Éric Zemmour (Montreuil, 64 años) fue el candidato del partido Reconquista a las últimas elecciones presidenciales francesas y hace unas semanas ha publicado el libro titulado No he dicho mi última palabra (Rumbenpre) en el que repasa su ascenso y posterior caída electoral, analiza críticamente la situación de la extrema derecha en el país galo y se postula como una fuerza clave en las próximas elecciones europeas..
Zemmour sonríe y se siente cómodo hablando de la cita electoral europea de 2024 que estima que ayudará a “redefinir a la derecha en su conjunto”. El político francés entiende que es hora de abandonar la “gran coalición” a escala europea y de explorar alianzas entre la derecha democristiana del Partido Popular Europeo y la derecha radical de los Conservadores y Reformistas Europeos. Su formación aspira a obtener representación para contribuir a este cambio. Actualmente, mantiene excelentes relaciones con el partido gobernante en Polonia (Ley y Justicia), así como también con la derecha radical nórdica, con Víctor Orbán, con Hermanos de Italia y con Vox en España, a quien califica como el partido “más inventivo y creativo” dentro de esta familia política.
Éric Zemmour nos recibe en el café Le Tournon, muy próximo a los jardines de Luxemburgo, en el cada vez más chic barrio latino parisino, donde reside desde hace más de un lustro. Mientras toma un agua con gas sorprende con algunas respuestas sobre la situación política actual en Francia, el estado de la izquierda y las posibilidades de Marine Le Pen.
Pregunta: Es usted valiente. Hasta ahora ha sido el único político que ha defendido la reforma de las pensiones más allá de la mayoría parlamentaria del señor Macron.
Respuesta: Gracias, yo defiendo el aumento de la edad de jubilación hasta los 64 años. Ustedes en España ya han superado ese número desde hace mucho tiempo y ocurre lo mismo en Italia o en Alemania. Así que no veo por qué Francia debería escapar a esta evolución. Además, está asociada al aumento de la esperanza de vida y a la debilidad de los sistemas de pensiones por repartición a causa del descenso en la natalidad. Yo mismo propuse durante la última campaña presidencial el aumento de la edad de jubilación a los 64 años. Sería deshonesto por mi parte decir ahora lo contrario porque ya no soy candidato. No sé si es valentía, pero al menos sí significa coherencia.
P: Los sondeos indican que la opinión pública no está de vuestra parte
R: Yo creo en la coherencia más allá de lo que digan los sondeos. Le digo más: en mi propuesta yo no me limitaba a tocar la edad de jubilación, sino que quería una reforma de las pensiones mucho más ambiciosa que incluyera también una verdadera política familiar. En mi programa hablaba también de una política de reindustrialización para reducir el desempleo y tener mejores salarios.
P: En estos meses se ha dicho que la ganadora de la crisis política en la que se encuentra Francia es Marine Le Pen y, sin embargo, aquí usted vuelve a desmarcarse y dice que el verdadero triunfador es Jean-Luc Mélenchon.
R: Mire, yo creo que los sondeos son un instrumento importante, pero no creo que sean el único elemento de análisis. Yo trato de reflexionar acerca del resultado ideológico de esta crisis política. Lo que ha ocurrido durante los últimos meses es que toda la clase política se ha sumado a las temáticas y al modo de pensar del señor Mélenchon. Y aquí incluyo desde Marine Le Pen hasta gente de Los Republicanos como Aurélien Pradié. Aquí quien está ganando es la izquierda y sus argumentos. Porque es miope fijarse en el sondeo inmediato y no en el cuadro más grande que permite ganar las elecciones: la disputa por las ideas.
Hay que subrayar el repliegue que ha habido en la derecha sobre este asunto. Tanto en la derecha digamos clásica de Los Republicanos, con dos potenciales candidatos criticando la reforma de las pensiones, como en la derecha digamos patriota del Reagrupamiento Nacional, que en la época de Jean-Marie Le Pen hablaba de retrasar la edad de jubilación a los 65 años. Por eso digo que, aunque a algunos les suene contradictorio, toda la derecha francesa está ahora sometida a la izquierda.
