El presidente del Consejo Electoral Provisional (CEP), Leopold Berlanger, ha resaltado que los comicios presidenciales han transcurrido con serenidad, apuntando a algunos problemas derivados de las citadas lluvias.
Así, ha indicado que las autoridades han tenido que trasladar el material electoral en helicóptero en varios puntos del país debido al desborde de un río o el mal estado de las carreteras.
Por su parte, el presidente interino del país, Jocelerme Privert, ha destacado que ha votado "por la estabilidad", según ha informado la agencia haitiana de noticias AlterPresse.
En sus declaraciones, el mandatario ha indicado que la jornada electoral "es un día especial" en el que la población tenía que elegir entre "el caos y la anarquía" o "la estabilidad".
"Aquel o aquella que gane, una vez se anuncien los resultados, ganará para los otros 26 candidatos. Los últimos serán también los ganadores porque, sea el que sea el vencedor, tendrá la misión de trabajar por el progreso de Haití", ha remachado.
Los haitianos estaban convocados a las urnas para elegir presidente, un año después de lo previsto, debido a la parálisis política y a una crisis humanitaria que la pequeña nación caribeña no termina de remontar.
Más de seis millones de haitianos estaban habilitados para participar en un proceso electoral del que saldrán el presidente y el vicepresidente, 25 de los 119 diputados que forman la cámara baja y 16 de 30 senadores, además de un alcalde.
Un total de 27 candidatos se disputan la Presidencia, aunque los únicos con opciones de victoria son Jovenel Moise, del oficialista PHTK, y Jude Celestin, del opositor LAPEH, si bien destaca la presencia de dos mujeres en el 'top 7'.
Moise, un empresario del plátano de 48 años, parte como gran favorito. Los últimos sondeos sobre intención de voto le conceden un 54,5 por ciento de las papeletas, una cifra que le permitiría proclamarse vencedor en primera vuelta.
El abanderado del PHTK se presenta como un hombre hecho a sí mismo que promete "multiplicar todo lo bueno" de las administraciones anteriores para conseguir los recursos necesarios para el desarrollo de Haití, el país más pobre de América.
Moise es la imagen de un emprendedor de éxito salido de la nada --creció en una familia humilde del norte-- que ha desembarcado en política de la mano del presidente anterior, Michel Martelly, para aplicar su fórmula mágica a la gestión pública.
Celestin, por su parte, lograría el 20,7 por ciento de los sufragios, de acuerdo con la consultora haitiana BRIDES, de modo que su reto en los comicios de este 20 de noviembre es forzar una segunda vuelta para el próximo 29 de enero en la que sumar todo el voto opositor.
El dirigente izquierdista ha sido el principal azote del Gobierno de Martelly durante los últimos cinco años. Celestin ha denunciado una corrupción endémica que --según sostiene-- convirtió la primera tentativa electoral en "una farsa ridícula".
UN AÑO DE APLAZAMIENTOS
El recorrido electoral de Haití para remplazar a Martelly y los suyos comenzó el 25 de octubre de 2015, con la primera vuelta de las elecciones presidenciales --a la que concurrieron hasta 54 candidatos-- y los comicios parlamentarios y locales.
Jovenel se impuso a Celestin con el 32 frente al 25 por ciento de los votos, pero la segunda vuelta --programada para el 27 de enero de ese año-- fue anulada por denuncias de "fraude masivo", comenzando así la pesadilla electoral.
Los simpatizantes de LAPEH tomaron las calles de Puerto Príncipe, la capital, para exigir al Consejo Electoral Provisional (CEP) la anulación y repetición de las votaciones, y encontraron la fuerte oposición de los seguidores de Martelly y Moise, dispuestos a defender la plaza.
La violencia y consecuente inestabilidad política obligaron al CEP a posponer las elecciones una y otra vez hasta superar la fecha límite del 7 de febrero, cuando expiró el mandato presidencial de Martelly sin posibilidad de prórroga, ni siquiera en funciones.
Jocelerme Privert, entonces presidente del Senado, asumió las riendas de Haití gracias a un acuerdo político que le otorgaba un mandato interino de 120 días tras los cuales debía celebrarse sin más dilaciones la segunda vuelta.
Pero llegó el 14 de junio --fecha límite-- y las urnas seguían guardadas. Privert, en lo que muchos tacharon de maniobra política para prorrogar su estancia en el Gobierno, canceló definitivamente el balotaje y anuló la primera vuelta dando por buenas las denuncias de fraude.