La oscuridad de esta historia proviene de la soledad. De esa forma de estar a merced que padecen los que se quedan sin nada. Si esta novela es negra, es justo por eso. Se trata de Las lágrimas de Claire Jones (Destino), en la que Berna González Harbour (Santander, 1965) retoma a la comisaria de la Policía Nacional María Ruiz Pfeiffer, protagonista de Verano en rojo (2012) y Margen de error (2014). Si en las anteriores entregas, González Harbour abordó las miserias morales de la iglesia católica y avanzó en los entresijos de la corrupción empresarial, en Las lágrimas de Claire Jones, entra de lleno en la corrupción policial y el fango moral en el que se hunden víctimas y verdugos.
En 'Las lágrimas de Claire Jones', entra de lleno en la corrupción policial y el fango moral en el que se hunden víctimas y verdugos
La comisaria María Ruiz ha sido castigada y destinada a Soria, la provincia con más bajo índice de delincuencia y cuyo último caso de sangre sin resolver data de 1954. Sus amigos están lejos. Su pareja está en coma. Nada la sujeta, excepto su profesión. La aparición del cadáver de una joven, Claire Jones, en un maletero, le da un vuelco a la historia. Un ejemplar del periódico The Times con fecha del 15 de octubre de 1998 en el asiento del copiloto es la única pista que posee. Ella hará todo lo posible por recomponer esa historia, como si resolviendo ese caso arrojara luz sobre su propia vida.
Un ejemplar del periódico 'The Times' con fecha del 15 de octubre de 1998 es la única pista que posee la comisaria María Ruiz para resolver este caso
Berna González Harbour, quien cree en la literatura como una forma de corregir la sequía de la vida real –los reveses y desaires que ocurren día tras día-, entiende la novela como una prolongación del periodismo, oficio que ejerce a diario y que forma parte de estas páginas, consciente e inconscientemente. De madre inglesa, González Harbour conoce la mixtura, la experimenta, acaso por eso se le dan bien los dobleces: la naturaleza de quienes son una cosa y otra, de los que habitan una bisagra. Ser y a la vez no. De eso habla la escritora en esta novela y esta entrevista.
¿Es la novela negra un reverso del periodismo? ¿Una consecuencia acaso?
El periodismo también es literatura, así que podría ser la otra cara de la moneda. En ambos territorios trabajamos con la realidad y el lenguaje. Es nuestra materia prima. La producción periodística responde, por supuesto, a los hechos. La novela te permite imaginar, vengarte, resolver aquello que no puedes resolver en el periodismo, o la política, o la sociedad. Permite esa tercera dimensión en la que vivir se hace mucho más agradable. La literatura te da un poder que la realidad te niega.
La novela te permite imaginar, vengarte, resolver aquello que no puedes resolver en el periodismo, o la política, o la sociedad
¿Por qué prolifera la novela negra entre los periodistas?
Hay más no periodistas que periodistas. Aunque es cierto que los periodistas lo tenemos más cercano. Nuestra herramienta, el lenguaje, es más próxima.
A raíz de la crisis, se desató un brote de novela negra, ¿son los tiempos del malestar?
Vivimos un tiempo oscuro en el que se derrumban los valores y principios morales con los que mi generación creció. Teníamos la convicción y la certeza de que el mundo estaba encarrilado. Eso incluía la democracia, la política, los valores. Conocíamos el camino que tocaba recorrer, contemplábamos las guerras de nuestra infancia como defectos de un mundo que ya era perfecto. Pero ahora esas certezas se rompen. Las guerras (Siria, Afganistan), los refugiados, zarandean nuestras certezas y nos somete a nuestras contradicciones. Nuestro mundo ha saltado por los aires y por eso se hace necesario refugiarse en la literatura, que permite ordenar las cosas , dónde está el bien y el mal, en vista de que la realidad no te lo permite.
Vivimos un tiempo oscuro en el que se derrumban los valores y principios morales con los que mi generación creció
El mundo ha cambiado... ¿una mujer policía le permitía reflejar mejor esos cambios?
