Cultura

'La biblioteca de los libros rechazados': una película sobre las peripecias editoriales

Una imagen de la película de Bençacon.

Hace unos años, el escritor David Foenkinos imaginó cómo sería una biblioteca de libros rechazados, toda ella atiborrada de manuscritos que nadie quiso publicar. Si Jorge Luis Borges fantaseó con los libros perdidos, extraviados o deliberadamente destruidos, Foenkinos hace algo parecido pero desde un punto de vista mucho más amargo: es la industria quien se encarga de enterrar un libro para siempre.

Es justo ese el argumento que ha interesado al cineasta francés Rémi Bezançon, director de filmes como El primer día del resto de tu vida, quien, basándose en el libro de Foenkinos, rodó La biblioteca de los libros rechazados, una película que se estrena ahora en España y en la que el francés adapta la historia en clave paradójica para destripar, con cierto humor y dramatismo, esa cadena de azar y contradicciones que rodea el éxito o el fracaso de un libro.

Un pizzero deja como legado una novela que terminará convirtiéndose en un 'best seller' gracias a la joven editora Delphine

Al igual que en la novela de Foenkinos, en la película de Bazaçon todo comienza a partir de una muerte: la de Henri Pick, un pizzero que deja como legado una novela que terminará convirtiéndose en un 'best seller' gracias a la joven editora Delphine, quien da con el volumen tras visitar una peculiar biblioteca que alberga libros rechazados por las editoriales.

Es aquí cuando entra la peripecia, cuando Delphine consigue dar con las señas del autor, descubre que Pick no había leído ningún libro en su vida -como mucho la lista de la compra- y tendrá que ser su viuda Madeleine quien hable del libro de cara a la promoción. Sin embargo, una duda flota en el aire: ¿realmente esta obra maestra la escribió el cocinero o pertenece a alguien más?

Está presente la reflexión sobre el azaroso mecanismo de la peripecia de los éxitos o los fracasos editoriales empuja una historia irónica

Nuevamente, la reflexión sobre el azaroso mecanismo de la peripecia de los éxitos o los fracasos editoriales empuja una historia que ironiza acerca de la naturaleza de una industria que se mueve entre la impostura y el negocio. Actúan en esta película el Premio César Fabrice Luchini, junto a Camille Cottin y Alice Isaaz. La película llega a España este viernes 14, la fecha de su estreno, tras un rotundo éxito en Francia, donde alcanzó los 900.000 espectadores.

Los libros extraviados, destrudios y rechazados 

Existe una extraña fascinación por rastrear, documentar o ficcionar la destrucción de los libros a lo largo de la historia. Dese ese espíritu abarcante y exagerado de la Biblioteca de Babel, un relato de Borges incluido en Ficciones (1944), hasta otros de rasgos más funestos como Historia de la destrucción de los libros, de Fernanddo Báez, un itinerario que cubre desde la destrucción de las de tablillas sumerias hasta reciente saqueo de las bibliotecas de Bagdd.

Farenheit 451, la temperatura a la que arden los libros en la novela de Ray Bradbury, o el manuscrito hallado en el Quijote... No importa el tiempo, una preocupación parece común a todos los creadores: esos mecanismos que someten a los libros a la ruleta rusa del azar. ¿Por qué John Kennedy Toole nunca vio publicada su novela La conjura de los necios? ¿Por qué a Joyce le costó tanto publicar su Ulyses? Ese tema de la destrucción, el extravío o el rechazo obsesiona a escritores y lectores y reaparece en el filme de Bençacon.

Marcel Proust publicó, con su dinero, el 14 de noviembre de 1913, Por el camino de Swann, el primero de los siete volúmenes de En busca del tiempo perdido, que André Gidé se había negado a editar por considerarlo un folletín trufado de “historias de duquesas” sin ningún interés para los lectores cultos y serios. El poeta se arrepintió en menos de un año, pero el mal ya estaba hecho.  No es este el único caso, tampoco el más dramático. Le ha ocurrido a muchas de las que hoy conocemos como clásicos incontestables de la historia de la literatura.

Ese tema de la destrucción, el extravío o el rechazo obsesiona a escritores y lectores y reaparece en el filme de Bençacon

Herman Melville publicó Moby Dick, en 1851. Tenía 32 años. Y aunque se había dejado los ojos en aquel libro. A los lectores no les entusiasmó aquella historia ciclópea de hombres que abandonan la tierra firme para arponear el Mal –el propio, el ajeno- simbolizado en el blanco lomo de una ballena. Cuando terminó El gran Gatsby, Francis Scott Fitzgerald le escribió desde Europa a su editor: “He escrito la mejor novela de los Estados Unidos de América”. Aunque se trata de una versión apócrifa, hay quienes insisten en que  la respuesta que recibió de vuelta fue esta: “Tendrías un libro decente si prescindieras del personaje de Gatsby”.

Rebelión en la granja, una demoledora crítica contra el autoritarismo escrita por George Orwell, fue rechazada con el siguiente comentario: “Es imposible vender historias de animales en Estados Unidos”. Alfred A. Knopf Inc., una de las editoriales más prestigiosas de Norteamérica, rechazó en 1955 el manuscrito de Lolita, la novela que consagró a Vladimir Nabokov como uno de los grandes escritores de su época. El lector a cargo de su evaluación la desechó por ser "demasiado picante”. Con Sylvia Plath, el tono es aún más duro: "no hay el suficiente talento genuino como para darnos por aludidos". Algo menos afiladas, aunque también negativas, son las reseñas de libros de Jean Paul Sartre o del narrador de la generación beat Jack Kerouac.

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