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Cultura

'Los diez mandamientos de Scorsese', el cinéfago más prolífico del bajo Manhattan

Rubén de la Prida publica un decálogo que busca interpretar los principios estéticos del director de 'Taxi Driver'

  • Scorsese, reconocido con el Premio Princesa de Asturias de las Artes.

"Toda mi vida ha sido cine y religión, nada más", afirmó Martin Scorsese hace varias décadas en una entrevista que ha servido para sintetizar los pilares en los que se sustenta la vida y la obra del cineasta. Con esta frase como punto de partida, Rubén de la Prida, crítico de cine y docente, publica Los diez mandamientos de Martin Scorsese (Alianza editorial), un volumen en el que repasa la carrera mediante la reescritura de los principios éticos de la tradición judeocristiana para interpretar el "núcleo estético" de su obra, tal y como avanza en la introducción. 

"Me pareció que siendo él católico no practicante, pero sí cultural, era fácil ver que todas sus películas eran una inversión del decálogo, en las que se mata, la gente es infiel, miente o roba. Es un punto de vista atractivo sabiendo que Scorsese profesa dos credos: el católico y el cinéfilo, y que este segundo está por encima del primero", cuenta el autor de este libro en una entrevista a Vozpópuli.

Amarás el cine sobre todas las cosas es el capítulo que abre este decálogo, en el que bastan las palabras de la pareja del director entre 1971 y 1976, el lustro en el que filmó Malas calles o Taxi Driver, para situar la obsesión del cineasta con el séptimo arte, en línea con el resto de cineastas de su generación, cinéfilos hasta el extremo. "La suya era una vocación como pocas. Respiraba, comía y cagaba cine", dijo Sandy Weintraub. 

Más que cinéfilos, en palabras de De la Prida, eran "cinéfagos" y, como Scorsese, "otros nombres como Francis Ford Coppola o Brian de Palma, vivían de ese cine que habían visto y que en muchos casos, aunque no al nivel de Scorsese, recomponían lo que habían visto para dar otra forma", señala. 

"Scorsese dirige con 80 años y con la fuerza de 30. No ha perdido la frescura, la capacidad de innovar ni de conectar con el público"

Entre los cineastas que iniciaron su carrera en los mismos años y que aún siguen en activo, el autor de este volumen cree que la capacidad creativa está por encima. "Basta con ver su última película, Los asesinos de la luna. Scorsese dirige con 80 años y con la fuerza de 30. No ha perdido la frescura, la capacidad de innovar ni de conectar con el público", opina De la Prida sobre un director que ha hecho lo que ha querido y, al mismo tiempo ha conectado con el público, mientras que "la mayor parte de sus coetáneos o han desaparecido o han perdido esa capacidad", entre los que cita de nuevo Coppola y Brian de Palma, y añade a Terrence Malick, autores que a su juicio pueden hacer "un cine muy interesante pero también muy minoritario".

De hecho, en otro capítulo hace referencia a las palabras del famoso crítico Roger Ebert, que hizo mención a la condición de mestizo entre la industria de Los Ángeles y el cine independiente de Nueva York, lo que según De la Prida es "un privilegio de los grandes directores", entre los que también hace referencia a Tarantino o Hitchcock. Este último, en concreto, confesó que para él el cine era "una sala llena". 

"Hay que ser muy grande para poder innovar en términos de lenguaje cinematográfico, artísticos, de expresión visual o sonora, como es el caso de Scorsese, uno de los grandes cineastas que impulsa el sonido y que cambia la historia de la música en el cine, y además llenar una sala y permanecer en el imaginario colectivo", ha destacado sobre el cineasta, que el pasado mes de noviembre cumplió 82 años.

Un lenguaje para comunicarse con su padre

Amarás a tu madre, pero no a tu padre, reza el capítulo que dedica a la relación con sus progenitores. "Siempre, incluso en los libros en los que hace memoria de su infancia, siempre la relación con su padre queda en una penumbra voluntaria", cuenta De la Prida. En estas páginas, hace alusión a como ambos encontraron en el cine "un modo privilegiado de comunicarse" y pone como ejemplo el testimonio del propio Scorsese y su recuerdo de la tarde que fue con su padre, Luciano Scorsese, a ver Río rojo, con seis o siete años. 

"Así como dice que el cine para él era como la Catedral de San Patricio, que le daba seguridad e identidad, el cine era ese lugar en el que desde su infancia se fragua un modo de comunicar con su padre, que no era el único, pero sí el más preeminente. Esa experiencia compartida de la sala de cine era para ellos un modo de estar, de hacer familia y de comunicarse", habla sobre una experiencia y un ritual con el que generaron un "vínculo". De hecho, Luciano, con experiencia como sastre, se convirtió en ayudante en el diseño de vestuario. 

En cuanto a su relación como progenitor cinematográfico de muchos, De la Prida cree que Wes Anderson le ha tomado como "padre" y como influencia, incluso aunque "de primeras pudiera parecer que no es tanto". "Es uno de los grandes directores de la actualidad, con un estilo personalísimo, una vena posmoderna, orientada de otro modo que la de Scorsess, pero de grandísima influencia", apunta. Sin embargo, cree que "si hubiera que escoger un cineasta que también ha bebido de Scorsese muchísimo y que lo puede igualar en maestría, arte y ambición ese sería Paul Thomas Anderson", porque puede igualarlo en "visceralidad y ambición" en crear "algo artístico que conecte con el público". 

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