La noticia circuló en todos los medios. Hace apenas unos días y tras anunciarlo en noviembre, Borja Thyssen desistió a última hora de la idea de subastar Una mujer y dos niños junto a una fuente, un boceto pintado por Goya entre 1786 y 1787, que recibió como regalo de bautizo de su padre adoptivo, el barón Thyssen-Bornemisza. A pesar de que se trataba del lote de más valor económico de la subasta Antiguos Maestros en Christie’s de Londres -la pieza era la portada del catálogo-, los organizadores y el propietario llegaron a un acuerdo y echaron atrás la operación. El precio de salida de la obra era cuatro millones de libras (4,6 millones de euros), sin embargo su valor podría haber llegado hasta los seis millones de libras (6,9 millones de euros). De haberse efectuado la transacción sin pujas suficientes, el boceto se habría vendido por 30% menos de su valor. Aunque no existe un comunicado oficial de las razones que llevaron a Borja Thyssen a paralizar la venta, lo que sí es cierto es que el dinero obtenido a cambio sería utilizado por el hijo de Carmen Cervera para pagar sus deudas con el Ministerio de Hacienda de España.
El episodio de Borja Thyssen pone de manifiesto cómo en algunas ocasiones es preferible no vender o al menos no tan alegremente... Si Botín ni hubiese intentado sacar el Picasso de España, todavía estaría en sus manos
El episodio de Borja Thyssen pone de manifiesto de qué forma en algunas ocasiones es preferible no vender, o al menos no tan alegremente. Las razones son de distinto tipo, desde que se trate de una mala decisión legal -como ocurrió a Jaime Botín con su Picasso en 2015- o económica. La salida de una pieza de una colección, y su aislamiento al dejar de formar parte de un conjunto, empobrecen el valor patrimonial e interrumpe las relaciones de sentido y valor que establecen las obras entre sí. Vendiendo una obra, un coleccionista puede darle un pellizco importante no sólo al valor económico de la colección, sino a su conjunto total. A saber: al vender La Esclusa, del británico Constable, por ejemplo, Carmen Cervera ingresó en su cuenta 28 millones de euros pero asestó un zarpazo a su colección, debido a la singularidad de esa obra dentro de una serie histórica.
La guerra de los Thyssen y la liquidez de Carmen Cervera
No es la primera vez que un lienzo de la Colección Thyssen causa polémica entre los herederos por motivos de dinero. Ya en 2011 Borja Thyssen introdujo una demanda contra su madre, a la que acusaba de haberse apropiado de Una mujer y dos niños junto a una fuente y de El bautismo de Cristo de Giaquinto, que según él le fueron dejados en herencia por el barón y que permanecían expuestos en las salas del museo Thyssen como parte de la Colección de Carmen Thyssen, actualmente cedida en régimen de gratuidad al Estado. Justo un año año después del impasse entre madre e hijo surgió la polémica esta vez alrededor de una pieza de la baronesa: el cuadro La esclusa (The lock), de John Constable, una de las joyas de la colección privada de Carmen Thyssen, y que fue subastada en Londres por 22,4 millones de libras (27,89 millones de euros/35, 1 millones de dólares). Aquel no era cualquier lienzo, se trataba de una de las seis pinturas que forman parte de la serie más famosa de Constable y la única que permanecía en manos privadas. Aunque se trataba de una obra de su propiedad por estar incluida en su colección personal, la baronesa informó al patronato del Thyssen de su venta, a la que con anterioridad se habían opuesto los patronos Francesca de Habsburgo, hija del barón Thyssen, y Norman Rosenthal.
"Me hace falta dinero, como a todo el mundo", dijo Carmen Thyssen entonces. En sus propias palabras,esperaba que aquella venta fuese "algo excepcional"y que no tuviese que desprenderse de otra de las obras de su colección privada, que desde hace más de 15 años tiene prestada al Estado "de forma desinteresada". Para muchos, aquella venta -fuera o no una razón final de liquidez- fue un mecanismo adicional de presión de Carmen Thyssen para que el ministerio de Educación, Cultura y Deportes pusiera sobre la mesa la opción de alquiler o compra de la colección (valorada en 800 millones de euros). De ahí que Carmen Cervera dijese entonces que ella era "la primera dolida" por tener que desprenderse del Constable. De haber llegado a un acuerdo de alquiler, "no me hubiera hecho falta vender la obra, dijo.