Soy escritora y quiero reflejar la realidad. Nuestro entorno ya no es el de Conan Doyle, ni el de Chandler. Nuestro entorno se parece más al hecho de que unos tipos pueden violar a una mujer, grabar un vídeo y colgarlo en Youtube. O compartirlo, entre risas, con sus amigos. Eso no lo podía escribir Conan Doyle ni Chandler. Lo puedo escribir yo; mi generación. Pasa lo mismo con la elección de la mujer como detective. Mi protagonista tenía que ser mujer, joven, eficaz. Quería pintar este mundo en el que las mujeres tenemos las mismas destrezas que nos fueron negadas durante décadas y siglos. Por eso, mi comisaria de 2017 o del año 2000, tenía que ser una mujer.
Soy escritora y quiero reflejar la realidad. Nuestro entorno ya no es el de Conan Doyle, ni el de Chandler
También supone desplazar la figura de la mujer de la posición de la víctima a la del detective.
La víctima, que es lo que le correspondía, o del papel de esa mujer con curvas, sinuosa, sentada en la barra de un bar que provoca el deseo en un hombre. No. Aquí, mi protagonista es la que lucha, la que tiene que sacar la pistola, la que tiene que pensar cómo hilar las pistas casi inexistentes.
A los personajes que acompañan la serie, como al periodista Luna, los ha escarmentado bastante más en esta entrega.
María tiene bastantes reveses. También Luna, su contraparte, el periodista veterano clásico que está de vuelta de todo, desplazado por las nuevas generaciones y técnicas periodísticas. Ahí quería reflejar algo que se está viviendo en mi profesión, que es el salto tecnológico. Pero, sobre todo, muestra el peligro del periodista amenazado por la falsa realidad y las audiencias que hacen triunfar las falsas noticias. Luna viene de un mundo antiguo donde no existía nada de eso. El periodismo en el que él creció y que aprendió es el de las fuentes, la información exclusiva. Ahora parece que el periodismo que triunfa es el de los clics. Esos achaques del periodismo son los que he intentado reflejar.
Luna muestra el peligro del periodista amenazado por la falsa realidad y las audiencias que hacen triunfar las falsas noticias
En las tres entregas de sus novelas, prevalece la idea de quién ejerce el poder y la violencia como forma de poder estructurado. Es el individuo siempre se enfrenta a un sistema de poder.
La novela negra es posible, porque en el mundo es posible todo cuanto ocurre en ellas. En el mundo vemos el choque entre el poder y quien no tiene poder. De eso trata la novela negra. Ocurre en la pederastia, la corrupción, en el abuso. Al final, se remite a eso. En Verano en rojo mostré cómo la jerarquía católica era capaz de ocultar el abuso antes que someterlo a la justicia de los tribunales. En la segunda, Margen de error, era el acoso en las empresas, que para provocar la marcha de sus empleados, pone en marcha un proceso de acoso que genera una ola de suicidios. Mis novelas tratan del individuo frente al sistema. En esta ocasión ocurre lo mismo: por corrupción, a María, la desplazan de su puesto.
La novela negra es posible, porque en el mundo es posible todo cuanto ocurre en ellas
La vez que resuelve un caso, el detective se resuelve a sí mismo. ¿Cómo influye que María, además de detective, sea psicóloga?
María es de formación psicóloga y lo abandona porque comete un error. Eso lo arrastra desde la primera entrega, pero aquí se ve mucho más claro. Ese error la lleva a que termine prefiriendo la exactitud de una autopsia o rebanar un cerebro antes que poner a alguien en el diván. Investigar en las razones ocultas del comportamiento humano es mucho más complicado que medir la trayectoria de una bala. Ella renunció a la psicología por eso, pero sigue siendo psicólogo. Ella ha superado muchos problemas y aquí arranca desterrada en Soria. Se va a topar con este caso de una adolescente muerta que nadie sabe quién es, que lleva meses en un maletero y nadie ha reclamado. Es el mayor símbolo de la soledad. Y por eso María empatiza. Su pareja está en coma, está sola en Soria, sus amigos están lejos. Por eso ella intenta redimirse en este caso. Porque al final este libro habla de eso; de la soledad. Claire Jones, aunque lo tuviera todo (buena posición social, una familia adinerada), no tenía nada.