Opinión

Rodríguez 'Pam' e Irene Montero también fueron campeonas del mundo

La esencia del asunto la resume el razonamiento de Ángela Rodríguez Pam:

La esencia del asunto la resume el razonamiento de Ángela Rodríguez Pam: “Hubo un tiempo en el que había cosas solo de hombres. Un tiempo en el que las mujeres no podíamos elegir cuando ser besadas o dedicarnos el fútbol. Por suerte ese tiempo ha terminado. CampeonAs y 'Solo sí es sí'. La roja también es feminista”. Podría deducirse a partir de estas líneas que el mérito de que el equipo femenino español haya ganado el Mundial de Australia es en último término de las feministas patrias, que son las que quitaron el yugo a las mujeres de este país. Podría incluso universalizarse esta verdad para que usted, señora, no olvide que cada vez que su empresa le ingrese la nómina ha de agradecer a estas matriarcas -mirando al cielo, a poder ser- la lucha que han encabezado en estos años, que es la que le ha permitido trabajar a usted, a su hija y a su madre.

Todos los autoritarismos cojean del mismo pie: son escépticos e incluso desconfiados ante las iniciativas de sus súbditos hasta que alguno de ellos obtiene el reconocimiento internacional. Entonces, tratan de aprovechar la circunstancia para vender la bondades de su régimen. Es lo de Franco y Lola Flores. O lo de Videla y el Mundial 78.

El deporte, de hecho, siempre ha sido uno de los terrenos preferidos por los tiranos para tratar de legitimarse ante el mundo. Lo utilizaron desde Hitler hasta Breznev. Desde Musolini hasta Fidel Castro. Por eso resulta tan curioso que el Movimiento Nacional español -al contemporáneo me refiero- haya transmitido estos días que, sin políticas de igualdad, las chicas no hubieran ganado. Ni siquiera hubieran tenido permitido el juntarse para dar patadas a un balón divididas en dos equipos.

Mujer, se reían de ti los maestros en la escuela cuando te veían con una pelota y ahora, gracias a nosotras, has ganado la Copa del Mundo. Quien piense que Pam, Montero y compañía no defienden esto... no las conoce lo suficiente.

El maldito Estado benefactor

No resuenan como deberían las voces de las mujeres libres que se oponen al tutelaje de las Pam y las Irene Montero, quienes tienen la mala costumbre de aprovechar cualquier desgracia o cualquier triunfo ajeno para reivindicar su presencia y su salario neto anual, siempre ayudadas por los Jorge-javieres de turno y los tertulianos del Movimiento, de cada vez más sorprendente viscosidad. Todo esto es consecuencia de la degeneración de la democracia y del ascenso de los demagogos. Es un razonamiento puramente platónico. Cuando los oportunistas llegan al poder lo confiscan y se amparan en el pueblo para perpetuarse. Lo pastorean mediante emociones facilonas e intensas y lo manejan con populismo ramplón. Opinan de todo y de todos los logros son responsables.

Quien piense que Rodríguez Pam e Irene Montero no se consideran también ganadoras del mundial femenino... es que no las conoce

Así que la hazaña deportiva de las excelentes futbolistas españolas ha quedado sometida a los vientos políticos que desde hace un buen tiempo azotan el país. ¿Y qué transmiten estos aires, impulsados desde el Ministerio de Igualdad? Que hoy las niñas son más libres gracias a ellas, pero, en realidad, no son libres de proclamar su autonomía de las Yolandas y las Monteros porque su independencia se la deben a ellas y han de agradecérsela. Todo esto tiene un nombre, por mucho que se intente travestir: es el del socialismo. Es decir, el de la religión contemporánea. El que apela a situar al Estado como un templo y a la ideología de sus gobernantes, al nivel de la palabra de Dios.

Lo de Luis Rubiales...

También era previsible que las propagandistas del Movimiento Nacional iban a aprovechar la actitud repugnante de Luis Rubiales -al que definí aquí como otro de los vivos ejemplos de nuestras enfermedades sociales y el cual llegó a presionar a la jugadora y a su familia, según denuncia- para inundar el debate público con sus mensajes. "Si no lo llamamos por su nombre, violencia sexual, podremos conseguir ahora que Rubiales dimita o sea cesado, pero otros millones de besos no consentidos seguirán quedando en la impunidad", escribió Irene Montero, mientras Javier Pérez Royo aprovechaba la circunstancia para reivindicar la oportunidad de la 'Ley del sólo sí es sí'. La que derivó en la suelta de decenas de delincuentes sexuales. Algunos, ya reincidentes. Las víctimas de esos malnacidos importan menos. De ésas nadie habla. Una pena.

Todos estos 'fenómenos' del feminismo morado aprovechan cualquier episodio de este tipo para reivindicarse y se nutren de las polémicas para eternizar sus causas. Lo dejó claro Pedro Sánchez cuando fue preguntado al respecto de lo de Rubiales. “Todo esto demuestra que todavía queda mucho por hacer en este terreno”, afirmó. ¿Y qué significa eso? ¿Que la situación debe mejorar? ¿Que van a estudiar cada agresión sexual y a reconocer, con honestidad, cuáles se deben a su ley del 'sólo sí es sí' o a sus políticas de seguridad? En absoluto. Con esa frase, el presidente del Gobierno en realidad quiere decir: “Más madera”. Más combustible para el Movimiento Nacional. Más revanchismo y más generalizaciones injustas. El Gobierno calló ante otros escándalos que afectaron a Rubiales, mucho mayores presuntamente, por cierto. Pero ahora habla porque le conviene. El feminismo es uno de los combustibles preferidos de Moncloa.

El histerismo que se desata en estos casos no es casual. Es la herramienta que emplean los demagogos para reivindicar su presencia en las instituciones y para seguir a sueldo de todos los demás. Nadie que siga esta estrategia está capacitado para resolver los problemas de un país porque, en realidad, llena su estómago y paga su hipoteca gracias a ellos. Es algo tan grave como la corrupción económica, pero mucho más aceptado.

Y es sobre todo injusto, porque transmite a los ciudadanos una idea errónea de la realidad. Es la que defiende que el Estado debe marcar su línea de pensamiento y, a la vez, atribuirse los logros del individuo al que supuestamente ha formado. Pobres chicas del fútbol, entre los Rubiales, las Irenes y los oportunistas que han empañado su gran triunfo. No se lo merecen.

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