Carmen Cervera habló del tema en varias ocasiones y se prodigó en argumentos: "Necesito el dinero, me hace falta. No tengo liquidez. La crisis también afecta a los coleccionistas. Soy muy austera con mi vida, pero mantener la colección necesita muchos gastos. Yo he pagado todos los estudios de las obras, catálogos de las exposiciones, viajes de trabajo... Tengo 800 millones de euros cedidos gratuitamente al Estado español durante 13 años. También cuesta mucho el mantenimiento de las casas. No he querido mal venderlas. Me ha dado mucha pena desprenderme de este cuadro, que mi marido y yo compramos en una subasta en 1990, pero si Dios quiere no venderé más". La esclusa fue adquirida por 10,8 millones de libras esterlinas por los barones Thyssen en una subasta de Sotheby's celebrada en 1990. Esta compra hizo que fuera durante dieciséis años la pintura británica más cara. Y así, un buen día, como llegó salió, una decisión que desató la cólera de Francesca de Habsburgo. Sin embargo, un argumento le permitió a Carmen Thyssen subastar la obra. Según los términos del acuerdo de préstamo, la baronesa tiene derecho a vender un 10 por ciento del valor total de la colección, fijado en 800 millones de euros. La venta del Constable suponía en ese caso, un 4,8 por ciento.
La avaricia reventó el saco: el Picasso de Botín
Fue un bombazo. La noticia saltó a las cabeceras de los diarios y webs la mañana del día 31 de julio de 2015 cuando las autoridades francesas del servicio de Aduanas interceptaron el velero propiedad del exbanquero Jaime Botín. Dentro de la embarcación viajaba un cuadro de Pablo Picasso. Cabeza de mujer joven (1906). El velero, que provenía de Valencia,tenía bandera británica y permanecía amarrado en el puerto deportivo de Calvi desde hacía unos días. El itinerario de navegación apuntaba en dirección Suiza, destino final, donde estaba previsto el traslado del lienzo por vía aérea para su venta.
Nada de eso hubiese sido extraordinario ni habría motivado la intervención de la policía, de no ser un por un detalle. La obra tenía una prohibición de salida de España: había sido considerada Bien del Patrimonio Cultural Español. Sacarla del territorio sin autorización constituía un delito de contrabando. Según establece la Ley de Patrimonio Histórico, la exportación sin autorización de un bien del Patrimonio Cultural Español constituye un delito de contrabando si se supera el valor de 18.000 euros. Cabeza de mujer joven está valorado en algo más de 26 millones de euros. Tras la solicitud del permiso de exportación en 2012 a través de la casa de subastas Christie's, la Junta de Calificación, Valoración y Exportación de Bienes del Patrimonio Histórico Español denegó la autorización con el apoyo por el Ministerio de Educación.
En la actualidad, avanza la investigación sobre si Jaime Botín incurrió en un delito de contrabando. Sin embargo, el cuadro de Picasso ha sido requisado y ya no está en sus manos. En verano de 2015, las Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil la trajo de vuelta a España. La obra se encuentra en régimen de depósito judicial el Museo Reina Sofía de Madrid. De no resultar favorable la investigación y el proceso legal señalara que Jaime Botín incurrió en tráfico ilícito de bienes de patrimonio, perdería propiedad de la obra a favor de la administración del Estado. Y eso ocurriría justo en un momento en el que Pablo Picasso ocupa el valor más alto del mercado internacional del arte. El malagueño fue el artista que más dinero generó por subasta en el primer semestre de 2016, al facturar 196, 3 millones de dólares, según Arts Economics y Artprice.