Dulcinea, que así se llama la base de datos de la Brigada de Patrimonio Histórico de la Policía, almacena referencias de 12.000 objetos de arte robados en nuestro país que aún no han sido recuperados. Suficientes para llenar un museo. Una cifra que, pese a lo abultado, resulta insignificante si la comparamos con las decenas de miles de robos que cada año denuncia Interpol, cuyas ‘busca y captura’ internacionales ocupan numerosos archivadores en las dependencias de la unidad policial española.
La organización internacional de Policía Criminal, que remite alertas a las policías de distintos países de manera periódica, elabora cada seis meses un documento con el epígrafe The most wanted work of art (las obras de arte más buscadas) que envía a sus cerca de doscientos países miembros. Las fichas de Interpol recogen la fecha y lugar de la sustracción, una pequeña descripción de la obra y sus dimensiones, acompañada de una foto de la misma. El último de estos documentos, de junio pasado, contiene tres referencias de cuadros, dos esculturas y una vasija. Las obras pictóricas son de Ferdinand Bol, sustraída el pasado mes de mayo en una residencia privada de Wiesbaden (Alemania), otra de Boris Kustodieff, robada en noviembre de 2015 en una galería de arte de Estocolmo (Suecia), y una más que desapareció de una Iglesia en San Marino en abril. Junto a ellas, una escultura expoliada en marzo de un domicilio privado de Washington (Estados Unidos), una estatua que ‘desapareció’ del museo Yerevan, en Armenia, y una vasija sustraída también de otro museo, en este caso de Lima.
Italia y Francia son los países en los que se registra un mayor número de robos de arte. A un nivel inferior se encuentran Holanda, Suiza, Bélgica y España, donde cada año se producen aproximadamente un centenar, menos de la mitad de los que se registraban hace tan solo unos años, con preferencia en las comunidades de Madrid, Castilla y León, Andalucía, Comunidad Valenciana y Cataluña, por este orden. Robos de los que sólo entre el 10 y el 15% llega a ser aclarado y la obra de arte recuperada. El resto termina en el mercado negro del arte y con el paso del tiempo regresa al mercado legal a través de particulares, anticuarios y casas de subastas, en las que son depositadas para su venta a porcentaje.
“En nuestro país la comisión de un robo lo da la oportunidad, no hay robos por encargo, que son pura ficción –dice el comisario Antonio Tenorio, responsable de la Brigada de Patrimonio Histórico de la Policía-. Un ejemplo es la sustracción del Códice Calixtino en 2011, que fue obra del electricista de la catedral de Santiago de Compostela. Ninguno de los últimos robos esclarecidos había sido perpetrado por un profesional en la sustracción de obras de arte. Hubo un caso de un grupo de ladrones que se llevó veintidós obras de una galería y fechas después asaltaron una charcutería. Los robos de obras de arte por profesionales se acabaron con Erick el Belga”.
Las hazañas de René van der Bergher, Erick el Belga, tuvieron lugar a mediados de la década de los setenta y principios de los ochenta, cuando expolió buena parte del patrimonio de la Iglesia que se encontraba depositado en pequeños templos y ermitas. Se trataba de un auténtico especialista cuyo golpe más sonado fue el robo en 1979 del retablo del santuario navarro de San Miguel de Aralar, que fue sacado de España troceado. Una parte fue recuperada por Interpol en Italia, pero del resto no se ha vuelto a tener noticias pese al tiempo transcurrido.
Carlos González-Barandiarán: Hubo un gran momento de expolio de patrimonio en los años 70 y primeros 80, sobre todo de bienes de la Iglesia
“Hubo un gran momento de expolio de patrimonio en los años setenta y primeros ochenta, sobre todo de bienes de la iglesia y patrimonio arqueológico –dice Carlos González-Barandiarán, secretario de la Junta de Calificación, Valoración y Exportación de Bienes del Patrimonio Histórico Español, dependiente del Ministerio de Cultura, encargada de evitar la ‘fuga’ de obras de arte al extranjero-. A partir de la aprobación de la Ley de Patrimonio en 1985 y de la creación de unidades especializadas en Policía y Guardia civil la oleada de robos disminuyó considerablemente”.
Una opinión que comparte el comisario Antonio Tenorio. “Hubo décadas pasadas que fueron lamentables para nuestro patrimonio, pero los tiempos han cambiado. En primer lugar, porque ha crecido la sensibilidad ciudadana hacia esos bienes, que son para el disfrute de todos, y también porque la Iglesia se ha puesto las pilas en el inventariado de sus bienes y ha trasladado los más valiosos a los museos diocesanos”. “Antes había muchos robos de tallas de madera y cuadros en ermitas, pero de un tiempo a este parte hay muchas menos denuncias –añade el responsable del Grupo de Delitos contra el Patrimonio de la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil-. La razón hay que buscarla en que se ha expoliado mucho y en que ha bajado la demanda de este tipo de bienes. Lo que se ha incrementado son los robos de piezas en yacimientos arqueológicos”.
Sin verdaderos especialistas, los robos de arte son perpetrados por clanes familiares que arrasan con lo que ven, no buscan piezas concretas, lo que no impide que se den casos de ladrones que saben muy bien lo que buscan y donde encontrarlo. Es el caso de los cinco cuadros del pintor irlandés Francis Bacon sustraídas en julio de 2015 del domicilio en Madrid de José Capelo, amigo y heredero del pintor, aprovechando que se encontraba en Londres. Siete personas fueron detenidas el pasado mes de mayo por su implicación en el robo, pero de los cuadros, valorados en 25 millones de euros, no ha vuelto a tenerse noticia. Hoy es una de las prioridades de los especialistas policiales en delitos contra el patrimonio.
