Hay una broma familiar que hacía que, cada vez que había que ir a pasar una temporada al hospital de turno, que en la familia el ir a abrirnos a lo canal es algo tan normal como el ir al callista, decíamos con cierto eufemismo aquello de “voy a pasar unos días al balneario”. Entiendo que para aprensivos e hipocondríacos, eso de pasar unos días en un hospital y tomarlo como el que se va a tomar las aguas como que les sonará raro, por no decir que algunos estarán tocando madera en estos instantes. Sin embargo hoy quiero recomendarles vivamente que si tienen en mente una escapada de las buenas, de las que merece la pena, se vayan a un hospital.

Mientras el cónclave de 1978 escogió a un papa polaco, de detrás del Telón de Acero, para combatir al socialismo real, el de 2005 eligió a uno teólogo y alemán para enfrentarse a la secularización que arrasa Europa, los cardenales de este último se han decantado por un papa que proviene del continente de la esperanza para la Iglesia católica, donde vive un 40% de los 1.200 millones de católicos del mundo.