Apenas superada la treintena, Jiménez Torres (Madrid, 1986) tiene una considerable obra entre el ensayo y la novela donde hace gala de una importante cultura y cierta mesura rara en la historiografía hispana. Conversador sosegado, liberal templado por el clima inglés, nos trae ahora La palabra ambigua. Los intelectuales en España, 1889-2019 (Taurus, 2023) donde se pregunta qué es un intelectual, cuáles son sus enemigos y qué queda de ellos llegado al siglo XXI.
Pregunta. Me sorprende que no hayas retrocedido en el tiempo al Sexenio Democrático y sus años previos: recuerda La Noche de San Daniel y los catedráticos krausistas ¿Buscabas más bien la etimología de la palabra intelectual y su adopción?
Respuesta. Claro, esta es una obra que se centra en los usos de una palabra. Tenía que comenzar, entonces, con el momento en el cual el término aparece en el lenguaje. Es curioso porque la palabra intelectual hace el tránsito de adjetivo a sustantivo en las mismas dos décadas, de 1880 a 1890, en la mayoría de lenguas europeas.
P. ¿Es un préstamo del inglés no?
R. No sé exactamente cuándo se produce el préstamo, pero lo vemos ocurrir en toda Europa occidental de XIX al XX. Lo que podemos concluir es que es anterior al caso Dreyfus y que en realidad no ocurre relacionado a ninguna causa célebre (en España se asocia al proceso de Montjuic de 1896). Lo interesante de intelectual, que todos saben que es un neologismo, se aplica principalmente a personajes del pasado. En 1910, así, se habla de los krausistas del siglo XIX como intelectuales: esto se ve mucho en Menéndez y Pelayo y lo que se hace de él posteriormente. Aunque él no los llamaba así, las derechas antirrepublicanas de los años 30 sí.
P. Menéndez y Pelayo juzgaba que las obras de Julián Sanz del Río, fundador del krausismo, se escribieron tirando las letras de una imprenta al azar de lo mal escritas que estaban
R. En la historia de los intelectuales sucede mucho lo de tomar la parte por el todo: se analiza una serie de autores como un colectivo. Ocurre también con la ILE (Institución Libre de Enseñanza), que se iguala a los intelectuales, con Unamuno u Ortega, o -ya posteriormente- Aranguren. De ahí el título “La palabra ambigua”, es muy polisémica.
P. Es curioso que la primera mención escrita a la palabra intelectual en castellano como sustantivo es de un militar en Cuba
R. Es de un artículo, de un periódico militar en 1889, y es anterior a los usos que se preveían. Nos sugiere que la mutación de adjetivo a sustantivo se debió producir antes en el castellano de América, al menos el caribeño, y de ahí pasó a España. Firma el soldado con pseudónimo, con lo cual no sabemos si lo trajo de España o lo cogió de América.
P. La prensa cubana en tiempos de la colonia española es muy heterodoxa: las leyes de prensa no son tan rígidas allí; hay más libertad…
R. Tomás Pérez Vejo, en su libro de Cuba en el 98, insiste mucho en esto: era un mundo muy propio, incluso dentro del Imperio Español del tiempo. Es importante que ese uso del militar es un discurso anti intelectual, lo que demuestra que la crítica a estos es tan vieja como la palabra misma.
P. ¿Se puede decir que la popularización del término intelectual se debe a la generación del 98?
R. No, yo creo que en las fuentes se ve que ocurre antes del 98. En la década de 1910, a propósito de la polémica de “Azorín” y Ortega y Gasset, se proyecta esta palabra en autores de la generación anterior. Es un error que hemos mantenido: la idea de que surgen como intelectuales con la crisis del 98 y no es así.
P. ¿Podemos definir intelectual como “aquel que firma manifiestos”?
R. (risas) Bueno, esa es una de las maneras. No hay ningún papel de un gobierno, de un ayuntamiento, de un ministerio, que decida lo que es un intelectual. A diferencia de lo que ocurre con los filósofos, que pueden tener un título que les permita definirse así. Ahora bien, hay indicios del comportamiento del intelectual: firmar manifiestos es uno de ellos.
