Cultura

De España a Calvino: la huida de un protestante español quemado "en efigie" por la Inquisición

El viajero hispano recorrió Ginebra, Amberes y Londres en busca de la tolerancia religiosa

  • Juan Calvino.

La difusión del protestantismo por Europa a principios del siglo XVI obligó a la dinastía Habsburgo, representada por el emperador Carlos V, a seguir de cerca este fenómeno que amenazaba la hegemonía del brazo armado del catolicismo. En lugares como Francia, Inglaterra, las 17 provincias católicas o los principados alemanes comenzaron unas guerras civiles bajo el pretexto de una libertad de conciencia que -sobre todo entre la élite- escondía reclamaciones de privilegios y poder.

Carlos I observó de primera mano cómo en Alemania estas prédicas dinamitaron la aparente calma en el Sacro Imperio. Cuando se dio cuenta de que esta división tenía una difícil solución, decidió retirarse a Yuste en una de sus coronas donde todavía no había indicios de luteranismo. En su recogimiento en el monasterio conoció la noticia de la existencia de dos focos protestantes: en Valladolid y Sevilla. Estas noticias le atormentaron hasta sus últimos días. El rey emérito murió sin saber que la Inquisición celebrará un año más tarde unos autos de fe en estas localidades para erradicar la “herejía”. 

Entre los protestantes más destacados en España que practicaron su religión a escondidas se encuentra Antonio del Corro. Este sevillano formó parte de la comunidad reformadora del monasterio de San Isidoro del Campo. En 1557, al observar que tanto él como sus compañeros monjes estuvieron en el punto de mira del Santo Oficio, decidió huir a la ciudad donde Juan Calvino comenzó con sus doctrinas -más reaccionarias que las de Lutero- hacia Ginebra. Mientras tanto, en su tierra natal será quemado “en efigie”, es decir, un muñeco será utilizado en su representación para mostrar a la población la herejía del acusado huido. Se le encontraron libros prohibidos procedentes del norte de Europa.  

En la ciudad suiza conocerá a Calvino, que tras dos años le concederá una recomendación para dar clases al futuro rey de Francia Enrique IV en la Navarra transpirenaica. Según Paul J. Haube en su obra Tres herejes españoles y la Reforma, Corro quiso establecer en este territorio una iglesia calvinista para los españoles exiliados. Finalmente, vivirá en Francia unos años donde desempeñará funciones de ministro y desarrollará una visión más tolerante de sus pensamientos.

Grabado de la destrucción de la catedral de Amberes por los iconoclastas. De Frans Hogenberg.

Amberes

En 1567 su travesía continuará hacia la ciudad de Amberes, donde unos meses antes la furia iconoclasta había sumido la ciudad en un lugar sin ley, con la política de concesiones de la representante de la gobernación española en estas tierras: Margarita de Parma.

Corro abogó por la creación de un Concilio para la unión del cristianismo

En este breve período amberino dirigirá una carta al rey Felipe II, conocida como Carta al rey de España, donde explica los motivos de su huida diez años antes. Ahora abogaba por una apertura religiosa para solucionar los problemas en sus dominios de los Países Bajos. Corro era de la línea pacifista que representó el príncipe de Éboli en la corte de Madrid en cuanto a la solución a seguir tras la destrucción de iglesias católicas. Aunque, como ya se sabe, la corriente ganadora fue la del duque de Alba, que llegará con los Tercios a reinstaurar la paz a los dominios de su rey. Corro se vio forzado a buscar acomodo en otra parte.

Londres

El protagonista elegirá Inglaterra como nuevo destino para entrar en contacto con el anglicanismo. El investigador Antonio Rivera García apunta a que en este momento de su vida Corro “pretendía retroceder a ese momento crucial, tras el Saco de Roma, en que podía haberse realizado un concilio universal y restaurado la unidad cristiana”. 

Una vez en tierras inglesas, tras más de 15 años en el exilio, gracias a sus experiencias fue consciente de las diferencias entre los movimientos reformadores. En su libro La Inquisición desconocida (ARZALIA, 2024), Mercedes Temboury recoge como Corro recibió el descrédito de un pastor enemigo francés que le obligó a someterse a juicio durante 28 meses. Corro escribiría: “Menos humanidad, menos hospitalidad he encontrado en nuestra Iglesia reformada que entre turcos, paganos o gentiles; mayor y más inicua opresión y tiranía ejercéis que la de los inquisidores españoles”

En su periplo por Inglaterra se hará firmemente anglicano. Logrará dar clases en diferentes universidades como la de Oxford, debido a su gran bagaje como humanista y su facilidad para hablar idiomas. Tras la odisea vivida decidirá naturalizarse en Londres donde alcanzará un nivel de vida alto que le permitirá codearse con las élites académicas y religiosas locales. Después de 35 años lejos de su patria morirá en 1591. Los restos del viajero hispano fueron inhumados en el templo londinense de Saint Andrew. 
El exiliado español siempre quiso dejar claro en su carta a Felipe II que la rebelión protestante en sus posesiones de las 17 provincias fue contra la corrupción del Papa y no contra su figura. Sus reflexiones sobre la creación de un concilio para la unión del cristianismo y su defensa a ultranza de la tolerancia religiosa muestran el ejemplo de que la religión en pocos casos se usó como arma política por parte del pueblo. Pero esta sí fue utilizada por las élites, que encontraron en esta parte de la comunidad a los aliados perfectos para lanzarlos a la guerra contra la monarquía católica por antonomasia, la hispánica. Y esto, Antonio del Corro, no lo compartió.

 

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