Solo las guerras importantes merecen el uso de la mayúscula, es decir: la Guerra de los Seis Días las admite; la de Vietnam no. Está prohibido desarrollar las siglas de ningún tipo de armamento, mucho menos los misiles. Hay que omitir todo lo superfluo -por muy brillante que le parezca a quien escribe- y ser frugal con los adjetivos. Esas son algunas de las normas que todo buen espía debe tener en cuenta si va a redactar un informe que podría terminar sobre el escritorio de Obama.
"Un buen servicio de espionaje depende en gran medida de una escritura clara y concisa. Ni la información que reúne la CIA ni los análisis que resultan de ella servirán de nada si no está expresada de forma útil", indica el Manual de estilo y guía para escritores de publicaciones de espionaje, un libro cuya existencia permaneció oculta durante mucho tiempo hasta que la Ley de Libertad de Información estadounidense hizo posible la circulación del manual: un PDF de 185 páginas que corrió como la pólvora cuando comenzó a ser compartido en las redes sociales. A tal punto que la CIA tuvo que retirarlo de su página porque prácticamente había colapsado. Existe sin embargo, una versión disponible en Scribd.
Y no es para menos, en este pequeño catecismo de la prosa de espionaje la agencia de inteligencia no solo sienta cátedra para una expresión clara, correcta y directa, la cosa da para bastante más. Incluso puede que al leer sus indicaciones –supresión de adjetivos, rodeos, acotaciones y comentarios- esté formando agentes secretos capaces de desarrollar la concreción de la prosa de Ernest Hemingway o el minimalismo del Carver tras Gordon Lish.
Todo sea dicho: resulta sorprende el parecido entre el estilo periodístico y el de los agentes secretos: frases y párrafos cortos; datos en lugar de apreciaciones; la idea concreta de para quién se escribe: el lenguaje técnico sólo para los técnicos… hasta la objetividad debe ser vigilada: "escriba como un periodista o un analista, a menos que esté usted capacitado para escribir como un legislador".
A propósito del manual, la publicación Quartz hizo una radiografía del documento en la que se preguntan cómo un especialista en gramática puede convertirse en una fuente de la CIA. Pues el asunto salta a la vista, a juzgar por las constantes citas a Strunk & White, los autores de The Elements of Style, una guía clásica de la literatura norteamericana. También se cita a otros especialistas como Henry Fowler, Wilson Follett y Jacques Barzun. No habría que descartar –quién sabe- que un buen día Álex Grijelmo firmase una versión española de semejante documento.
El universo de espías, dobles agentes, topos, aristócratas y elegantes sujetos del Servicio Secreto Británico de John Le Carré han facsinado, durante años, a muchos lectores. Hay quienes afirman incluso que los agentes de la KGB amaban sus novelas ... no sería de extrañar, acaso, que más de uno haya terminado sus días entregados a dar vida a una versión del agente jubilado George Smiley.