Urgir al partido a una especie de rebelión a bordo para desalojar a Mariano Rajoy de su fortaleza es un imposible metafísico, y sugerir situar al frente del motín nada menos que a José María Aznar es una broma. Aznar ya no está para libros de caballerías. Está más bien para salir en un mitin a defender el honor de los Prizzi, el pobre desempeño de la alcaldesa del 'relaxing cup', y para seguir haciendo abdominales y dinero. 

De la tormenta de ideas acaecida en los fogones del Poder durante las últimas semanas ha surgido una instrucción de obligado cumplimiento que, aliñada con el miedo a una derrota electoral en las europeas que marcaría el camino a las autonómicas o las generales, proclama que España ha doblado el ecuador de sus miserias para instalarse en una auténtica “burbuja del optimismo”.

El sociólogo de cabecera del presidente del Gobierno y su jefe de Gabinete fueron los dos puntales del equipo que trabajó para el debate del Estado de la Nación junto a la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, al jefe de la Oficina Económica de Moncloa, Álvaro Nadal, y la secretaria de Estado para la Comunicación, Carmen Martínez Castro.