Y es que en el mes de junio de este año se pondrá a la venta el disco Dance me this, mítico trabajo que presumiblemente dejó inconcluso o a punto de terminar poco antes de su adiós. Ya Zappa había hablado de él en alguna de las últimas entrevistas que concedió, recalcando que había sido compuesto enteramente con Synclavier, un sintetizador de diseño australiano del que Zappa era un auténtico devoto desde el momento en que le permitía hacer uso de arreglos orquestales sin necesidad de bregar con las posibles renuencias de músicos de educación clásica respecto de su peculiar visión musical. Así, su famoso disco Jazz from hell, de 1986, fue prácticamente grabado con dicho sintetizador. El músico señalaba en dichas entrevistas que Dance me this estaba pensado para ser usado por grupos de baile modernos.
Punzadas contra lo establecido y la contracultura
Pero es que Frank Zappa, desde sus principios musicales, siempre fue un alma libre, capaz de fusionar estilos, alejarlos y acercarlos a las tendencias del momento según sirvieran para conseguir sus coyunturales objetivos, y engalanarlos con un halo de provocación no sólo lírica y musical, sino incluso espiritual. Coetáneo de la contracultura de mediados de los años 60, no permitió ser tratado como un actor más de la misma, y sus invectivas respecto de ella fueron en ocasiones tan lacerantes como las que sufría el establishment a partir de una visión tan ácida como virulenta basada en el cinismo y la sátira. Con la banda que fundó en 1966 y que siempre sirvió a sus personales intereses con una innumerable procesión de espléndidos músicos figurantes, The Mothers of Invention, sus primeros discos, Freak out!, Absolutely Free o We’re only in it for the Money, con su icónica portada imitando, y desmitificando, la del Sargent Pepper de los Beatles, eran una insuperable mezcla de rock, folk, psicodelia, jazz, doo-woop, experimentación y cercanía a las músicas clásicas más avanzadas, características que se repitieron a lo largo de toda su carrera.
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Más influyente que vendedor
Luchador infatigable contra los dictados de la industria musical, con la que colaboró pero con la que se enfrentó en innumerables disputas legales, siempre trató de tener el mayor control sobre su obra, y en sus propias compañías discográficas debutó Alice Cooper o grabó el inolvidable Captain Beefheart, alma gemela de similares influencias tanto recibidas como expandidas, con quien firmó a medias Bongo Fury. A pesar de su ingente obra, nunca fue un vendedor de cifras exorbitantes, con los discos de mediados de los años 70 Over-Nite Sensation y Apostrophe (‘) como destacadas excepciones, o la canción de 1982 Valley Girl, cantada por su hija, Moon Unit Zappa, posiblemente su mayor éxito en ventas.
Sea como fuere, una carrera tan extensa y abigarrada, tan admirada como odiada, tan complicada como gratificante, merece el esfuerzo de indagar en ella. Y a ello puede ayudar la reciente publicación del libro La verdadera historia de Frank Zappa. Memorias, traducido al castellano para celebrar el cuarto de siglo de su publicación original y editado por Malpaso Ediciones.