La trilogía fue un superventas en todo el mundo. Tan sólo en España, la mescolanza de pseudo-porno mezclado con sumisión y romance de E.L. James en Sombras de Grey, vendió tres millones de ejemplares. Inspiradas por semejantes ventas, las editoriales sacaron su propia colección de sucedáneos: Perdido en tu piel (Penguin) de Rosana Ubanell, La sociedad Juliette (Grijalbo), de la exactriz porno Sasha Grey, o Una mujer desnuda (Anagrama) de Lola Beccaria. Hasta escritores serios, o que creímos serios, como Manuel Vilas, se pasó al bando repentino del sexo explícito en su novela El luminoso regalo (Alfaguara, 2013).
Quienes conocen del tema aclaran que la novela de E.L James no es erótica, más bien erótico-romántica, incluso cursi pastelón al mejor estilo novela de tocador. A pesar de eso, la británica creó una tendencia editorial que malinterpreta o confunde a los lectores, al menos a algunos. La novela erótica ni es eso, ni forma parte del novedoso rebrote. Al contrario. Tan sólo en el siglo XX ha sido cultivada por plumas como la de David H. Lawrence, quien en 1928 ya había publicado El amante de Lady Chatterley, considerada como una de las obras maestras de la literatura erótica de la Edad Moderna.
La novela de Lawrence fue publicada por vez primera en Italia, y provocó un gran revuelo entre el público más tradicional. En 1932 salió a la venta una versión censurada, pero no sería hasta 1959 cuando saliese a la luz el formato íntegro de la novela. También en el mismo año, 1928, el escritor, antropólogo y pensador francés Georges Bataille publicó Historia del ojo. En realidad la primera edición de la obra se había publicado en 1918 con un pseudónimo. La tirada fue de solamente 138 ejemplares. Una de las traducciones que circuló en España de esta obra eminentemente surrealista que narra los episodios sexuales de un anónimo protagonista de dieciséis años y su cómplice femenino Simone es de Antonio Escohotado.
Uno de los mayores exponentes de la literatura erótica en EEUU fue Henry Miller, quien hizo del sexo un instrumento no sólo literario sino político. Con cinismo y mucha ironía, utilizó historias como Trópico de cáncer (1934) –su primera novela, a caballo entre la autobiografía y el relato erótico- para reprochar a la Norteamérica de los años treinta su mojigatería. De hecho, esta novela, escrita en Francia y publicada gracias al apoyo de su amiga y amante, la también escritora Anaïs Nin, le supuso un juicio por obscenidad, según las leyes vigentes en esa época dictadas contra la pornografía.
Veinte años después, en 1955, Vladimir Nabokov narró la historia de amor perversa entre Humbert Humbert , un profesor de cuarenta años, y una niña de doce. Se trató de Lolita. Cuando apareció el 15 de septiembre de 1955 en París, tras haber sido rechazada por cuatro editoriales estadounidenses, lo hizo en dos tomos en la editorial Olympia Press. Aparecía así una novela cuyo borrador, titulado El hechicero, Nabokov quiso quemar, pero fue rescatado de las llamas por su esposa Vera. La novela fue llevada al cine en 1962 por Stanley Kubrick, y más tarde, en 1997, por Adrian Lyne.
También publicada en los años cincuenta, está Emmanuelle (1959), de Emmanuelle Arsan, seudónimo de Marayat Rollet-Andriane, escritora francesa de origen asiático. La novela, que narra la historia de una mujer que se dedica a la exploración de su propia sexualidad fue adaptada al cine en 1974 por Just Jaeckin y protagonizada por la actriz Sylvia Kristel.
Con El amante, Marguerite Duras obtuvo en 1984 el Premio Goncourt . La historia, de inspiración autobiográfica, transcurre en Indochina cuando era colonia francesa a principios del siglo XX. La protagonista y a la vez autora es una adolescente de quince años de familia francesa, aunque nacida en Indochina, que comienza una extraña relación con un rico comerciante chino de veintiséis años. Esta novela, en la que Duras rememora la iniciación en el deseo a la vez que trata el tema del amor y el odio, vendió tres millones de ejemplares y fue traducida a 43 idiomas.
En España, es imposible hablar de literatura erótica sin mencionar a Luis García Berlanga, creador de la colección de literatura erótica La Sonrisa Vertical, en Tusquets. El proyecto, que vio luz en 1977, fue fruto del trabajo de Berlanga junto con la editora Beatriz de Moura. Después de 30 años, en 2008, la colección contaba más de 130 obras de autores de todo el mundo. En esta colección se publicaban, además, las obras ganadoras del Premio La Sonrisa Vertical.
De hecho, en la undécima edición de ese premio, celebrado en 1989, Almudena Grandes se alzó con Las edades de Lulú, un libro que narra la historia de una mujer que narra su propia vida a través de las experiencias sexuales que desde adolescente sostuvo con Pablo, un profesor universitario. A partir de ese esquema de la eterna niña que acuna obsesiones y fantasías, el libro explora el sexo en sus distintas manifestaciones y búsquedas. La historia fue llevada al cine por Bigas Luna en 1990.
Tres años más tarde, el escritor Antonio Gala publicó La pasión turca, una historia que se narra a través de los cuadernos íntimos de Desideria Oliván, una joven con decepciones matrimoniales que descubre el deseo en un viaje turístico por Turquía. Esta historia también fue llevada al cine con la dirección y adaptación de Vicente Aranda y protagonizada por Ana Belén.