En febrero de 1982, el general Armada negaba en un consejo de guerra cualquier relación con el general Milans del Bosch en el intento de golpe de Estado del 23F; la Real Sociedad se enfrentaba contra el Real Madrid en semifinales de la Copa del Rey y Naranjito se convertía en la mascota de un mundial del que España salió eliminada en la primera fase; una cajetilla de Ducados costaba 30 pesetas, una cerveza 50 y una desazón recorría los titulares económicos al comprobar que el PIB había crecido menos de lo esperado. Febrero, año 1982. España se montaba, a toda prisa, en el tren de las libertades políticas e intentaba incorporarse a un mundo del que había permanecido aislada durante décadas.
"En España no había museos, ni galerías, ni revistas de arte. Pero yo estaba convencida: tenía que crear una feria de arte contemporáneo", asegura Aizpuru
Fue también en febrero de 1982, más concretamente el día 10 de ese mes, cuando una empecinada galerista sevillana, Juana De Aizpuru, inauguraba en el Palacio de Exposiciones del Paseo de la Castellana la primera edición de una feria internacional de arte contemporáneo española. El nombre elegido fue ARCO, el mismo que se mantiene en 2016 luego de celebrar 35 ediciones. En aquel entonces, Aizpuru tuvo que enfrentar obstáculos mucho peores que la incredulidad o el escepticismo. “Veníamos de una pesadilla de 40 años y no sólo por la dictadura en sí, sino porque durante todo ese tiempo permanecimos aislados. En España no había museos, ni galerías, ni revistas de arte. Ningún galerista extranjero nos conocía. Pero yo estaba convencida: tenía que crear una feria de arte contemporáneo y sabía muy bien de qué tipo: una que tuviera un carácter cultural", dice Juana de Aizpuru ante un auditorio abarrotado en la Sala de Columnas del Círculo de Bellas Artes.
Sabe de lo que habla la Aizpuru, por eso no deja que la interrumpan ni la apuren, no se lo permite ni siquiera a Paloma Primo de Rivera, autora del libro ARCO'82. Génesis de una feria, quien intenta dirigir algo parecido a un homenaje que la galerista reconduce entre regaños. Y quién se atreve enmendarle la mayor a la sevillana, si fue ella quien trajo y representó en España a artistas como Sol Lewitt o Joseph Kosuth e impulsó a Dora García, Cristina García Rodero y Alberto García Alix. Fue ella quien creó la Bienal de Sevilla y tuvo claro desde el comienzo que alguien tenía que poner en marcha un mercado local del arte para poder entrar en el circuito europeo. Eso sólo sería posible si conseguía incorporar a su proyecto instituciones que identificaran, apoyaran y amplificaran el poder divulgativo de una feria que devendría en cita comercial. Y así fue.
En un Madrid gobernado por Enrique Tierno Galván, la ciudad gozaba desde hacía unos años de Institución Ferial de Madrid –IFEMA–, que acogió el proyecto de Aizpuru de organizar y celebrar una feria internacional de arte. Con un equipo de cinco o seis personas, la galerista se instaló en un despacho que debió de compartir con la directora de Iberjoya. Desde allí comenzó a trabajar... y conseguir obstáculos, algunos de los que se interpusieron en su camino entonces ean casi iguales que aquellos que dificultan en la actualidad el trabajo de artistas, galeristas, comisarios y coleccionistas. Cuesta creerlo, pero es verdad.
"A finales de los setenta y comienzos de los ochenta, el arte todavía tenía un impuesto de lujo del 24%. Era una locura"
"A finales de los setenta y comienzos de los ochenta, el arte todavía tenía un impuesto de lujo del 24%. Era una locura y si queríamos inaugurar la feria, teníamos que conseguir bajar ese impuesto a como diera lugar. De lo contrario, a ningún galerista le compensaba venir”. Veinticuatro por ciento, apenas tres puntos menos del 21% con el que actual ministro de Hacienda Cristóbal Montoro, a quien el sector cultural -específicamente aquellos vinvulado con teatro, cine y galerías- lleva implorándole ya dos años que baje el tipo a uno reducido del 10%. Definitivamente, en 35 años, en España han cambiado muchas cosas –la palabra golpe de Estado luce remota, polvorienta- otras no tanto.
