“La vida costaba dieciocho euros/ y no había/nada que temer”. El futuro tenía letra pequeña, pero entonces nadie lo sabía. Y entre la vida soñada y la vivida quedó un trecho, un huerto del que ahora se arrancan las palabras como los dientes de las encías. Preguntándose cuánto de lo que ahora posee es heredado y cuánto realmente suyo, Elena Medel (Córdoba, 1985) se planta con Chatterton, un poemario que retrata la vida que no fue, la de la vuelta a casa de los padres, la del presente escaso y precario.
“Nadie me avisó de madurar así, junto a la vida y el frío/ en el cajón/ de la fruta que se pudre”, escribe Medel, quien ganó con este libro el XXVI Premio Fundación Loewe a la Creación Joven, que se concede a los poetas de menos de 30 años. Ella tiene 28. Sin embargo, quien lee sus versos se pregunta: ¿se puede a esa edad amasar ya el desencanto? A juzgar por este libro, sí.
El título del poemario, Chatterton, alude al poeta prerromántico inglés, quien se suicidó poco antes de cumplir los 18. Habilidoso fabulador, había engañado a estudiosos y expertos inventándose la obra y la vida de personajes literarios que convirtió en escaparates de su propia escritura. Valiéndose de su figura, Elena Medel juega en este libro con la idea de las vidas inventadas o las deseadas, tan lejos siempre de la versión que la realidad les depara.
Elena Medelcomenzó a publicar a los 16 años, cuando su poemario Mi primer bikini (2002) ganó el Premio Andalucía Joven. A ese siguió Tara (2006) y las plaquettes Vacaciones (2004) y Un soplo en el corazón (2007). Junto a la también poeta Alejandra Vanessa, dirige La Bella Varsovia, una editorial que se dedica a publicar la obra de autores jóvenes.
-Jaime Siles, miembro del jurado del Loewe, la colocó en un aprieto. Describió el poemario como la denuncia de toda una generación; un libro feminista y un elogio a la adolescencia.
-De todos mis libros quizás es el que hable de situaciones más extremas y paradójicamente es el más luminoso. Hay una conciencia del lenguaje distinta de Tara. Este libro fue más natural. A mí no me molesta tampoco que se refirieran a Chatterton como un libro femenino o feminista. No tenemos por qué justificarnos por escribir desde nuestra voz. La experiencia femenina también es universal.
"Está presente la sensación de dejar atrás la juventud y comenzar a vivir una vida adulta que vuelve a las costumbres de la vida adolescente".
-Chatterton ha sido escrito tras ocho años de silencio. Parece un libro de despedida, de cierre.
-Sí, está presente la sensación de dejar atrás la juventud y comenzar a vivir una vida adulta en la que, paradójicamente, se retoman las costumbres de la vida adolescente. La vuelta a casa de los padres, por ejemplo. Es un poemario que cierra una etapa. Vuelve a cosas que ya estaban en Mi primer bikini, recupera otras de Tara. Y sin embargo está entre los dos. Pero creo que es un libro tranquilo.
-Todo lo tranquilo que se puede estar al dibujarse un pentagrama en la muñeca con una cuchilla.
- Venía de escribir Tara, en el que había de un trabajo de escritura muy claro que me permitió enfocarme en el lenguaje. Cuando empecé a escribir los poemas de Chatterton, me di cuenta de que con las palabras de Tara no podía hablar de la precariedad laboral, la precariedad sentimental, de los problemas que no sólo tenía yo sino mis amigos.
"¿Cuál es la vida real? ¿La que has vivido o la que has imaginado? El poema que da título a un libro sobre el fracaso es precisamente el que habla de un fracasado".
-Chatterton, el poeta que da nombre al poemario, es el romanticismo en vena. Una vida corta, sufrida, terrible. Pero lo curioso es que era un fabulador, alguien dedicado a escribir vidas que no existen ni son la suya. ¿Esta vida suya acaso tampoco lo es?
-El libro parte de una sensación. Durante años estuve pensando en un futuro, en unas expectativas, que cuando se convirtieron en presente no tenían nada que ver con aquella vida que había imaginado. Cuando tienes 19 piensas en los 29 y dices: tendré un trabajo, viviré sola, quizás tenga pareja. Pero al llegar, te encuentras con algo completamente distinto. Chatterton va por ahí. Quise utilizar esa figura para introducir un punto irónico y rebajar el tono dramático del libro. Porque creo que en el libro hay bastante humor, parodia e incluso crueldad con los personajes que ahí aparecen. Digo personajes porque me parece que es un libro muy narrativo.
-Tengo entendido que una amiga suya le comentó que era como una Eneida femenina.
-Sí. Ella me dijo algo como: no sé si estás intentando fundar tu propia ciudad, tu propio imperio o volver a casa como Ulises. Me resultó graciosa esa comparación. Mis poemas han sido siempre muy narrativos, pero en este comencé a escribir historias de manera más natural.
"Hablo de fracaso pero también de desengaño, de las expectativas no cumplidas".
-¿Cuál es la conexión entre Chatterton y los ocho años de escritura de este libro?
-Tomo el apellido de Chatterton porque me gusta con jugar con esa sensación de que la vida real es una ficción. ¿Cuál es la vida real? ¿La que has vivido o la que has imaginado? Me parecía interesante que el poema que da título a un libro sobre el fracaso sea precisamente el que habla de un fracasado.
-¿No le parece que, en su caso, con 28 años, es muy pronto para fracasar?
-Hablo de fracaso pero también de desengaño, de las expectativas no cumplidas. Las que nos creamos y las que cargan sobre nosotros.
"Me gustaría pensar que el libro puede apelar a historias de otras edades, porque en el fondo habla de situaciones universales".
-Insisto: está escrito por una mujer de 28 que parece de 40.
-Mi ritmo de publicación comenzó muy pronto, a los 16, a la vez que Carlos Pardo y gente que tenía diez años más que yo. La verdad es que no me he parado a pensar en la edad de la escritura. Cuando Jaime Siles habló de un libro generacional, yo no estaba muy de acuerdo. Me gustaría pensar que el libro puede apelar a historias de otras edades, porque en el fondo habla de situaciones universales: rupturas amorosas, poemas sobre el trabajo y la alienación, que puede vivir un ciudadano de 20, 30 o 50.
-¿Por qué cree que existe una aprehensión a la poesía como género?
-La poesía cada vez se enseña peor. En los institutos enseñan a odiar la poesía. Con 14 o 15 años los alumnos se ven obligados a leer clásicos que pueden no ser la puerta de entrada a la poesía. Además, se ve como algo elevado y alejado de la gente y, en parte, la culpa la tenemos los mismos poetas. Nos empeñamos en sacralizar algo que en el fondo es cotidiano. Lo que yo hago no es más importante de lo que haga cualquier otro. Yo no salvo vidas, no soy cirujana, no soy ingeniera. Soy solo poeta. Hablo de lo que veo día a día.
"Nos empeñamos en sacralizar algo que en el fondo es mi cotidiano. Lo que yo hago no es más importante de lo que haga cualquier otro".
-“Habláis de mí, de lo que poseíamos: ¿es préstamo o es herencia”, escribe.
-Lo puedo tomar por varios caminos. Puedo hablar de cómo un poeta entra en sus tradiciones y decide tomar lo que le interesa. También plantear si la situación actual que vivimos es heredada o es responsabilidad de todos ¿Hubiésemos podido hacer algo para cambiarlo? Al momento de escribir ese poema lo hice con la intención de que fuera muy abierto. Era más interesante tener preguntas que respuestas.
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