Opinión

Hola, soy tu menopausia

Sería muy de agradecer que se gastaran el dinero de nuestros impuestos en formar a sus profesionales sanitarios sobre cómo tienen que tratar a los pacientes

  • El actor Hugh Laurie en el papel de Gregory House.

Ahora que tenemos días mundiales para todo, me he enterado de que el viernes pasado fue el día mundial de la menopausia. ¿Cómo me enteré? Gracias al Ministerio de Sanidad, que creyó conveniente celebrar este gran día comunicándonos a todos que “La menopausia es una etapa natural de la vida. Rompemos el tabú, hablamos abiertamente y asumimos el compromiso de mejorar el bienestar de las mujeres”.

Para llevar a cabo tan loable acción, ha realizado una campaña publicitaria llamada “Hola, soy tu menopausia”, en la que asegura que “la mitad de la población va a conocerme en primera persona, pero sigo siendo un tema tabú”.

Lo primero de todo es reconocer la mala suerte que he tenido yo cada vez que he asistido a una cita con un profesional de la sanidad pública, porque no quiero pensar que lo que me pasa a mí y a todos mis allegados cada vez que pisamos un hospital de la seguridad social, le pasa a todo el mundo. Lo más probable es que nosotros estemos sufriendo algún tipo de maldición vikinga, ya que tenemos en este país la mejor sanidad pública del mundo, pero nosotros ni la hemos olido.

Pero vamos a hablar de menopausia, por favor. Como me tocaba mi revisión anual y estaba justo en ese momento cambiando de seguro médico privado, acudí a la cita con un ginecólogo de la sanidad pública. Nos dicen que no leamos cosas sobre salud en Internet, que nos podemos sugestionar, que es mejor preguntar al médico, así que aproveché para preguntarle por los retrasos en la regla que había tenido unos meses atrás, ya que ni idea de eso de la menopausia. Entré en la consulta, saludé, me senté, le expliqué la situación y le dije que me pillaba todo un poco fuera de juego. Su maravillosa respuesta:

-Pues no sé qué esperaba usted con la edad que tiene, ya era hora de que empezara a tener retrasos.

Sinceramente, a estas alturas, y con la edad que tengo, lo que espero de la vida es que los palos que me tenga que dar no vegan muy seguidos, pero de un médico espero algo de empatía y un mínimo de educación. No era el día: me había tocado con un clon del doctor House por anquello de la maldición vikinga.

-Bueno, pues sí, he empezado a tener retrasos con el periodo. ¿Y ahora qué? ¿Que es lo que tengo que esperar, además de sofocos nocturnos cuando no me viene la regla?

Resumen de toda la información facilitada por el doctor House: esto es la premenopausia o perimenopausia, (no lo puedo jurar porque no conseguí que me lo dejara muy claro), me van a dar sofocos, se me van a descalcificar los huesos, voy a engordar, se me va a secar toda la piel, por lo que se me va a arrugar la cara como una pasa y también mi líbido se va a ir al carajo. Si creen que mi resumen es duro o exagerado es porque no lo escucharon a él. Pero oiga, es que así es como se derriban los tabús en torno a la menopausia.

Yo casi que habría preferido leer en Internet que la menopausia es como el viaje a los siete infiernos de Dante, porque en aquel momento hasta un apocalipsis zombie me parecía más atractivo que acercarme tan siquiera a la menopausia, pero cuando ya me creía que no podía ser peor, tonta de mí, le pregunto que si hay algo que pueda o tenga que hacer. El profesional de la mejor sanidad pública del mundo, me responde:

-Coma menos, haga deporte y beba agua.

Para qué voy a vivir bebiendo agua, haciendo deporte y comiendo lechuga, si de todos modos él me ha vaticinado con su científica bola de cristal que se me va a secar todo

Eso sin conocerme de nada ni leer mi historial. Sin saber cuánto como, cuánta agua bebo o cuánto deporte hago. Yo que estaba tan contenta, porque llevo toda la vida metiendo en mi cuerpo el doble de calorías y ún así adelgazando por mi metabolismo acelerado y teniendo un culo carpeta, ahora que por fin había conseguido engordar un poco, llegar a mi peso ideal de 50 kilos y verme el culo en el espejo, me suelta el hombre que coma menos. Que haga deporte. Que beba agua. Tres cosas que no sé hacer ni quiero. ¿Y cuánto es menos? ¿Menos que quién?

En ese momento ya me rendí. Para qué voy a vivir bebiendo agua, haciendo deporte y comiendo lechuga, si de todos modos él me ha vaticinado con su científica bola de cristal que se me va a secar todo y voy a ser la primera momia obesa viviente de la historia y sin ganas de follar... Y menos mal, porque imaginen que encima tengo ganas... A ver a quién encuentro que se quiera arrimar a esto, con el riesgo de que se me rompa algún hueso descalcificado durante el acto sexual.

En estas me informa de que también voy a sufrir cambios de humor, a lo que le respondo que ya los estoy sufriendo, en ese preciso instante. Me excusé diciendo que no me encontraba bien, que mejor dejábamos la exploración para otro día, porque, aunque les parezca extraño, no me apetecía que ese señor me viera espatarrada en una camilla ni me contara, mientras me tocaba los pechos, cómo se me iban a desinflar y arrugar hasta parecer dos pimientos fritos, así que salí hacia mi coche como alma que lleva el diablo. Una vez allí, con las manos en el volante y valorando si tirarme por un barranco o averiguar cuál de todos los coches del parking era el de mi entrañable doctor, decidí ir a casa.

A mí los tabús, como prácticamente a toda mi generación, me estimulan fuertemente las glándulas sudoríparas genitales, que por algo nos criamos en los 80 y los 90

Podría haber pedido otra cita y esperar 3 o 4 meses a ver si la tómbola de la seguridad social me premiaba en esa ocasión con un perrito piloto u otro doctor House, pero decidí no arriesgar, acelerar la tramitación del seguro privado y acudir a otra consulta a los pocos días.

Ahora tomo un suplemento natural con el café de las mañanas y llevo un abanico en el bolso que saco sin ningún pudor si me hace falta, porque a mí los tabús, como prácticamente a toda mi generación, me estimulan fuertemente las glándulas sudoríparas genitales, que por algo nos criamos en los 80 y los 90. He aprendido a vestirme por capas, sigo sin hacer deporte ni correr porque prefiero esconderme si me persiguen, como lo que me da la gana sin contar calorías por primera vez en mi vida, continúo aguantando el periodo, aunque no todos los meses, y, en definitiva, me encuentro divinamente.

Yo le agradezco mucho al Ministerio de Sanidad su iniciativa, pero sería mucho más de agradecer que se gastara el dinero de nuestros impuestos en formar a sus profesionales sobre cómo tienen que tratar a los pacientes, en lugar de taladrarnos la cabeza a los ciudadanos con cosas que son naturales, no son ningún drama y forman parte de la vida. Cuestiones que, en definitiva, sabemos todos, menos el clon del doctor House de la mejor sanidad pública del mundo.

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