Cultura

La España intermedia y olvidada

De la España vacía se ha escrito y se está hablando quizás en demasía, una de las mejores aproximaciones la realizó el periodista Paco Cerdà, recorriendo más de dos mil

De la España vacía se ha escrito y se está hablando quizás en demasía, una de las mejores aproximaciones la realizó el periodista Paco Cerdà, recorriendo más de dos mil quinientos kilómetros para contar la realidad de la Serranía Celtibérica, que agrupa a más de mil trescientos municipios en diez provincias, publicando Los últimos. Voces de la Laponia española (2017, Pepitas de Calabaza). Se trata de una crónica excepcional por lo narrado y por la forma de hacerlo, dando voz a algunos de los pocos habitantes que resisten en estos lugares.

De una de esas personas, residente en el segoviano pueblo de Campo de San Pedro, recoge las siguientes palabras: “De la despoblación se ha escrito todo. Pero lo único que se ha hecho ha sido escribir y hacer estudios. Como dice una amiga: estoy harta de que me estudien, que parecemos bichos raros. Estamos muy hartos, hasta el gorro, de recibir lecciones. Aquí todo el mundo viene a decirnos qué hacer para que esto funcione. Pero nadie se queda a hacerlo. Todo el mundo viene, lo dice, y se pira. Y ya cansa”, explicando dos procesos de despoblación surgidos en paralelo: “El primero, hacia afuera, es el que todo el mundo conoce: el que se va de los pueblos a las ciudades”, el segundo “hacia adentro, es desconocido, pero ha dejado una mella indeleble en forma de desvertebración territorial: los pueblos grandes de las comarcas se han alimentado de los más pequeños, vampirizándolos como mecanismo de autodefensa ante el éxodo masivo que sufrían”.

El acceso a la modernidad, a la educación superior, otras posibilidades laborales y mayor reconocimiento social produjo una migración del medio rural a ciudades pequeñas y medianas -con la consiguiente pérdida de capital humano-, ralentizada entre la población de mayor edad por la mejora de los servicios públicos fruto del estado autonómico: educación, centros de salud, equipamientos culturales, deportivos…, aunque con un déficit significativo en movilidad, en la mayoría de las ocasiones los desplazamientos tienen que realizarse en vehículos privados.

La promoción de un ensalzado neoruralismo urbano, incrementado en tiempos de la covid-19, y el turismo rural, han contribuido a paralizar el éxodo de algunas zonas. Batalla cultural ganada, todos hablamos de ello, mostrando en la mayoría de las ocasiones una imagen paternalista uniforme, sin reflejar su diversidad y pluralidad. Pero qué pasa con esas ciudades intermedias que acogieron parte de la migración rural, esas que no están ni en la España rica (Madrid, País Vasco, Navarra, Cataluña), ni en la acomodada del norte y cantábrica, ni en la mediterránea -clasificación a partir del estudio Desigualdades territoriales en España de César Colino, Antonio M. Jaime-Castillo y Mario Kölling.

Las España vacía como moda

Sobre estas cuestiones profundiza Sergio Andrés Cabello en La España en la que nunca pasa nada. Periferias, territorios intermedios y ciudades medias y pequeñas (2021, Akal), aproximándonos a ciudades medianas y pequeñas que solo tienen espacio en las noticas nacionales por alguna cuestión negativa, tragedia natural o suceso, principalmente. Su autor, doctor en Ciencias Políticas y Sociología por la Universidad del País Vasco, investigador sobre la despoblación de las zonas de la sierra y la montaña de su Rioja natal, respondió a las preguntas de Vozpópuli.

Pregunta: ¿Se están idealizando territorios que se desconocen y que hasta hace poco se caricaturizaban? Solo hay que recordar películas de cine de barrio protagonizadas por Fernando Esteso o Paco Martínez Soria.

Respuesta: Es una de las grandes debilidades del discurso o del relato sobre la despoblación, esa idealización. Me parece que hace mucho daño porque, en general, se parte de definiciones muy simplistas que cantan las bondades de la vida en el medio rural frente a una ciudad que se demoniza. Vivir en un pueblo tiene cosas maravillosas, pero no es esa imagen de postal que muchas veces nos dibujan. Si trabajas en el sector primario, es un mundo durísimo y con muchas circunstancias que dificultan su viabilidad. En relación con la vivienda, por ejemplo, el acceso a la misma, de alquiler o en propiedad, es un problema muy importante. Por poner dos ejemplos. Claro, si el modelo de medio rural que quieres crear es el de teletrabajadores de clase media–alta, con casas con jardín, conexión a Internet y furgonetas de reparto por las carreteras, entonces estás creando un medio rural muy diferente al anterior.