P: De hecho, usted comenta en su libro que a la izquierda le fue mejor de lo esperado en el anterior ciclo electoral porque consiguió imponer sus temas.
R: Exacto, yo sostengo que fue el señor Mélenchon quien salió ganando en la última etapa de las elecciones presidenciales cuando logró que todo el mundo dejara de hablar de identidad nacional y de “gran reemplazo” para empezar a hablar de poder adquisitivo.
Trato de unir a la derecha francesa, pero no es fácil, porque en la derecha casi nadie ha leído a Gramsci ni ha tomado nota de la importancia de la batalla de las ideas
P: Entonces usted está reconociendo que si se habla de economía y no de identidad nacional, la extrema derecha pierde.
R: Es que yo pienso que una gran victoria política es imponer tus temas. Quien impone sus temas, gana. Y yo logré imponer mis temas predilectos en los meses anteriores a la campaña y por eso subí muy rápido en las encuestas hasta el 18% y el 19% en intención de voto. Pero luego la guerra de Ucrania desvió todo.
P: Por otro lado, usted se ha significado en los últimos años por reclamar, igual que Marion Maréchal Le Pen, la unión de las derechas. Lo paradójico es que en Francia nunca termina de fraguarse la cacareada “unión de las derechas” y, sin embargo, sí se ha producido la “unión de las izquierdas”...
R: Yo no me prohíbo observar lo que hacen los otros, especialmente cuando encuentro que son cosas eficaces. En el caso de la izquierda, especialmente en el caso del partido de La Francia Insumisa hay dos cosas que yo considero meritorias: la primera es cómo ha ganado el debate ideológico y cultural. Y la segunda es que ha logrado reunir a todo un conjunto de partidos de izquierdas en torno a ella: desde el Partido Socialista hasta los Verdes pasando por el viejo Partido Comunista. Todos ellos están ahora en la NUPES (Nueva Unión Popular Ecologista y Social). Yo trato de hacer lo mismo en la derecha, pero no es fácil, porque en la derecha casi nadie ha leído a Gramsci ni ha tomado nota de la importancia de la batalla de las ideas. Yo soy el único que lo hace.
Y hay que pensar en otra cosa: La Francia Insumisa ha logrado hacer eso incluso a pesar de que antes la batalla entre Mélenchon y el Partido Comunista había sido feroz, lo mismo que con el Partido Socialista y con Los Verdes. Pero claro, en Francia quien podría haber hecho esto en el campo de la derecha habría sido Marine Le Pen. Y ella rechazó siquiera intentar esa unión.
P: No obstante, en Europa cada vez hay más entendimiento entre las diferentes derechas dentro de un mismo país. Lo vemos en Italia, en Finlandia, en Suecia...
R: En Francia tenemos una “gran coalición”, una alianza entre el centro-derecha y el centro-izquierda que bloquea la alternancia entre la izquierda y la derecha. Por otro lado, tenemos a un partido que se quiere populista y soberanista, el Reagrupamiento Nacional de Marine Le Pen, que hace las labores de oposición a esa “gran coalición” y que pierde en cada elección. Básicamente, porque el gran contingente de votantes tiene más de 65 años y vota masivamente por Emmanuel Macron. Así que hasta que no logremos romper ese bloque o esa “gran coalición”, la derecha no tiene nada que hacer en Francia. Por eso digo que la unión de las derechas es táctica y digo también que es una táctica victoriosa: porque si logramos traer a la derecha clásica con nosotros y separarla de Emmanuel Macron, entonces sí puede pensarse en ganar. Pero mientras tengamos a un Macron o alguien parecido a él contra Le Pen en la segunda vuelta de las presidenciales, no hay nada que hacer.
P: Usted ha llegado a decir que cualquier candidato ganará a Marine Le Pen en 2027
R: Y no he sido muy original en esto. Recuerde usted que el señor Mélenchon dijo que incluso una silla o una mesa habrían ganado contra Marine Le Pen.
