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'Hijos de Dune': sigue viva la saga que arrancó Lynch y anticipó la 'yihad' islámica

Enfrentarse a la adaptación televisiva de los dos últimos libros de la primera trilogía de Frank Herbert, rodada en 2003 y de estreno en el canal de terror y ciencia

Enfrentarse a la adaptación televisiva de los dos últimos libros de la primera trilogía de Frank Herbert, rodada en 2003 y de estreno en el canal de terror y ciencia ficción Dark, es uno de esos pequeños placeres culpables que tantas endorfinas producen. A raíz del estreno de la excelente versión de Denis Villeneuve, muchos nos decidimos a revisitar la película maldita de David Lynch de 1984, saboreando de nuevo sus muchas virtudes y, también, sus cada vez más insignificantes defectos, si es que existieron alguna vez (¿pobres efectos especiales?, ¿batallas sosas? ¿fracaso en taquilla? ¿qué importa?).

Entre una y otra adaptación se estrenó una serie, Dune, la leyenda en el 2000, con William Hurt; y su continuación de 2003 que recogía solo los dos últimos libros de la trilogía de Herbert. Es decir, esta última comenzaba donde terminaba la película de Lynch y es la que Dark ha estrenado por fin en España, en los dos capítulos, no tres como en la versión original, que se comercializaron aquí en DVD, con Susan Sarandon llevando unos tocados increíbles y un jovencito James McAvoy como Leto Atreides II, hijo de Paul.

Han pasado doce años desde la revolución de Paul Atreides, ahora llamado Muad’Dib (Alec Newman), su nombre en el idioma fremen, en el desértico Arrakis. Los Harkonnen son solo un mal recuerdo pero ahora es la casa Corrino, con Wensicia (Susan Sarandon) al frente la que aspira a derrocar al Emperador, que ha arrasado otros planetas a sangre y fuego. Mientras, la princesa consorte, Irulan (Julie Cox) envenena a la concubina de Paul, Chani (Barbora Kodetovâ) para que no pueda tener hijos. Esta, deseando quedar embarazada, abusa de la droga especia lo que puede provocar fatales consecuencias en el posible parto. Por su parte, el pobre Muad’Dib, que sigue con el poder de predecir su futuro pero que nunca actúa en consecuencia por ignotos motivos, decide quedarse ciego relativamente, porque en realidad puede ver, hasta que algo terrible le ocurre.

'Dune' como anticipo de la yihad

Esto es solo el principio de un shakespeariano y palaciego culebrón que Frank Herbert (1920-1986) construyó, al principio, solo con tres libros: Dune (1965), más de 12 millones de ejemplares vendidos, El mesías de Dune (1969) e Hijos de Dune (1976). Luego escribiría otra trilogía y su hijo, Brian Herbert, otras dos más en plan precuela lucrativa. Y hay todavía más libros publicados en un universo que parece no tener fin pero, mientras esperamos la segunda parte de la película de Villeneuve, que se estrena el año que viene al parecer también con una serie, Dune: La hermandad. Merece la pena acercarse a la ficción de Dark, que a su vez continuaba la serie también estrenada por Sci Fi tres años antes.

La trama de Dune adelantó las tristemente célebres yihads islámicas e inspiró clásicos como Star Wars y Juego de tronos

De 2003 a 2021. Parece una diferencia de años poco relevante entre dos películas o series, pero en el género de la ciencia ficción puede ser devastadora. Los efectos especiales de principios del siglo XXI, ojo, galardonados con el premio Emmy, y los del año pasado tienen muy poco que ver, así que conviene centrarse en otros factores como el meticuloso argumento de John Harrison, guionista y también director de la primera serie. Una trama que adelantaba las tristemente célebres yihads islámicas y que también se inspiraba en otros clásicos de ciencia-ficción y que ha servido de referencia a las posteriores sagas de Star Wars o incluso Juego de tronos. Sí, en esta serie hay un enano muy listo, Bijaz (Gee Williams), un enorme cuervo, aunque no con tres ojos, y un muerto revivido, nada menos que Duncan (Edward Atterton), el fiel amigo de Paul.

Sin duda el diseño de producción es el as ganador de esta ficción del realizador Greg Yaitanes. Susan Sarandon lleva un extraño tocado en cada secuencia, los decorados remiten a más de un clásico de los 80 (El cristal oscuro, por ejemplo) y el plano-contraplano que utiliza Yaitanes retrotrae a esa antigua televisión en la que importaba mucho lo que se decía y no tanto dónde se decía. Pero el dónde tampoco está nada mal. Los decorados de Marie Raskova -se nota la coproducción con Alemania en la abundancia de nombres europeos en el apartado técnico- y la dirección de arte de David Matteásco y Vâclav Novak nos recuerdan que hubo un tiempo en que no todo eran pantallas verdes. Aunque lo mejor sin duda es el arrebatador y deslumbrante vestuario, casi de fantasía, diseñado por Theodor Pistek, ganador del Oscar por Amadeus (1984) y nominado por Valmont (1989). Qué tiempos.

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