¿Qué ha sucedido para que Íñigo Errejón, después del asalto a los cielos, hable ahora del Madrid de las magdalenas? La cursilería va convirtiéndose en uno de los ingredientes más recurrentes de la “nueva” izquierda. La alcaldesa de la capital, Manuela Carmena, ha hecho de esta dulzura con nata su estilo político. No es nuevo. Pero para Errejón, que hablaba de Laclau y Gramsci, sí que lo es.
Más Madrid, la plataforma de Carmena y Errejón, se presentó en sociedad el pasado sábado. Fue en una ex nave industrial donde antes se fabricaban ascensores en el barrio de Villaverde. El espacio diáfano se llenó pronto de gente. Miles de vecinos ocupaban las sillas a disposición. El ambiente era festivo, con familias, jóvenes, ancianos y niños. Pero duró poco. Casi una hora después, la nave estaba ya medio vacía. “Es muy aburrido”, comentó un asistente.
Fueron 50 minutos de discursos sobre niños, cuidado, solidaridad, hormigas y cigarras. Un mitin con sabor a canela, al que Errejón, a veces, intentó añadir unas notas rock. Salarios bajos, igualdad de oportunidades, precios del alquiler. Pero quedó en poca cosa. Madrid quiere ser la “ciudad de los abrazos”, dice Carmena. Mejor evitar los puños alzados y el “sí se puede”.
Fue un mitin con sabor a canela, al que Errejón, a veces, intentó añadir unas notas rock
Al ex número dos de Podemos se le veía algo incómodo. En el escenario, dos poltronas al estilo salón de tertulia del Banco Sabadell chirriaban con la idea de un primer mitin de campaña. El toque radical-chic casaba francamente mal con uno de los barrios más pobres de Madrid, donde el gobierno de Carmena ha ejecutado menos de la mitad de los recursos previstos y el paro acucia a sus vecinos.
Además, a Errejón le interrumpía constantemente la alcaldesa. Ella lleva las riendas, se ve. Quizás es así desde la cena de las empanadillas. Y es lógico: quien gobierna es ella y suyo es el clavo al que Errejón se agarra tras el anuncio de elecciones generales anticipadas.
Errejón se crió en la escuela de la reivindicación millennial. La que mezclaba la crisis económica con lucha contra el “régimen”, que al fin y al cabo era la democracia española. Entonces hablaba de “casta”, del PP como “arma de destrucción masiva de derechos sociales”, de “cambio sin adjetivos” y la “radicalización de la democracia”.
Un argumentario que en su día permitió capitalizar la desilusión y el hartazgo de los desfavorecidos, pero que ahora parece haber desaparecido. La pátina edulcorada se ha extendido sobre la vieja izquierda rebelde y Errejón es uno de sus intérpretes. Ha renacido, pero en rose.
Sobre la intención de la nueva izquierda no cabe confundirse: el azúcar cubre el mismo proyecto de siempre, que es estar donde hay poder
Habrá entonces que preguntarse: ¿de verdad la izquierda azucarada se ha impuesto a la reivindicativa? Posiblemente sí, aunque los dirigentes de la vieja guardia de Podemos se nieguen a ello. Al fin y al cabo todos saben que Podemos está de capa caída, y sus ex compañeros aseguran: “Íñigo tiene una obsesión: estar siempre con quien gana”.
Ahora bien, puede que sea así y que Carmena sea la heredera del espíritu del 15-M. De aquellos jóvenes que lo querían todo, que rodearon el Congreso y hablaban de “mafia”. Y que ahora han acabado en el salón de té, comiendo magdalenas. Aunque, sobre la intención de la nueva izquierda no cabe confundirse: el azúcar cubre el mismo proyecto de siempre, que es estar donde hay poder. “Que bien hablas Íñigo”, le lanzó dulcemente la alcaldesa en ese mitin poco apto para diabéticos.