P: ¿Francia ya no vive en un momento populista?
R: Lo que yo constato, y hace diez años que lo pienso, es que quien gana es Emmanuel Macron, es decir, el representante de las élites del centro-izquierda y del centro-derecha. Y además gana holgadamente. Porque al final querer sustituir el clivaje izquierda/derecha por el clivaje mundialismo/patriotismo es un error. Y luego por un segundo motivo: porque para que la oposición mundialismo/patriotismo funcione tiene que haber patriotas de izquierdas y patriotas de derechas juntos. Sin embargo, lo que manifiestamente Marine Le Pen no comprende es que, a pesar de sus esfuerzos, los patriotas de izquierdas (por ejemplo, el señor Chevènement o el señor Montebourg) no la votan a ella, sino que votan por el globalista Emmanuel Macron.
P: En las últimas elecciones se le presentaba a usted como siendo más extremista que Marine Le Pen. Sin embargo, por procedencia y por cultura política usted tiene más que ver con Nicolás Sarkozy o con François Fillon que con los sectores más ultras de la extrema derecha. ¿Cómo se explica esto? ¿Tiene que ver con que una parte de la derecha clásica se ha radicalizado?
R: Quizás esto no se vea tan claro en el extranjero, pero en Francia hay una tradición de la derecha que se llama bonapartismo, es decir, una derecha que se identifica con el culto a la nación, al Estado y a la autoridad. Es una tradición política que tiene dos siglos de antigüedad en Francia. Pues bien, yo pertenezco a esa tradición. Y seguramente Sarkozy en ciertos aspectos también. Es mi familia política. Pero además hay otra cosa: el general De Gaulle se adhirió expresamente a esa tradición de la derecha, por eso yo prefiero llamarla gaullo-bonapartismo.
P: Pero a usted no se le etiqueta de “extremista” por alabar a Napoleón Bonaparte...
R: El problema de la izquierda es que, en cuanto uno empieza a hablar de identidad nacional y de la cuestión migratoria, ya se le tacha de extremista. Yo sostengo que Francia está en una situación crítica porque es el país europeo donde hay más inmigrantes magrebíes y subsaharianos. Creo que estamos viviendo un reemplazo poblacional. Pero Marine Le Pen, para no ser etiquetada de “extrema derecha”, dice que el “gran reemplazo” no existe, o que el Islam no tiene nada que ver con el islamismo. Yo a eso lo llamo renegar de las propias convicciones o negar la realidad. Y por eso yo soy la diana de todas las iras de la izquierda y de los medios de comunicación.
P: O sea que usted, en la disyuntiva entre decir la verdad y agradar a la gente, se queda con lo primero. Entiendo que porque así cree que va a dar que hablar e imponer los temas.
R: Creo que ese es mi principal desacuerdo de fondo con Marine Le Pen. Yo no creo en la desdiabolización por dos motivos: en primer lugar porque implica correr detrás de la izquierda y someterse a sus temas; y, en segundo lugar porque supone renegar de las propias convicciones para ser aceptado por los medios de comunicación. Yo veo el problema a la inversa: yo creo que hay que convencer a la gente de que las ideas que mi partido defiende no son el diablo. Quizás tome más tiempo, sea más duro y sea más exigente, pero creo que es necesario.
Por otra parte, la desdiabolización implica poner nuestro destino en manos de nuestros enemigos para que sean ellos quienes deciden si somos o no el diablo. De hecho, Marine Le Pen se puso muy contenta de que yo asumiera el fardo de la etiqueta de la “extrema derecha” durante la campaña presidencial. Pero desde la noche misma de la primera vuelta en la que yo quedé eliminado, ella inmediatamente pasó a ser de nuevo el diablo.
Me fascinan las puestas en escena de Vox, ahora mismo es el partido más creativo
P: Mirando a las elecciones europeas del próximo año: ¿su partido se va a presentar?