Hoy la despoblación está en la agenda pública, pero ni el turismo rural ni mejorar Internet van a revertir el problema

Uno que lleva dos años viviendo en un pueblo extremeño, que apenas pasa de los quinientos habitantes, piensa que la España vaciada es una moda cuando todos los días observas que para poder desplazarte es imprescindible utilizar el coche privado, priorizándose la construcción del AVE y autovías, antes que una red de transporte público de calidad.

Me gustaría pensar que no, pero me da esa impresión. Estamos ante un fenómeno que ha sido clave para la visibilización de un enorme problema como el de la despoblación, para ponerlo en la agenda pública. Algo de lo que apenas se hablaba hace unas décadas y que estaba ahí. Ahora bien, ¿cómo lo estamos afrontando?, ¿se está consiguiendo solucionar?, las respuestas no son satisfactorias. Hay cortoplacismo, pensamos que se soluciona de la noche a la mañana cuando es un proceso que comenzó hace un siglo y medio y que responde a muchos factores. Hay mimetismo porque se piensa que, lo que funciona en un lugar, lo hará en otro, y no, hay también solucionismo, si ponemos turismo o si ponemos Internet la despoblación se revertirá. Por otra parte, habría que pensar qué queremos que sea nuestro medio rural, qué tipo de medio rural vamos a construir entre todos, y especialmente por parte de los habitantes del mismo, esa es la pregunta clave.

Con la imagen puesta en las grandes áreas metropolitanas y en la España vacía ¿la España intermedia es la gran olvidada de las políticas públicas?

Es un olvido en el sentido de la planificación. Es decir, en qué tipos de escenarios se construyen para las mismas. Hay inversiones, hay políticas, y también obviamente las que vienen derivadas del interior de estos territorios, porque no es una cuestión unidireccional, pero en muchas ocasiones nos encontramos con actuaciones que, o bien no responden a las características de estos territorios, o bien no lo hacen en relación a sus necesidades. Uno de los hechos clave en buena parte de estas zonas es lo ocurrido con el sector secundario y las alternativas que se han generado ante su transformación o directa desaparición en no pocos casos. Otro aspecto central es el relacionado con las infraestructuras de comunicación, con cuestiones como un exceso de aeropuertos que no siempre no son necesarios, o la situación del tren en muchas zonas. Ha habido inversiones, pero sería fundamental una evaluación más detallada.

"Si el vecino lo tiene, yo también"

En muchas de esas ciudades se ha apostado por lo mismo: aeropuerto, universidad, festival indie, museo de arte contemporáneo, palacio de congresos… en algunas funciona y en otras no.

Sí, es así, pero pasa con todo, puede entenderse en el sentido de decir “si ha funcionado en el de al lado…”. Pero, claro, esto no siempre es así porque depende de las idiosincrasias locales y regionales, de los capitales de todo tipo acumulados, del papel de los grupos locales.... Es decir, hemos 'comprado' el modelo X e Y que funciona en un lugar y, en no pocas ocasiones, lo hemos extrapolado directamente, y no. Pero, para mí hay una cuestión de cortoplacismo en llevar a cabo este modelo, junto a otro concepto que es “si el vecino lo tiene, yo también”. Pero, no cabe duda que ese mimetismo también viene marcado por la evolución y homogenización de las ciudades, de sus cascos históricos, de su actividad comercial, que también obedece a otros factores externos, vinculados a la propia globalización, etcétera.

Muchas veces estos territorios generan discursos victimistas donde parece que todo es culpa del de fuera

¿Las políticas emprendidas de apostar por un turismo cultural de fin se semana tienen algún sentido a medio y largo plazo?

Hay que entender el contexto en el que nos situamos con este crecimiento del turismo y esa clase de apuestas. El turismo es positivo, es un sector clave y muy dinámico. Pero, como señalas, ¿cómo opera esa planificación en el medio y largo plazo? En el caso de haberse dado esa planificación. La apuesta por ese turismo nace en un período como en los noventa donde aparecen nuevos modelos de turismo y también hay un cambio en la demanda, con clases medias crecientes que tienen la oportunidad de hacer turismo de fin de semana, de puentes... Cuando las ciudades medias y pequeñas, y cualquier territorio, apuesta por este proceso es, en cierto sentido, un caballo ganador porque hay demanda. Sin embargo, ese escenario tiene sus costes, la transformación de las ciudades y un cierto solucionismo vinculado al turismo, como si por sí mismo el turismo es una salida a los problemas económicos, y no. El turismo ha tenido también un papel interno porque esa transformación de las ciudades se ha jugado en no pocas ocasiones de esa forma. A cambio, no pocas infraestructuras e inversiones por toda la geografía española que no han funcionado, que están cerradas o infrautilizadas.