P. ¿Quién quiso ser el Zola español? ¿Ortega y Gasset? ¿Unamuno?
R. Muchísimos. Unamuno tiene varios momentos, los recojo en el libro, y ya en un ensayo de 1905 decía que quería fuera su “J'accuse…!”. Existe una “envidia de Dreyfus”, concepto del profesor de Cambridge Stefan Collini, que busca paralelos en los procesos de Montjuic o en la Semana Trágica a inicios del siglo XX. Entramos en una idea, la cual juzgo muy interesante, y es que cualquier historia de los intelectuales en comparación con Francia se cuenta como “inferioridad” o “carencias”. Aquí el error, igual que la comparación de los nacionalismos español y francés, es no ver que ningún país tuvo un proceso como el del hexágono.
P. Esto es revisionista, pero cierto
R. Es que en los procesos de nacionalización Francia es la excepción y no la regla. Es mucho más común que sean más complejos como pasa en Italia. Regresando a los intelectuales, la idea de Zola y Dreyfus se va a actualizar 50 años después con Sartre: “aquí no ha habido un Sartre”. Y es que ni siquiera en Francia ha habido otro desde él, más aún, no hubo tampoco un intelectual tan señero entre Zola y Sartre. Es como si tú y yo decimos que no somos como Michael Jordan: no es que seamos bajos, es que es mucho más alto Jordan (risas).
P. ¿No era el caso Dreyfus, una inhabilitación militar debida al antisemitismo, mucho más justo que los fusilamientos de Montjuic o el “affair” Ferrer i Guardia? Los últimos eran terroristas confesos y orgullosos (Francesc Cambó recuerda que Ferrer enseñaba a hacer bombas)
R. Si te soy sincero, no conozco tan bien los hechos. La “Semana Trágica” es más particular, pero los procesos de Montjuic fueron una represión masiva y no sé si todos estuvieron implicados en sucesos violentos.
P. Esa represión la pagó Cánovas del Castillo con su vida: Michele Angiolillo declaró que fue una “venganza” por los fusilamientos de Montjuic
R. Sí, sí. Que había redes terroristas anarquistas en España es indiscutible, lo que es discutible es que todos los procesados en Montjuic estuvieran implicados en los atentados del Corpus y de Martínez Campos en 1896. Además, la manera que se trató a esos presos no sería mínimamente tolerable en un estado civilizado.
P. El escritor Ramón María de Valle-Inclán decía al periodista Francisco Lucientes que un “intelectual no puede ser obrero” con el clasista recordatorio que el intelectual crea mientras que el obrero “sirve a la creación de otro” ¿Es intelectual un concepto de clase?
R. Es interesante eso: el profesor Inman Fox, pionero sobre el estudio del intelectual en España, dice que en las décadas anteriores a la aparición de la palabra como sustantivo se acelera su uso en entornos socialistas y anarquistas. Se habla cada vez más de “obreros intelectuales” y se buscan compañeros de viaje, abogados o gente con formación…
P. Los fundadores del PSOE en Madrid son tipógrafos…
R. Sí, eran la aristocracia obrera. Esa palabra intelectual tiene sentido en un mundo donde hay una división entre gente con estudios universitarios (una elite mínima) y los que no los tienen (los que se dedican al trabajo manual). Fernando Savater decía “hoy en día lo raro no es ser intelectual, sino lo contrario”. Con el acceso a la universidad masivo, todos somos intelectuales.
P. ¿Es un oxímoron “intelectual católico”? Para el progresismo español parece así y de hecho nunca reconocieron como investigador a Menéndez y Pelayo (el cual odiaba a los intelectuales progresistas, como hemos visto)
R. Se ha hablado mucho de intelectuales católicos en España; sobre todo en los años 40 y 50 cuando el régimen estigmatizó a los intelectuales anteriores al unirlos a la caída República. Se pretende cierta vida cultural en España y hablan de intelectuales católicos, llevando esto a las conversaciones de San Sebastián. Mucha gente allí cambiará su postura al diálogo con los exiliados e incluso entrarán en el antifranquismo (Dionisio Ridruejo, Aranguren, Laín Entralgo, etc.).
