía, año 2000) que acabó contaminando el río Danubio por varios países.
La plataforma vecinal Salvemos Cabana agita el recuerdo del Prestige y teme que la mina "condene a la comarca a padecimientos ambientales y sociales"
La plataforma ciudadana Salvemos Cabana lo tiene claro: "Se avecina un nuevo Prestige que puede condenar a esta comarca a padecimientos ambientales y sociales inéditos hasta la fecha". El cianuro les asusta, porque "incluso a dosis bajas puede afectar al aparato respiratorio y a los sistemas cardiovascular, gastrointestinal, neurológico, ocular y dérmico", dado que la piel puede absorberlo si entra en contacto con él. Los efectos en la salud de este compuesto, aseguran, pueden durar años. Además, critican que la minería a cielo abierto altera el entorno, modifica la morfología del terreno, contamina el aire con polvo residual, contamina el agua y también el suelo.
Pero esta plataforma no es la única que teme la llegada de la mina. También los granjeros y los marisqueros temen que la actividad industrial minera acabe con uno de los grandes activos de su zona: la pureza y descontaminación de su paisaje. "¿Cómo podría vender yo patatas ecológicas si tengo una mina a 4 kilómetros en línea recta?", se pregunta uno.
La minera se defiende
Un posible futuro apocalíptico que, por el momento, cuenta con el beneplácito de la Xunta de Galicia, cuya versión este periódico no ha conseguido recabar. Y un paisaje que nada tiene que ver con el que pintan en Edgewater a través de la subsidiaria que ha creado ad hoc, Mineira de Corcoesto. La compañía nos facilita la opinión de Lluis Boixet, el responsable de exploración de la investigación. Este ingeniero ve totalmente desmesurada la comparación con el Prestige y no se cansa de repetir que "la minería es una actividad moderna, regulada por ley y que dispone de técnicas de remediación ambiental. Sus efectos ambientales son, cuando las cosas se hacen bien, nulos". Según Boixet, actividades mineras como la de Corcoesto son habituales en otros países como Suecia, Canadá o Estados Unidos, mientras que "en Europa el país minero más importante es Alemania".
Mineira de Corcoesto asegura que todo está medido y controlado y pone el ejemplo del lago de As Pontes, creado por la actividad minera y que cumple su primer año
Boixet ve casi imposible la repetición de una tragedia como la de Aznalcóllar: "Desde que ocurrió aquello hay unas exigencias enormes. Allí nos encontrábamos con una enorme balsa líquida, pero los restos destoxificados del cianuro no fluyen, se convierten en sólidos al poco tiempo y se puede caminar por encima de ellos". Asegura que, si bien es cierto que la actividad minera modifica la morfología del terreno, no lo es menos que es capaz de dejar entornos naturales tan bellos como los que se encontró. Y recuerda con fruición el caso del lao de As Pontes, que justo ha celebrado este pasado fin de semana su primer aniversario: "En Galicia tenemos la mina de As Pontes, una restauración minera en la que se ha creado un lago con análisis de agua que la califican como excelente".
Boixet niega la posibilidad de que se rompa la balsa que contiene los vertidos, "porque está apoyada en la escombrera y por tanto está confinada". El técnico comprende la preocupación de la ciudadanía de la zona, pero cree que "sus esfuerzos deberían ir encaminados a que todo se realice con las mayores garantías de seguridad, pero no a que no se realice".
Problema financiero y de reputación
En contra de Edgewater juega, desde luego, el importante problema de reputación las mineras canadienses, que están saliendo a tortas de multitud de explotaciones en Latinoamérica, donde se las acusado de falta de moralidad por sus prácticas sociales, medioambientales y laborales. Dentro de estas mineras, Edgewater no es precisamente una de las más grandes, sino más bien una compañía que, en estos momentos, delega todo su futuro en la explotación gallega. La compañía dice que no es lo mismo operar en un país sin apenas controles ni normativa de seguridad que en un país europeo.
La capitalización de la minera y su capacidad para contratar los seguros necesarios en caso de catástrofe también está en duda. La propia Xunta de Galicia exigió este pasado julio más capital propio como condición para que el proyecto siga adelante, un capital que la empresa dice estar recopilando. Mientras tanto, sus acciones no crecen sino que caen, en una señal de que el dinero huye del valor. Desde 2011, año en que comenzó el proyecto de Corcoesto, han pasado de 1,30 dólares por acción a poco más de 20 céntimos. En definitiva, también en el ámbito de su fortaleza financiera se duda de la idoneidad de Edgewater para llevar a cabo un proyecto tecnológico y medioambiental de semejante calibre.