La actriz, directora y cantante portuguesa Maria de Medeiros es el rostro más internacional del cine luso. Hija de una periodista y de un compositor, nació en Lisboa pero pasó su infancia en Viena, para regresar a su ciudad natal tras la revolución de los claveles. Precisamente, lo que ocurrió el 25 de octubre de 1974 centró la trama de Capitanes de abril (2000), la película con la que debutó en como cineasta, con la que demostró que entiende el cine y, en general, la cultura como algo político.
Esta actriz, que cuenta con uno de los rostros más enigmáticos y una de las voces más delicadas que se recuerdan en el cine, participa estos días en el Festival Cine por Mujeres, donde presenta su película A nuestros hijos (2019), una cinta que se ha estrenado este año a causa de la pandemia. Además, próximamente recogerá el Premio Especial que le otorga el Festival Internacional de Cine de Gijón en su 60º edición, que arranca el próximo viernes día 11 de noviembre.
La actriz ha hablado con Vozpópuli sobre el Brasil de Bolsonaro, que se coló de varias maneras en el rodaje de su película, los logros del Me Too y las batallas del feminismo, su experiencia como directora y la trascendencia de haber trabajado con directores como Quentin Tarantino o Manoel de Oliveira.
Pregunta: Viene a Madrid para presentar A nuestros hijos, una película sobre las relaciones familiares. ¿De dónde surge?
Respuesta: El origen está en una obra de teatro escrita por Laura Castro, que habla sobre su experiencia personal. No sabía lo que significaba la parentalidad en una pareja homosexual, lo que significa la lucha, la pelea, la obstinación, la discusión a todos los niveles, administrativo y familiar. La obra es un largo diálogo entre madre e hija y ninguno de los personajes está estereotipado, todo es complejo. Le propuse a Laura que desarrolláramos una película para ampliar ese cuestionamiento.
P: La película está pegada a la actualidad. ¿Cómo querías reflejar Brasil?
R: Era muy importante contar el Brasil como lo sentía yo, y escapar de los clichés, de las playas con las chicas en bikini, de las favelas solo con hombres, de las situaciones de violencia extrema. Contar esa clase media confrontándose con sus problemas, sus prejuicios y sus cuestionamientos. Pero al querer estar tan próximo a la realidad, lo que empezó como una película luminosa, una comedia con trazos incluso almodovarianos, a medida que íbamos escribiendo la sociedad brasileña se iba oscureciendo. Esta llegada de un pensamiento fascista a Brasil se iba reflejando y nos dimos cuenta de que estábamos radiografiando esa época de escorecimiento. Terminamos de rodar entre los dos turnos de la elección de Bolsonaro. Cuando llegué al set en la segunda todo el equipo estaba llorando.
Se habla con un discurso que parece lobotomizado, porque parece autodestructivo, delirante, está fuera de las realidades. Es un discurso que solo apela a la destrucción del otro", señala De Medeiros
P: La jornada electoral del pasado 31 de octubre dio la victoria a Lula, pero casi la mitad de la población sigue votando a Bolsonaro. ¿De qué es sintomático que la sociedad esté tan dividida y sea capaz de optar por opciones tan antagónicas, sin términos medios?
R: Intento pensar en las personas antes de la segunda guerra, en cómo se llegó a un tipo de ceguera, por citar a mi compatriota José Saramago. El lenguaje sirve para que nos comuniquemos, pero cuando ya no se comparte la lengua, no hay traducción posible entre una parte y la otra. Traducir es un gesto de amor, soy una apasionada, pero no veo aquí traducción, no sé cómo se habla con un discurso que parece lobotomizado, porque parece autodestructivo, delirante, está fuera de las realidades. Es un discurso que solo apela a la destrucción del otro.
P: ¿Quién debería hacer autocrítica?
R: Tengo muchos amigos que han cambiado de discurso pero un poco tarde.
P: Han pasado cinco años del Me Too. ¿De qué logros siente más orgullo?
R: Fue importantísimo, porque finalmente se dio crédito a la palabra de las mujeres. Todas en algún momento han sufrido abuso, es muy importante que haya salido a la luz y a la consciencia. Estaba instituido un descrédito automático a la palabra de la mujer y una actitud condescendiente e infantilizadora, su palabra siempre valía menos que la de la generalidad de los hombres. Eso fue algo importantísimo. Supongo que hay que tener que seguir defendiéndolo mucho, porque a la vez hay un machismo selvático que se está reforzando bastante en la sociedad en contrapunto a eso. Hay que defenderlo mucho y a la vez no perder el diálogo, sobre todo con los chicos jóvenes.
Ya decía Aristóteles que somos un animal político y se verifica cada día. Hay que tener consciencia de lo político en todas nuestras actitudes", afirma la actriz y directora
P: Han pasado 22 años desde su debut en la dirección, Capitanes de abril. ¿Hasta qué punto el cine y la cultura en general pertenecen a la esfera política?
R: Todo es político. Todo el cine que he hecho lo es y de alguna forma siempre vuelvo a esa problemática: la intimidad es política, el fascismo nace en la familia, a veces en la pareja. Ya decía Aristóteles que somos un animal político y se verifica cada día. Hay que tener consciencia de lo político en todas nuestras actitudes de alguna forma.
P: ¿Hasta qué punto le ha condicionado su papel en Pulp Fiction?
R: Me encanta, me parece estupendo haber participado en una película que ha marcado la historia del cine. Considero que he hecho otras que han marcado la historia del cine de manera diferente, pero es verdad que esta tuvo un impacto mundial. Admiro mucho el trabajo de Tarantino, suelo pensar que es un director bastante feminista. Siempre pensó a las mujeres y en los personajes femeninos y les dio un lugar muy importante en su cine. Considero que he tenido la suerte de trabajar con directores increíbles, como Bigas Luna aquí en España, Manoel de Oliveira o Teresa Villaverde.