Ahora, en los años 20 y 30 los curas son para los intelectuales un mundo aparte. Y esto es curioso porque son su sector más cercano: leen, buscan orientar a las masas…. En el manifiesto de la Agrupación al Servicio de la República llaman a “todas las clases formadas de España”. Ahora, dicen que no incluyen a los curas porque por su “formación” no les interesa “nuestra causa”. Eso demuestra que intelectual no solo es un criterio sociológico, sino ideológico. La propia Iglesia, en esos años, se opuso a la labor “funestísima” de los intelectuales según adjetivo de la pastoral de Enrique Plá y Deniel en 1938.
P. Antes, incluso, el opúsculo de Félix Sardá y Salvany El liberalismo es pecado. Siguiendo con los intelectuales y la política, se juzga que las dos Repúblicas son obras de ellos en España: profesores la primera y ateneístas la segunda ¿No son su fracaso una mancha en la historia de este concepto aquí?
R. De nuevo, tomamos comportamientos particulares como generales: es verdad que, históricamente, se identifica a las Repúblicas con los intelectuales y se une el fracaso de ellas a estos. Yo aquí animaría a decir a que ningún historiador serio puede defender que las dos Repúblicas fueron obra exclusiva de ellos. En la caída de la Monarquía es más importante Largo Caballero que Ortega y Gasset…
P. La idea de los grupos sociales, la UGT y el PSOE, como activos políticos es muy propia del sociólogo Santos Juliá
R. Es muy fácil desmontar “el monte Rushmore” de nuestros intelectuales, Ortega o Unamuno, como decisivos en los cambios políticos. Es mucho más importante la labor de los sindicatos como la UGT a finales de los años 20 o el propio alejamiento de un sector del ejército de Primo de Rivera que el artículo “El error Berenguer”. ¿Cuánta gente leyó este artículo?
P. Conociendo las bolsas de analfabetismo en España la pregunta sería “¿Cuánta gente podía leerlo?”
“¿Cuántos militantes tendría la UGT?” sería la pregunta más bien
P. Sorprende cómo desarrollas el rechazo del PSOE de los años 30 a los intelectuales, apenas Fernández de los Ríos estaba en sus filas, ¿no es un gran contraste con los ensayos mitológicos que patrocinó el partido sobre el intelectual en los 80?
R. Sí, creo que aquí hay un hecho incontrovertible: las dos dictaduras que hubo en el siglo XX fueron de derecha autoritaria y que además convierten el discurso anti intelectual en dogma de Estado…
P. La frase de Miguel Primo de Rivera sobre Valle-Inclán: “eximio escritor y extravagante ciudadano”
(risas)
P. Primo de Rivera no era mal escritor, ¿eh? Sus notas de prensa tienen gracia
R. Esas diatribas iban contra los intelectuales, aunque más concretamente contra Unamuno.
P. Buñuel contaba a Max Aub que se encontró a Primo de Rivera en un bar y este les invitó a él y a sus amigos a lo que estaban bebiendo
R. Básicamente, invitaba a copas a todo el mundo creo (risas).
P. Volviendo a los intelectuales y las dictaduras…
R. Entonces, el discurso contrario a los intelectuales desdibuja el discurso anti intelectual de las izquierdas. Además, como reacción a eso las izquierdas en el antifranquismo y en democracia se han apropiado de la palabra intelectual. De ahí esa cuestión que comentas de los años 80, donde se da el “Manifiesto por el Cambio Cultural” (que fue uno de los más abajo firmados de toda la historia en España) a favor del PSOE. Se pretendía enmendar el olvido a estos por el partido en los años 30. En ese tiempo, muchos de los usos de la palabra intelectual son por parte de Ramiro de Maeztu donde llega a afirmar que el partido de Pablo Iglesias Posse tenía “tacto de codos” con ellos. Es una actitud de sospecha, muy arraigada, donde se preguntan “¿Por qué se acercan a nosotros?”.
P. Los perfiles más intelectuales de los años 30 en el PSOE, Fernando de los Ríos o Besteiro, no tenían poder fáctico en el partido. Lo tenía la sección obrerista de Largo Caballero.
R. Claro. Hay un discurso de Largo Caballero en respuesta a Besteiro, en la década de 1910, donde critica a este último por alabar el acercamiento de los intelectuales al PSOE. Dice algo como “nuestro espíritu nunca será el de universidad, es el de las fábricas”.
