Hace una década, tomé un café con un compañero de Televisión Española, que me explicó una escena delirante: los redactores de la sección de Cultura se habían rebelado ante el encargo de cubrir el concierto de El Barrio en el Palacio de los Deportes de Madrid. Por supuesto, se habían agotado las entradas hace tiempo, pero a los jóvenes periodistas de la Corporación les parecía que cubrir aquello suponía rebajarse. ¿Cómo están las cosas en 2021? El flamenquito vive sus momentos de mayor gloria cool, gracias al Tiny Desk Concert de C. Tangana, con La Húngara, Kiko Veneno y varios Carmona (con quienes entona ráfagas de New Order) . Recordemos que ya antes había reivindicado los himnos superventas del flamenco-pop "Cómo quieres que te quiera" (Rosario) y "Corazón Partío" (Alejandro Sanz). ¿Será 2021 el año en que el mundo cool acepte por fin el flamenquito?
Para comprender el fenómeno, hablamos con dos expertos. El primero es Paco Ortega, artista y productor veterano, pionero y máximo alquimista del flamenquito. Su extenso currículum incluye a Niña Pastori, José Mercé y Diego “El Cigala”, entre otros. Ortega detectó enseguida el enorme talento de Diego Magallanes, pieza clave en el ascenso de El Barrio, con quien ha colaborado en numerosas ocasiones (en este 'post' de 2010 se explica su bonita historia de amistad). “Lo que ocurre con el flamenquito es que la gente es poco valiente. Cuando una canción se convierte en un éxito no se la critica, pero cuando no es así se la puede menospreciar”, explica Ortega a Vozpópuli.
El himno 'Barefoot in the park' de Rosalía, colaboración con James Blake, parte de una canción de Niña Pastori
Sabe de lo que habla, ya que el término “flamenquito” se populariza a partir de sus mayores éxitos. “Es algo de lo que se habló mucho cuando hice el Tú me camelas, de Niña Pastori, un disco que vende 300.000 copias en una época en que un éxito flamenco estaba entre 20.000 y 30.000. En realidad, el único disco de Camarón que vende más de cien mil es Soy gitano, con todo el fenómeno posterior a su muerte”, destaca. “En aquellos años, la verdad, se usaba ‘flamenquito’ con mucho respeto. No se trataba como un arte menor, sino como artistas que tomaban ingredientes flamencos para articular su propuesta”, recuerda.
Más allá de Tangana
Ortega recuerda que no existe el flamenco puro, ya que todo es mezclado con algo. “El flamenco no es de nadie”, subraya, así que cualquiera puede apropiárselo. “Me parece natural que yo componga “Mi vida está entre dos puertos”, para el primer disco de Pastori, y que luego las haya usado Rosalía para su colaboración con James Blake, Barefoot in the park. En la música hay gente muy envidiosa y cuando no tienen éxito arremeten contra el flamenquito o contra lo que sea”, afirma. “Dicho esto, aprecio mucho al gente que trabaja para mantener vivo el flamenco antiguo, pero los elementos del flamenco deben poder ser tomados por otras culturas. El disco de C. Tangana es estupendo y lo que hace Rosalía, también, yo la defendí cuando muchos la atacaban”, apunta. Además, Ortega tiene claro que “canciones como 'Un cuento para mi niño' de Lole & Manuel o 'El Garrotín' de Smash han llevado a más personas al flamenco que todas las antologías de cante clásico que existen”, destaca.
Nuestro segundo experto es Luis Troquel, el periodista que más y mejor ha cubierto el fenómeno flamenquito en nuestro país (también ha colaborado con Rosalía como compositor). “Nunca un término musical originalmente tan respetuoso sería tan denostado. No hay que ser un lince para deducir de donde viene dicha palabra. Nada que ver con el intrusismo respecto al arte jondo del que tanto se le acusa. Quienes primero empezaron a hacerlo, y llamarlo así, sabían bien lo que era el cante flamenco, y por respeto y amor a tan ancestral género se referían a determinadas canciones que hacían como ‘flamenquito’. En gran parte, para que nadie pudiera acusar a dicha música de todo lo que con el tiempo se le ha acabado recriminando”, aclara.
En el mundo más ‘cool’ o contracultural es donde se le ha negado el pan y la sal", recuerda el periodista Luis Troquel
Luego nos explica los antecedentes: “Si hablamos de flamenquito como un estilo concreto, hemos de remitirnos a su explosión en los años noventa. Cruces entre el flamenco y otros estilos los ha habido siempre, pero entonces adquirió ese tono ligero que tan bien define el término. Y de ahí la animadversión que tantos le tienen. No es una cuestión clasista. A diferencia de tantos estilos de gasolinera, gran parte del flamenquito gozó de la bendición mediática bienpensante. Y todavía la mantiene”, recuerda.
¿No hay discriminación, entonces? “En el mundo más radicalmente intelectual (o ‘cool’ o contracultural) es donde se le ha negado el pan y la sal. Pero esa historia no es nueva. A fin de cuentas el flamenquito suele ser: o bien palos ‘festeros’ convertidos en pegadizas canciones o pop comercial con elementos flamencos. Con el buen rollito casi siempre por bandera. Y desde siempre, la intelectualidad solo aprueba la música ligera cuando ya es vintage. Igual por tanto, lo reivindicará ahora”, remata.
Posdata: Guste más o menos, no hay duda de que el flamenquito es parte esencial de nuestra cultura popular y del inconsciente colectivo. Basta ver la rapidez con la que Federico Jiménez Losantos ha bautizado a la ministra Maroto como Navajita Plateá.