¿Qué papel juegan las élites locales en ese modelo?

Fundamentales. En no pocas ocasiones, y dentro de los relatos y discursos victimistas que se generan desde los territorios, parece que todo es culpa del de fuera, hay factores externos que son fundamentales, y en no pocas ocasiones tan potentes que son difíciles de abordar. Pero, claro, si tus élites locales se acomodan, se dejan llevar por la corriente, pues poco más se puede hacer. Esto ha ocurrido en muchos casos. No están en una posición fácil, pero si no has intentado afrontar el escenario de otra forma, dentro de tus competencias y posibilidades, luego tampoco puedes articular discursos victimistas.

Con el cierre de tiendas, cines, teatros y espacios de proximidad ¿se pierde la identidad y la sociabilidad colectiva?

Sí, sin duda. Son espacios de sociabilidad muy importantes y juegan un papel fundamental en las identidades. De nuevo, no se trata de caer en la nostalgia sino de ver qué sustituye a esos espacios que señalas bien de proximidad. Se pierden rituales, se pierden relaciones... Es una situación también difícil porque afecta a la propia estructura social, económica. También estaría vinculado a esa homogenización que decíamos antes. Se producen intentos de revivir o de generar espacios similares, que cumplan esa función, pero entraríamos en el campo de la representación, y no es lo mismo.

Parte de la izquierda ha minusvalorado estas ciudades intermedias, que considera conservadoras

¿Es un error de las fuerzas progresistas olvidarse de las identidades de proximidad?

En mi opinión, creo que sí, que es una de las cuestiones que parte de las fuerzas progresistas han olvidado, cuando no minusvalorado. Es decir, se ha partido de determinadas visiones institucionalizadas, como por ejemplo que son zonas conservadoras, y por eso hay determinadas visiones que no han tenido en cuenta esas identidades colectivas. También hay que tener en consideración cómo se relacionan las fuerzas progresistas con el concepto de identidad colectiva territorial, y en el caso de España es algo más complejo. Pero, en general, y creo que también ha ocurrido en el resto de fuerzas políticas, esa visión se ha olvidado viéndose como algo a superar o caduco, por una parte de la izquierda, o como algo folclórico, por una parte de la derecha.

¿Qué sentido tienen las identidades colectivas locales en tiempos de globalización?

Es una pregunta muy pertinente. El concepto de identidad colectiva, como el de identidad en su conjunto, es dinámico y está en continua transformación a pesar de que siempre quiera dar la impresión de ser inmutable y estable. Obviamente, en tiempos como los de la globalización, más líquidos, así como con un individualismo más amplio, no cabe duda que la identidad colectiva cuenta con unos cambios muy significativos. Pero el ser humano sigue precisando de referencias, de pertenencias, de vínculos... La cuestión aquí es qué tipo de vínculos se construyen y cómo, en qué dirección. Para mí, lo fundamental pasa por el sentido de solidaridad y de cohesión.

¿Cómo sumamos esos territorios al presente?

Creo que están sumados pero, la cuestión fundamental es cómo están sumados. Es decir, retorno a la pregunta de antes en relación al medio rural, como país, como sociedad, ¿qué queremos que sean nuestras periferias?, ¿qué queremos que sean nuestras regiones?, ¿qué queremos que sean nuestras ciudades medias y pequeñas?, y así podríamos seguir. Si quiero que sean lugares de turismo de fin de semana y de vacaciones, lugares con unas actividades muy concretas vinculadas al sector terciario o queremos que sean lugares más dinámicos, que generen esas oportunidades. Creo que esa es la pregunta. Y, claro, eso precisa planificación, precisa paciencia, precisa una mirada distinta sobre el conjunto del territorio y sobre estas zonas.

Lo anterior es parte de una conversación mucho más extensa que daría para más de un tratado, discusión y debate. Estas tierras de nadie, entre la España metropolitana y la vaciada, tiene mucho que contar, necesidad de redefinir la estructura territorial para equilibrarlas, algo imposible en tiempos en los que impera el cortoplacismo en la gestión pública. Sobre ello trata este libro de Sergio Andrés Cabello, que debería ser referencia y aprendizaje para todos.

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