El trío formado por Pedro Arriola, asesor personal de Mariano Rajoy, José Enrique Serrano, hombre de confianza del líder del PSOE, Pedro Sánchez, y Joan Rigol, enlace de Artur Mas con La Moncloa, ha quedado completamente desactivado. El presidente de la Generalitat, según fuentes de su entorno inmediato, no le perdona a Rigol dos cosas: que se fuera de la lengua filtrando la existencia de estos contactos a tres bandas y, sobre todo, que fuera diciendo a sus otros dos interlocutores que, en caso de caer Mas en desgracia, él mismo podría sucederle como “hombre bueno” del nacionalismo catalán.
Al final, en CiU está muy extendida la sensación de que Artur Mas no solo no ha caído en desgracia sino que se siente reforzado por la consulta del 9N y volcado, incluso, en trabajar por una candidatura electoral centrada, casi exclusivamente, en su liderazgo, lo más alejada posible del clan Pujol y de los escándalos que sacuden a la familia que ha gobernado Cataluña durante casi tres décadas.
El Cura se presentó ante Arriola y Serrano como el "hombre bueno" capaz de sustituir a Mas
Joan Rigol fue presidente de Unió Democrática, presidió el Parlamento catalán y ocupó la vicepresidencia del Senado. Su doctorado en Teología le ha hecho arrastrar en las filas de su partido el apodo de El Cura aunque lo que más enfatizan de él dentro del nacionalismo es su ambición desmedida. Tanto es así, que en las conversaciones secretas que desde hace meses venía manteniendo con Pedro Arriola, el sociólogo de cabecera de Rajoy, y con José Enrique Serrano, exjefe de Gabinete de Felipe González, José Luis Rodríguez Zapatero y, ahora, la cabeza institucional de Pedro Sánchez, Rigol llegó a presentarse como uno de los pocos políticos capaces de volver a aglutinar todas las corrientes del nacionalismo catalán y de reconducir a CiU hasta las orillas que frecuentó tan solo hace dos años y medio, cuando la única obsesión de Mas parecía centrada en la reivindicación del pacto fiscal, un modelo de concierto económico similar al que disfruta el País Vasco.
Mas se siente “traicionado” por su enlace con La Moncloa y con la dirección del PSOE y, lo que es peor, este mismo sentimiento es el que se ha generalizado en las filas de CiU en un momento sumamente delicado, tanto que el conocimiento de estas conversaciones secretas ha terminado por envenenar, todavía más, las relaciones entre el presidente de la Generalitat y el líder de ERC, Oriol Junqueras. Este ha interpretado como una infidelidad de Mas el diálogo tan sigiloso que ha circulado durante tantos meses a sus espaldas. “Junqueras sufre ataque de cuernos y es difícil que nos lo perdone”, confiesa un alto dirigente de Convergencia, extrañado por la confianza que el jefe del Gobierno catalán llegó a depositar en Rigol para una misión tan comprometida.
La Generalitat tampoco se fía de Miquel Iceta (PSC)
Los tres, Arriola, Serrano y Rigol, tenían previsto reanudar sus contactos secretos después del 9N con el fin de analizar los escenarios posibles que pueden contribuir a evitar el abismo. Sin embargo, aseguran fuentes conocedoras de estas conversaciones, Mas va a tener que cambiar de intermediario si quiere seguir pulsando la temperatura de La Moncloa y de la dirección del PSOE, teniendo en cuenta que la comunicación entre CiU y el PP está rota y que la que el propio presidente de la Generalitat mantiene de forma episódica con el primer secretario del PSC, Miquel Iceta, no le proporciona garantía alguna de que éste hable en nombre de Pedro Sánchez y, mucho menos, de la andaluza Susana Díaz, para muchos el principal referente, en estos momentos, del socialismo en España.
Mas se ha quedado sin enlaces con La Moncloa en el momento más arriesgado, con la sociedad catalana sentada sobre un polvorín
La alternativa más directa, el trato personal entre Mariano Rajoy y Mas, es la más complicada de todas ya que la desconfianza es mutua. El presidente del Gobierno se ha sentido vendido en dos ocasiones. La primera, cuando en las Navidades del año pasado el jefe de la Generalitat sorprendió fijando fecha para el referéndum y anunciando las dos preguntas. La Moncloa vivió este capítulo del proceso soberanista sin aviso previo. La segunda, cuando el pasado domingo, Artur Mas protagonizó el balance final de la consulta involucrando en ella a buena parte de la administración catalana, a pesar de que había prometido que no violentaría la legalidad.
Ahora, cuando más arriesgado y peligroso se torna el desafío al Estado, es precisamente cuando se necesitarían, admiten en CiU y en el PSC, interlocutores de primer nivel. No los hay por parte del nacionalismo, mientras “la sociedad catalana descansa en un auténtico polvorín”, resumen las fuentes. A la pregunta de cuánto tiempo durará esta incomunicación, nadie se atreve a responder.