Primera plana, de Billy Wilder, El cuarto poder, de Richard Brooks, o Corredor sin retorno, de Samuel Fuller, son sólo algunos de los más de 120 títulos que el Luis Mínguez recoge en el que es la primera obra en lengua castellana que analiza la relación entre el séptimo arte y el cuarto poder. En su obra, publicada por T&B Editores, hace un recorrido por el cine periodístico, una categoría que él mismo ha levantado a través de un viaje que dura casi cien años y que comienza en Making a living, un corto del año 1914 donde Charlie Chaplin se hace pasar por un trabajador de un medio con pocos escrúpulos, capaz de pasar por encima de sus compañeros.
Este tipo de periodista, egoísta y carente de ética, aparecerá de forma recurrente en las siguientes décadas, admite el propio autor, quien reciopila también a un Kirk Douglas alargando la agonía de un hombre sepultado para enviar más exclusivas en El gran carnaval o Gregory Peck dispuesto a engañar para publicar una entrevista a una princesa en Vacaciones en Roma. El cine clásico y el libro de Luis Mínguez están llenos de ejemplos de periodistas tramposos. Reporteros de traje, cigarrillo y copa en mano, dipuestos a hacerse con la exclusiva al precio que fuere.
Pero en esta antología del reportero, aparece también el periodista como héroe o buscador de la verdad, adalid del bien y la búsqueda de l libertad, muy propio del ciné bélico: Bajo el fuego –protagonizada en 1983 por Nick Nolte y Ed Harris– y Los gritos del silencio –dirigida por Roland Joffé en 1984–.
Gran parte de la historia del cine ha sido dedicada, también, al propio quehacer del oficio, a los entresijos de la profesión, tal fue el caso de Todos los hombres del presidente, película de 1976 en la que Dustin Hoffman y Robert Redford se ponen en la piel de los investigadores que forzaron la dimisión de Nixon tras el escándalo Waterwate. Según Luis Mínguez, es la película sobre periodistas más emblemática “porque muestra en imágenes la investigación más importante de los medios de comunicación”.