El Museo del Prado expone por primera vez en sus salas el Retrato de Felipe III de Velázquez, obra donada por William B. Jordan a American Friends of the Prado Museum, institución que la ha depositado en el Prado. La obra se muestra en la antesala de la gran galería central del Museo (la sala 24 del edificio Villanueva). Según ha informado la institución a través de un comunicado, esta donación y depósito en el Prado contribuye a completar el discurso de Velázquez como retratista real, ya que se trata de una pintura inédita para la investigación y que permitirá arrojar luz sobre una de las obras capitales del comienzo de la etapa cortesana del pintor, La expulsión de los moriscos.
Para esta primera presentación pública de la reciente donación, el Museo ha decidido exponerla en uno de sus espacios más emblemáticos
Para esta primera presentación pública de la reciente donación, el Museo ha decidido exponerla en uno de sus espacios más emblemáticos, el corazón de su colección permanente, junto a Felipe II ofreciendo al cielo al infante don Fernando de Tiziano, cuya restauración acaba de concluir, incluyendo también excepcionalmente en el mismo las obras Felipe III de Pedro Vidal y Felipe IV con armadura y El infante don Carlos de Velázquez con el fin de crear un contexto que permita entender mejor la efigie de Felipe III y las razones de su atribución a Velázquez. Con el fin de dar a conocer mejor la obra y su exposición, el donante y descubridor de la misma, William B. Jordan, impartirá una conferencia el próximo miércoles a las 18.30h en el auditorio del museo.
Retrato de Felipe III, Velázquez
La atribución de esta obra a Velázquez descansa sobre tres pilares: el análisis estilístico, sus características técnicas y su relación con La expulsión de los moriscos. La obra tiene significativas afinidades con los retratos reales que hizo Velázquez entre 1627 y 1629, como Felipe IV de pie: el uso de las sombras para modelar el encuentro del cabello y la piel, la organización expresiva del rostro a través de una trama de sutiles puntos de luz (ojos, nariz, etc…), el modelado de la boca y su entorno, con los labios construidos mediante delicadas variaciones en la intensidad del carmín, y el mentón con un ligero hundimiento.
Esas características se alejan del estilo de los retratistas de Felipe III, como se aprecia en la comparación del boceto con el Felipe III de Vidal. Los análisis técnicos revelan usos comunes a los de Velázquez entre 1623 y 1629, como el empleo de una imprimación oscura, una técnica parecida para encajar los perfiles de la figura y un tipo de lienzo similar a los de esta época. La comparación con El infante don Carlos permite apreciar un tipo de fondo similar, en el que se juega con los tonos rojizos de la preparación, matizados por toques oscuros, que van creando una superficie de cierto dinamismo.