P. ¿La guerra civil llevó a la creación de intelectuales buenos y malos? Hasta Andrés Trapiello nadie rescató a los pensadores de Falange…
R. Sí, hombre aquí diría que las derechas antirrepublicanas tenían un discurso anti intelectual: no hablaban nunca de ellos mismos como intelectuales; los veían bolcheviques o krausistas. Falange habla de “intelectualoides con cara de sapo…”
P. La idea de Jünger de la acción como superior a la pluma
R. En el ideario del fascismo se establece la acción por encima del pensamiento. Los intelectuales, entonces, se encuentran en un lugar incómodo dentro del fascismo. No es un prejuicio a posteriori, tenían una aversión a esa palabra. María Zambrano, en el otro lado, publica en plena guerra civil un ensayo donde dice que los intelectuales “tienen que ser republicanos” si creen en el pensamiento, pero al mismo tiempo reconoce que la gente de Falange debe ser reconocida como intelectual.
P. Eran excelentes escritores, los reivindican Trapiello y Dragó…
R. Aquí se mezclan dos debates que no deberíamos mezclar: la calidad literaria e intelectual de los que apoyan los sublevados y la figura y usos de la palabra intelectual. Es más útil deslindarlos que mezclarlos; es una de las razones para escribir este libro.
P. ¿Perdonaron alguna vez las izquierdas en España la “traición” de Ortega y Unamuno a la II República? El libro de Gregorio Morán respecto al primero es todo un síntoma
R. Bueno, sí, en los años 80 se reivindica mucho a Ortega y Gasset. Especialmente en el trabajo de Julián Marías y el orteguismo. Ortega está en la genealogía intelectual de la democracia del año 78. “Los intelectuales del 14” más que “Los del 98”.
P. Vía El País…
R. Pero es que El País es la izquierda en aquel tiempo.
P. Pero es una construcción a posteriori: el pensamiento de Ortega y Gasset es fuertemente clasista, algo ajeno a la socialdemocracia. En esto tiene razón Morán…
R. Sí, pero también es de una época concreta, de los años 20 y 30, que se caracteriza por la irrupción de las masas en la política. Masas que utilizan los movimientos totalitarios para aplastar al individuo. No creo que muchos del PSOE en los 80, también, se reconocieran en la tradición krausista. Otra cosa es que se cree una genealogía donde les proyecte como “pobres pensadores malditos que estaban luchando contra una España reaccionaria y que, por fin, llegó su victoria póstuma con la democracia”.
P. En un aniversario de Carlos III, cuenta Morán, se llegó a ver a este rey casi como militante del PSOE
R. Esto es interesante, porque cuando llega la democracia se busca una genealogía que justifique llegar a ese momento.
P. Es un paralelo socialdemócrata a los textos de Modesto Lafuente con los primeros estados liberales españoles del siglo XIX
R.Efectivamente. Se crea un canon intelectual. Esto suena como algo artificial, pero todo régimen político lo hace.
P. Háblame de la transición y el prestigio del intelectual ¿Fue tanta su influencia en el tiempo? Umbral podía ascender a la madre de los Panero, portera en el Ministerio de Cultura, a golpe de columna
R. La transición en términos intelectuales es compleja: hay muchos artículos de la época que afirman que la democracia llega por los intelectuales (recojo un ensayo de Alfonso Comín que dice eso). Y, también, es un momento donde mucha gente habla de sí misma como intelectual. Es un tiempo de gran ansiedad ya que se entiende que las condiciones por las que el intelectual fue importante en el antifranquismo -falta de elecciones, poca representación popular, etc.- con la democracia se acaba. Se descubre que el intelectual, que antes hablaba para mucha gente, ahora le votan cuatro gatos.
Cuando llega la democracia se busca una genealogía que justifique llegar a ese momento
P. Es el tiempo de “el desencanto”: el viejo militante comunista se derrumba al ver que los electores no responden masivamente a sus ideas de extrema izquierda. El 78 es una línea divisoria.
R. Sí, de nuevo de la misma manera que hay gente “desencantada” hay mucha gente “encantada” (risas). De ser masivo ese desencanto, Suárez no se habría consolidado.