R: Por supuesto. Y más aún cuando vemos que en toda Europa y más ahora con el caso finlandés, el caso sueco, el caso italiano e incluso en España con el caso de Vox que no para de crecer, se está produciendo un fenómeno esperanzador. Y de hecho no es exclusivo de Europa, también ocurre en Estados Unidos o en Israel. En todos esos países está habiendo una unión cada vez más amplia de las derechas. Y, cuidado, no es una unión cualquiera o meramente táctica, es una unión en torno a temáticas civilizacionales e identitarias. Es una unión en torno a unos valores fuertes, precisamente contra una izquierda que se ha redefinido totalmente alrededor de la ideología woke.
Pregunta: ¿Qué opinión tiene usted del grupo parlamentario del ECR y del tipo de derecha que representa?
R: Lo importante es que si tras las próximas elecciones europeas la unión entre los populares y los socialdemócratas europeos se rompe, o sea, si se rompe esa “gran coalición” y una parte de los populares europeos se une a la derecha de los Conservadores y Reformistas Europeos, efectivamente mi partido, Reconquista, estará ahí apoyándolo.
P: Entonces, si ustedes logran representación, buscarán unirse a los polacos del PiS, a Hermanos de Italia y a Vox, entre otros.
R: En la medida de nuestras posibilidades, sí. Porque la derecha que representa el ECR tiene una impronta mucho más identitaria, mucho más civilizacional, mucho más desacomplejada. Y es importante que esa derecha pueda asociarse con la otra parte de la derecha que estaba presa de los consensos socialdemócratas y verdes. Ahí está una parte de lo que le decía al principio: la disputa de las ideas.
P: ¿El nombre de su partido, Reconquista, tiene algo que ver con España?
Respuesta: Forzosamente, el nombre Reconquête hace pensar en Reconquista y ahora incluso podríamos hablar de una reconquista global. Pero nosotros pusimos el nombre pensando en Francia, en la reconquista del país por parte de los franceses. Ese es el gran proyecto: que los franceses que han perdido su país, lo ganen. Hace falta reconquistar los territorios de Francia que han sido colonizados por el Islam. Pero también reconquistar una escuela y un sistema educativo que se han derrumbado en los últimos años, reconquistar una industria que se ha desvanecido.
P: Y para terminar: ¿cuál es su relación con el partido español Vox?
Respuesta: Yo no lo conozco mucho, pero tuve una reunión con ellos antes de las elecciones presidenciales francesas del año pasado y había tenido alguna relación con algunos de ellos antes de lanzar mi partido. Y lo que pude comprobar en esos encuentros es que tenemos bastantes preocupaciones y sobre todo bastantes puntos en común. Eso no significa que seamos gemelos, pero me fascinan bastante sus puestas en escena que son realmente espectaculares. Creo que ahora mismo Vox es el partido más creativo y más inventivo.
Alkaraz
Resulta que una pregunta es muy sencible para Zemmour...le pregunta si el nombre de La reconquista tiene algo que ver con España. por vuestra información ese Zemmour desiende de Judios Argelinos que todo el mundo sabe que fueron expulsados de España en aquellos tiempos dela reconquista..total..el no es Francés puro ..es Judio Argelino
Norne Gaest
Aquí, encerrados en la política nacional, muchos apenas prestan atención a lo que está pasando en Europa. Estas entrevistas me parecen mucho mas interesantes que los artículos pretenciosos, excesivos, farragosos y pedantes que últimamente viene o venía publicando VP, a cargo de profesores universitarios, o similar, que nada aportan. Sobre la entrevista, siguiendo al Sr. Zemmour, parece que la izquierda francesa de Melenchon sigue siendo tan hábil como en España en la batalla de las ideas. Vox debiera fijarse en estas experiencias.
Mariano_jeje
Siento decirle que González y Guerra son culpables de cargarse la democracia liberal que empezó UCD, fui testigo. No son mejores que Antonio, para mí, peores.
Sin_Perdon
Eric habla claro y sin complejos. Desconocemos mucho de la política francesa, más allá de los continuos problemas que tienen con la inmigración descontrolada, pero por lo que relata, y yo le creo, parece que Le Pen es más un PP francés que una auténtica alternativa.