La primera imagen icónica que ha dejado el Congreso Internacional de la Lengua Española de Cádiz ha sido la del rey Felipe VI tocando un cajón flamenco, sentado sobre el instrumento, como debe ser. Es un reconocimiento de que la música popular es uno de los principales factores de unión entre todas las orillas del mundo hispanohablante, cuyos géneros musicales “de ida y vuelta” suenan más fuertes que nunca en todo el planeta. Nadie sensato pone hoy en duda que José Alfredo Jiménez, Carlos Gardel, Armando Manzanero, Violeta Parra, Camarón de la Isla y Joan Manuel Serrat, entre otros muchos gigantes de la música en nuestro idioma, han contribuido más que nadie a enamorar del español a sus millones de hablantes y al creciente número de estudiantes que aspiran a usarlo.
Esta no es una tesis original ni ajena a las élites académicas: Ramiro Villapadierna, nuevo director de la Oficina del Español y codirector de la Cátedra Vargas Llosa, se atrevió a decir recientemente en los medios que “Shakira y el reguetón están haciendo más por el español que el Instituto Cervantes”. Su afirmación es una evidencia verificable que descolocó a muchos e irritó a otros, que temían que estuviera elevando a Shakira al estatus de máxima autoridad de la lengua castellana (una interpretación delirante). El caso es que no le vendría mal a este Congreso una figura como la de C. Tangana, artista exitoso y reflexivo que incluye en sus trabajos a superventas emergentes y consolidados de las dos orillas del Atlántico, de distintas generaciones y extracciones sociales. Así reúne un amplio catálogo de recursos lingüísticos y conecta a muchos de los embajadores más eficaces de nuestra lengua.
Tangana y el colonialismo cultural
El mayor triunfo reciente de nuestra lengua es que el artista puertorriqueño Bad Bunny haya conseguido ser el artista más escuchado del planeta durante tres años seguidos, según los registros de Spotify, que son los más fiables. En 2022, por ejemplo, superó los 18.000 millones de reproducciones, a los que luego habría que sumar las de Youtube. En la letra de “El Apagón”, una de las más emblemáticas de su último álbum, recita los siguientes versos: “Ahora todo el mundo quiere ser latino/ pero les falta sazón, batería y reguetón”, defiende, a la vez que rinde homenaje a uno de los pioneros del género, el también boricua Tego Calderón. Estamos ante la primera generación que se ha negado ante el dogma de que hay que cantar en inglés para conquistar el mercado global…y han demostrado tener toda la razón.
No se trata de incluir a los reguetoneros en el Congreso como forma de reconocimiento o agradecimiento, sino para aprender todo lo posible de ellos
El asunto central del Congreso es el mestizaje y la interculturalidad. Ninguno de esos dos conceptos se encuentra más vivo y vibrante que en la música popular actual. Esta nueva generación de músicos urbanos han conseguido que las viejas y las nuevas palabras reboten de manera constante de una esquina a otra del mundo. ¿No es una maravilla que hoy los jóvenes utilicen “bellaquear” para aludir a sus juegos de lujuria? ¿Qué medio mundo siga disfrutando con un baile que se llama “perreo” y que no ha hecho falta traducir al inglés? ¿Que algunos los chavales más pobres del Caribe hayan contribuido de manera decisiva a renovar nuestra lengua popular para hacerla más urgente, flexible y caliente? No se trata de incluirles en el Congreso de Cádiz como forma de reconocimiento o agradecimiento, sino para aprender todo lo posible de ellos, que han inventado una nueva gasolina para que el español circule por los carriles de adelantamiento de la cultura global contemporánea.