P. Citas bien a tu padre respecto al “deceso” de la vieja cultura liberal patriota, de Argüelles a Azaña pasando por Castelar, que desaparece en los 70 ¿Consecuencia de la dictadura? ¿Quién leía a autores como Cánovas en ese tiempo?
R. Ahí se producen varias cosas: lo que se comenta en Lo que queda de España, creo está muy bien visto, es que se reivindica a los intelectuales del exilio de manera selectiva. Se defiende sus figuras, pero se olvida la idea de proyecto nacional español. En parte porque se está creando el estado autonómico, se reivindica lo contrario, y existe un auge de estas identidades locales. En esos momentos el PSOE, también, está interesado en crear su propia genealogía intelectual de lo que va a ser el socialismo y las izquierdas en España. Ahí no conviene recordar a los liberales del siglo XIX. Ese proceso no ocurrirá hasta que el aznarismo, el PP, reivindique a Cánovas del Castillo para construir sus propios orígenes.
P. Otro elemento clave es que no hay partidos liberales mayoritarios en las constituyentes del 78. Son solo facciones dentro de UCD…
R. Las dos grandes familias de la posguerra son socialistas y demócratas cristianos y estos se preguntan “¿qué hacemos con los liberales del siglo XIX?”. Por un lado, todos son hijos de estos en el sentido que están a favor de las libertades, pero ninguno de ellos se llama liberal. Unos por el lado de la izquierda y otro por el lado de la derecha. Ahora, los libros de historia que se escriben en democracia presentan a los liberales como los buenos y los carlistas los malos…
P. Hay una excepción y es Josep Fontana vindicando el carlismo catalán. Este historiador acabó apoyando la independencia de Cataluña…
R. Sí, bueno, luego las maneras de ir contando la historia van a ir variando.
P. ¿Mató la “movida” al mundo de pana y socialismo de los 70? Uno no se imagina a Ramón Tamames en un concierto de Aerolíneas Federales.
R. No sabría responder de esta pregunta.
P. Pero, ¿existió un intelectual adscrito a la "movida"? Solo me salen Villena o Savater, pocos más. Juan Luis Cebrián despreciaba el movimiento en el libro de José Luis Gallero.
R. Siguiendo con el tema de qué es intelectual, muchos le han negado a Savater este término por su posicionamiento político.
P. El grupo de Gustavo Bueno y Alberto Cardín, ya en los 70, criticaba también a Savater por no tener sistema filosófico…
R. En estas cuestiones se mezcla siempre la valía intelectual: existe una reticencia. Es paradójico, porque, aunque se ha usado mucho como término peyorativo, otros tienen todavía la resistencia de usarla con gente que no les gusta (risas). “Es un falso intelectual” O, más bien, un “pseudointelectual”.
P. Quiero me comentes algo del intelectual “enragé” de los 70 a los 80, de Alfonso Sastre a Alba Rico pasando por el muy bizarro Álvarez Solís, ¿No han sentido culpa alguna vez por haber amparado un discurso étnico como el de ETA o las dictaduras comunistas?
R. Esta gente que comentas en los años 80, todavía más en los 90 -luego de la caída del muro-, escriben muchos textos donde afirman que el verdadero intelectual “ha muerto”. Todo ello porque los intelectuales del sistema no apoyan muchos de los proyectos políticos que comentas y pasan a defender el capitalismo o la democracia liberal. El dramaturgo Alfonso Sastre tiene un artículo en El País donde dice que el deber del intelectual es “entender” a los etarras. El periódico, ante esas ideas de Sastre, tiene que publicar un editorial en el que no suscribe las opiniones y considera que este dramaturgo solo plantea una serie de preguntas.
Yo tenía la idea de que los intelectuales habían estado callados ante el fenómeno etarra, pero lo cierto es que en las fuentes ya hay manifiestos de 1978 a 1979. Hay uno, “Carta de 33 intelectuales vascos contra la valencia”, donde según Carlos Martínez Gorriarán está “el estado mayor de la cultura vasca en el antifranquismo”. En él dicen que en democracia la violencia no es admisible. Estos serían fundamentales en Basta ya o Gesto por la paz que serían hoy el grado cero de la decencia en el país vasco.