Si quería llegar a cortar la cinta de la primera feria, Aizpuru tenía que darse prisa y tratar de bajar como fuera ese impuesto, principal piedra de tranca. Fue necesario convencer al ministro de Hacienda, Jaime García Añoveros, para que dotara a ARCO de un estatuto semejante al de un puerto franco. A través de la recuperación de una figura legal que amparaba la actividad de la feria como una vía para ampliar y engrosar el patrimonio cultural español, fue posible eliminar aquel impuesto al lujo. "La feria se convirtió en zona franca, como hoy. Sólo se nacionalizaba lo que se vendía". Y, sin embargo, Juana de Aizpuru no paró de sufrir disgustos.
A la primera edición de Arco, en 1982, acudieron 364 artistas, 90 galerías y una delegación de inspectores de Hacienda. "Por supuesto que los expulsé; les dije que se dedicaran a visitar las galerías una por una para averiguar qué ventas se habían hecho. Debieron de verme muy convencida, porque me hicieron caso: se fueron”, cuenta Aizpuru. Que el tipo fiscal para gravar una actividad comercial con bienes culturales siga dando problemas es un síntoma de los problemas que España todavía arrastra mara crear un mercado de arte autónomo, capaz de funcionar sin compras institucionales como la que hacen museos y fundaciones. Cuando entró en vigor el aumento del IVA de las obras de arte del 8% al 21%, se convirtió en el más caro de Europa. España cobraba un 21% frente al 10% de Francia e Italia o el 7% de los alemanes.
A la primera edición de Arco, en 1982, acudieron 364 artistas, 90 galerías y una delegación de inspectores de Hacienda. Juana de Aizpuru, entonces directora, les ordenó que se marcharan
Ese aumento no permitió a las galerías acogerse al régimen especial que tenían antes y que les permitía aplicar el IVA sobre el margen de beneficio. “Un IVA del 21% no nos permite ser competitivos con las galerías europeas, que tienen un porcentaje mucho más bajo y, lo que es peor, los artistas españoles pasaron a ser demasiado caros. Nos salía más rentable vender a un austríaco que a un español”, explicaba en aquellos días Idoia Fernández, de la galería Nieves Fernández y miembro de la Junta Directiva de Arte Madrid. La media fue un mazazo. Tras una caída acumulada del 33% desde 2008, el mercado español del arte registró en 2013 unas ventas totales en galerías y casas de subastas de 336 millones de euros, es decir, 36 millones más que en 2011. La cifra podía parecer bueno. Pero, porque representaba un 68% menos que el mercado internacional, según informó en aquel entonces la Fundación Arte y Mecenazgo en su informe El mercado español del arte en 2014.
Ante las quejas del sector, ese mismo año, el gobierno puso en marcha una rebaja del Impuesto sobre el Valor Añadido (IVA) del tipo general (21%) al tipo reducido (10%) en las entregas de objetos de arte que realicen sus autores. Mientras unos armaban una fanfarria pensando que esa medida convertiría las ventas de arte en una orgía, la verdad es que no se trataba de una rebaja para los galeristas, sino de una rebaja para las obras hechas por los autores, tal y como explicó en su momento el Consorcio de Galerías Españolas de Arte Contemporáneo.
Así, el IVA a las obras de arte, tal y como explican fuentes de Hacienda, tienen tres casos distintos: aquellas que pasan de artista a artista o de artista a galerista tributan al 10%. Sin embargo, la transacción de la pieza de un galerista a otro o su venta a un cliente sigue tributando al 21% del precio de venta al público, una medida ante la cual los propios marchantes de arte sentían el temor de ser excluidos de la cadena de venta. De momento, y a pocos días para la apertura de la feria, el asunto sigue exactamente igual –o casi- que el que existía en la España de 2012… y la de 1970.