Es la primera exposición monográfica dedicada a Balthus que se presenta en España en más de veinte años. Podrá verse desde el 19 de febrero hasta el 26 de mayo de 2019 en las salas del Museo Thyssen-Bornemisza, una muestra organizada conjuntamente con la Fondation Beyeler en Riehen/Basilea y la familia del pintor. La muestra reúne 47 obras, en su mayoría pinturas de gran formato, que cubren todas las etapas de su carrera desde la década de 1920.
Raphaël Bouvier, Michiko Kono y Juan Ángel López-Manzanares son los comisarios de la muestra, que incluye algunas de las obras más importantes de Balthus como La calle (1933), que se verá en España por primera vez, La toilette de Cathy (1933), Los hermanos Blanchard (1937), Los buenos tiempos (1944-1946), Thérèse y Thérèse soñando, ambas de 1938 o La partida de naipes (1948-1950), una pieza que forma parte de la colección Thyssen, recientemente restaurada. Han colaborado y prestado obras para esta exposición el MoMA y el Metropolitan Museum de Nueva York, el Centre Pompidou de París, así como el Hirshhorn Museum and Sculpture Garden de Washington, entre otras instituciones y colecciones privadas.
La muestra reúne 47 obras, en su mayoría pinturas de gran formato, que cubren todas las etapas de su carrera desde la década de 1920, incluído el polémico lienzo 'Thérèse durmiendo'
Considerado uno de los grandes maestros del arte del siglo XX, Balthus posee una singularidad manifiesta. Su obra, diversa y ambigua ha procurado tanta admiración como rechazo. El propio Win Wenders lo definió de manera bastante exacta: "Todos los grandes pintores nos enseñan a ver. Balthus nos lleva a un mundo que es solo suyo. No era surrealista ni realista, ni perteneció a ningún otro ismo. Sus cuadros son radicalmente originales, invenciones únicas e independientes".
Hay una síntesis formal en Balthus que lo coloca por encima de su tiempo. Él mismo llegó a señalar algunas de sus influencias en la tradición histórico-artística: desde Piero della Francesca a Caravaggio, Poussin, Géricault o Courbet. En un análisis más detenido, se observan también referencias a movimientos más modernos, como la Nueva Objetividad, así como de los recursos de las ilustraciones populares de libros infantiles del siglo XIX, como Alicia en el País de las Maravillas, esta última una estética que atraviesa sus representaciones y retratos de chicas y adolescentes, que le han valido no pocos intentos de censura. El episodio más reciente ocurrió el año pasado, cuando el lienzo Thérèse durmiendo levantó una protesta que reunió a más de diez mil firmantes, que exigían al Metropolitan que retirara la tela porque incitaba a la pederastia.
Balthus buscaba provocar. A primera vista, sus pinturas parecen convencionales, de un clasicismo casi académico, pero no lo son, y subyace en ellas una visión psicológica mucho más compleja. El mundo se presenta como un escenario en el que los sueños se entrelazan con la vida cotidiana y de la que forma parte fundamental la reflexión sobre la infancia, de cuya perpetua búsqueda de su encanto y sus secretos extrajo Balthus parte esencial de su trabajo. Esa etapa es para él la encarnación de un tiempo mágico, hasta convertirse casi en un leitmotiv de su pintura.
En su desapego de la modernidad, que podría calificarse de ‘posmoderno’, Balthus desarrolló un estilo figurativo personal y único, alejado de cualquier etiqueta. Su particular lenguaje pictórico, de formas contundentes y contornos muy delimitados, combina los procedimientos de los maestros antiguos con determinados aspectos del surrealismo, y sus imágenes encarnan una gran cantidad de contradicciones, mezclando tranquilidad con tensión extrema, sueño y misterio con realidad, o erotismo con inocencia.