Cultura

Adiós a Ouka Leele, la cronista hiperreal de la Movida

Destacó por una larga y elegante trayectoria que incluye algunas de las imágenes que capturaron el espíritu delirante de los años ochenta en Madrid

Atención, pregunta: ¿cuál es para ustedes la imagen más icónica de la movida madrileña? Unos dirán que el logotipo del Rock-Ola, otros que la portada del disco de Alaska y los Pegamoides y quizá también salga a relucir la instantánea del alcalde Enrique Tierno-Galván en un balcón, leyendo un bando castizo o instando a la juventud a colocarse. Aunque no sea muy popular, los más versados en cuestiones estéticas mencionarán ‘El beso’ (1980), obra de Bárbara Allende (Madrid, 1957) donde dos jóvenes intentan juntar sus bocas sin conseguirlo del todo, demasiado preocupados por exhibir sus dentaduras perfectas. Su fallecimiento nos deja sin otra figura clave de la movida, una explosión pop que ya tiene más que cuarenta años, pero que sigue muy viva en los debates públicos, tal y como hemos venido explicando desde Vozpópuli.

'El beso', por ejemplo, fue la escogida por la investigadora italiana Guilia Quaggio para ilustrar la portada de su libro Cultura en Transición: reconciliación y política cultural en España 1976-1986, publicado por la editorial Alianza en 2014. ¿Por qué se decantó por este cuadro concreto? “Ouka Leele representa la nueva cultura española de la Transición, que del underground se convirtió en una de las facetas de la imagen oficial de una España moderna y joven, al paso con el resto de Europa. La misma imagen de un hombre y una mujer, con colores fuertes casi excesivos, nos dan la idea de un proceso de Transición que se realizó a través de pactos y reconciliaciones, sin embargo a regañadientes, con esfuerzos y casi de forma mecánica. La Transición vivió con velocidades distintas, con colores fuertes y sobre todo de imágenes impactantes y también silencios, palabras no dichas, censuras y libertades de repente transgresoras”, explicaba en una entrevista promocional hace ocho años.

Sin duda, hablamos de una creadora proveniente de la élite social, sobrina del célebre poeta Jaime Gil de Biedma y prima de Esperanza Aguirre, expresidenta de la Comunidad de Madrid. Su gran salto llegó al matricularse en un curso de fotografía en Photocentro. “Cuando me encontré con gente como Hortelano a la vez me encontré con esa escuela y por allí pasaban todos los que estaban haciendo la revista Nueva Lente. Empecé a hacer un curso de fotografía y los profesores se quedaron alucinados con ellas y me dijeron que 'yo era una nueva promesa' y casi que me empujaron ellos a viajar y a hacer fotos", recuerda.

Ouka Leele y la libertad

Sus fotografías pintadas son un ingrediente básico de la época, ya que combinaban un amplio dominio del oficio con el punto rompedor que exigía el culto a aquella posmodernidad. A pesar de su frescura, nunca cayó en la ingenuidad, ni en sus imágenes ni en sus reflexiones sobre aquellos años de vértigo: “Llevo cuarenta años haciendo lo que los demás me piden, también publicidad. Pero intento meter mi obra en esos encargos; y nunca hago lo que no quiero. He pagado el precio de vivir con muy poco. En el 87, que fue cuando paré la Cibeles para hacer un montaje, expuse en la Bienal de Sao Paulo e hice una retrospectiva en el Museo de Arte Contemporáneo (con menos de 30 años), recuerdo que al final del año tenía 5.000 pesetas en el banco… Pero es que dices: está cobrando el comisario, el que monta, el que transporta, el director del museo… y tú no”, lamentaba.

Dentro de la libertad había también un malditismo. Si no hacías ciertas cosas, como forrarte a drogas por ejemplo, estabas mal visto...", admitió en 'Vanity Fair'

Otra de las imágenes más conocidas de la fotógrafa es la portada del primer elepé del grupo asturiano Ilegales (1983), donde un señor mayor con traje apunta con una pistola a sus propia cabeza, apenas controlando su angustia. Los surcos de aquel vinilo, que despachó la nada despreciable cantidad de 150.000 copias, contienen todas las claves del revereso tenebroso de aquel periodo dominando por el PSOE, las drogas duras y el narcisismo militante. En sus rimas se puede encontrar todo tipo de intuiciones afiladas, desde la provocadora “Heil Hitler” , loa a la incorrección política, hasta la inquietante “Yo soy quien espía los juegos de los niños”, pasando por la mejor descripción del feroz clima competitivo que traería el felipismo, titulada “Tiempos nuevos, tiempos salvajes”.

Algunas de las respuestas de Leele, espontáneas y lúcidas, dan mucho que pensar: “Veníamos de distintas familias y orígenes, y éramos todos bienvenidos. Eso sí, dentro de la libertad había también un malditismo. Si no hacías ciertas cosas, como forrarte a drogas por ejemplo, estabas mal visto. Era algo que no sé cómo calificar, como un fascismo…”, explicaba en 2015 en la revista Vanity Fair.

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