P. Fusi escribió un excelente libro sobre los disidentes al nacionalismo en las autonomías aquí llamado Identidades proscritas. El no nacionalismo en sociedades nacionalistas, ¿No fue la extrema izquierda la que amparó a estos nacionalistas étnicos más que “los intelectuales” como concepto general?
R. Aquí la historia la conocemos todos: la extrema izquierda creyó que ETA era más antifranquista que anti españolista y mantuvo ese despiste durante mucho tiempo. Sastre es paradigmático. Jon Juaristi o Teo Uriarte, que entraron en la cárcel por cercanía a ETA, acaban haciéndose comunistas como método de salida del nacionalismo. Terminarían convirtiéndose en gente profundamente admirable y comprometida contra el terrorismo: esto les llevó a consecuencias y amenazas. El internacionalismo de las viejas izquierdas les hizo seguir este camino.
P. En los 70 hay una brecha identitaria en el viejo comunismo y es la incorporación de las luchas de liberación nacional a su ideario. Casi la “izquierda reaccionaria” que nombra el político Juan Carlos Girauta
R. Esto es internacional: de Vietnam a la Cuba de Castro.
P. Gabriel Albiac recordaba en sus columnas lo profundamente reaccionaria que es la frase “patria o muerte” de Fidel Castro.
R. Es una fusión de movimientos nacionalistas en el contexto de la guerra fría y el comunismo. Es una mutación que sucede en los años 70 del siglo XX. Ahora, el propio Lenin juzga que el comunismo es un anti imperialismo. Otra cosa es que la Unión Soviética fuera todavía más imperialista (risas).
Las incoherencias de los intelectuales no son solo patrimonio de ellos: mira a Alberto Garzón…
P. ¿Sabían esos intelectuales “enragés” que jamás habrían podido ser disidentes en el castrismo y otros sistemas que defendían? ¿Cómo podían estar tan fuera de la realidad?
R. Las incoherencias de los intelectuales no son solo patrimonio de ellos: mira a Alberto Garzón…
P. Para finaliza este repaso, comentemos un poco la actualidad. Si los vídeos en la televisión “asesinaron” a la estrella de la radio, según The Buggles, ¿Mató la televisión al intelectual español? Es probable que Belén Esteban tenga ahora más influencia que Enric Juliana…
R. En los años 60 y 70 hay mucho discurso que la televisión va a matar a los intelectuales. Lo que vemos, sin embargo, es la aparición del intelectual en formatos como La Clave, A Fondo o los programas de Dragó. Es un auge del intelectual como producto televisivo; es el debate con Vargas Llosa, Semprún o Vázquez Montalbán de 1987 y que se puso en horario de máxima audiencia. Animo a pensar que cada vez que ha habido un cambio de los medios de comunicación ha habido ansiedad de cómo iba a matar el ecosistema anterior. Los intelectuales son como la energía: ni se crea ni se destruye, se transforma.
P. Se podría decir que los youtuber son los nuevos intelectuales para muchos adolescentes
R. Dentro de 30 años será más fácil ver quiénes son los intelectuales de nuestro tiempo que lo que podemos ver hoy en día.
Urenga
"Aquí la historia la conocemos todos: la extrema izquierda creyó que ETA era más antifranquista que anti españolista y mantuvo ese despiste durante mucho tiempo." Cuando a un hermano mío mayor, líder estudiantil y militante durante el franquismo en "Bandera Roja" como Federico, le comenté al llegar la democracia que qué bien que se acabaría el terrorismo, me contestó que en absoluto, que sería mucho peor porque ellos no luchaban por la democracia sino por la independencia vasca y ahora tendrían más facilidades. Un visionario y una excepción, por lo que se ve.
Urenga
"el muy bizarro Álvarez Solís" Ya sé que la RAE, como acostumbra, ha acabado claudicando hace poco y aceptando esta acepción de origen inglés de bizarro, pero no por ello deja de *oderme enormemente su uso desde siempre por parte de los periodistas.
eddo
buenas preguntas
Stephen Dedalus
Con el titular tengo bastante para no leer lo que diga el hijo de Pfizerico Ayusez AntiVox. Gracias.