Otro robo de similares características fue el perpetrado en agosto de 2001 en el domicilio de la empresaria Esther Koplowitz, también en la capital, del que los ladrones se llevaron 19 obras de arte, entre ellas dos pinturas de Goya y otras de Juan Gris o Sorolla, por citar algunos. Los autores fueron detenidos meses después y la totalidad de las obras recuperadas. Tres años más tarde, en las fechas previas a la celebración de la vista oral, los ladrones llegaron a un acuerdo con el fiscal y los abogados de la empresaria y aceptaron una condena de un año. Y es que estos ladrones de gusto exquisito saben que disponen de un cómodo colchón para ‘trabajar’, ya que el delito en que incurren está tipificado como robo con fuerza en las cosas, castigado con penas que no sobrepasan los tres años de reclusión, que se elevan a cinco si el tribunal aprecia la agravante de que el bien sustraído es patrimonio histórico.
Comisario Antonio Tenorio: En nuestro país no hay robos por encargo, son pura ficción
“Lo normal en el robo de obras de arte es que mantengan las piezas escondidas durante un tiempo antes de darle salida, preferentemente en un país distinto del que fue sustraído”, señala un especialista de la Policía. En ese momento entran en juego los intermediarios internacionales, personas que vienen a España de manera periódica para interesarse por las piezas que hay a la venta en el mercado negro. Suelen ser personas con antecedentes por receptación que conocen a otras con mayores conocimientos de arte que colocan las piezas a particulares o a casas de subastas. “Las obras pasan así de unas manos a otras hasta que se pierde la pista y regresan al mercado legal pasado un tiempo”, señala la fuente antes citada.
Las casas de subastas tienen la obligación de informar previamente al Ministerio de Cultura y a la policía de las obras que van a sacar a la venta para que comprueben que no figuran en los archivos como robadas. “Normalmente quien pone a la venta en subasta algo robado es porque desconoce que su origen es ilegal y, desde luego, no es el primer adquirente, que, éste sí, a sabiendas de que el origen es ilícito lo coloca en el mercado –dice Carlos González-Barandiarán-. Cuando pasa por varias manos llega a un comprador que, pasado el tiempo, lo pone a la venta desconocedor de su procedencia, momento en el que podemos detectar su entrada en el mercado legal”.
Uno de los casos de una obra “desaparecida” durante años que de pronto reapareció en el mercado legal de arte es el tapiz de “La Virgen con San Vicente”, robada en diciembre de 1979 en la catedral románica de Roda de Isábena (Huesca) por la banda de Erick el Belga tras forzar la puerta de entrada de la basílica con palanquetas. Carmen Berlabé, una investigadora de Lleida, alertó en 2010 a la Guardia Civil del hallazgo del tapiz en una feria internacional de arte y antigüedades de Bélgica. La pieza había pasado por Alemania, Italia y Francia antes de llegar a Bélgica y ser adquirida un coleccionista residente en Houston (Estados Unidos), donde fue finalmente recuperada en 2012, ¡33 años más tarde!
Más recientemente, el director del Museo Nacional de Escultura de Valladolid descubrió en una casa de subastas madrileña una tabla del siglo XVI (Lamento ante el cuerpo de Cristo) pintada por Alonso Berruguete, hijo del también pintor Pedro Berruguete, que suscitó sus sospechas. La obra había sido robada de la iglesia de la localidad palentina de Lantadilla a finales de los años sesenta y los ladrones habían dejado en su lugar una copia de gran calidad.
El destino final de las piezas robadas son los mercados del arte europeo, sobre todo París y Londres, donde están las grandes casas de subastas, aunque el interés ha crecido también en Estados Unidos, Japón y China. “En el caso de las grandes obras, suelen permanecer durante años en casa del coleccionista que las adquirió, no suelen salir al mercado abierto –afirman las fuentes policiales consultadas-. Cuando fallece y los hijos heredan pueden intentar vender, y es entonces cuando tenemos noticias de ellas. En la mayoría de los casos son poseedores de buena fe que desconocían su procedencia ilegal”.
El año pasado se autorizó la exportación de obras de arte por importe de 421 millones de euros
El mercado internacional de obras de arte al que terminan yendo a parar muchas de los objetos de arte robado es controlado por la Junta de Calificación, Valoración y Exportación de Bienes del Patrimonio Histórico Español del Ministerio de Cultura, que es la responsable de autorizar la salida de nuestro país de las adquiridas por compradores extranjeros. El año pasado se concedieron 12.162 permisos de exportación, de los que 7.857 fueron ventas definitivas por un importe de 157 millones de euros. Las restantes 4.305 fueron autorizaciones temporales, para tantear si la venta se puede llevar a cabo, de bienes valorados en 264 millones de euros. 4.881 permisos más fueron concedidos para salidas temporales de obras que iban a ser expuestas en otros países. En este caso su valor alcanzaba los 3.843 millones de euros. Además, la Junta denegó la exportación de 58 obras, de las que 26 fueron adquiridas por el Estado, 15 fueron finalmente autorizadas a salir de España y las 17 restantes se prohibió definitivamente su venta al exterior. Por número de piezas, el 40% correspondía a numismática, que representa tan solo el 1% del valor de lo vendido, y en segundo lugar la pintura, con un 13%, que, sin embargo, representaba el 58% del valor de todo lo exportado.