El próximo 30 de abril estaba previsto el final de las negociaciones entre el gobierno y Carmen Thyssen acerca del futuro de las obras de su colección particular. Quedaba pendiente la resolución sobre qué régimen adoptarán tanto la coleccionista como el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte: si la cesión gratuita de las más de 400 obras de la colección de Carmen Thyssen y de las que se exhiben 240 en la pinacoteca madrileña, el alquiler o pago de un canon o una oferta definitiva de venta.
De momento, al menos hasta los primeros días de abril, había novedades: el gobierno ofrecía una tasación económica de la colección en 800 millones de euros, doscientos por debajo de lo que había sugerido la propia Carmen Thyssen. En la actualidad, la colección del Museo está constituida en su corpus general por los más de 800 cuadros de la colección conservada y heredada por su marido, el barón Hans Heinrich von Thyssen-Bornemisza (1921-2002), además del apartado del que ella es titular y cuyo futuro se negocia actualmente con el Ministerio de Educación, Cultura y Deportes.
Cervera ha ido un poco más allá con respecto a las exigencias de años anteriores. Solicita, abiertamente, que pueda trasladar de forma más libre algunas de las piezas. Y aunque es cierto que la situación habitual planteada por la baronesa deviene casi siempre en acuerdo amistoso, el argumento de este episodio se desmarca de los anteriores. Carmen Thyssen ya no pide -al menos ya no en primerísima instancia de su lista- que el Estado español compre el conjunto de las piezas, sino que le permita disponer más libremente de ellas (préstamos, exhibiciones, muestras itinerantes, etc). En concreto, Thyssen pide 60 obras para poder exhibirlas donde ella crea conveniente. El gobierno, sin embargo ha firmado una prórroga de tres meses con los abogados de Carmen Cervera, durante los cuales se negociarán las nuevas condiciones de cesión de su colección privada al Estado.
